Netflix: The Birth of the Cool retrata a un artista genial e inestable
Miles Davis: Birth of the Cool (Estados Unidos/2019). Dirección: Stanley Nelson. Fotografía: Henry Adebonojo, Herve Cohen, Eric Coleman, Marc Gerke, Jerry Henry, Mead Hunt, Clare Major. Edición: Lewis Erskine, Yusuf Kapadia, Natasha Mottola. Duración: 115 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena
Pocas figuras de la historia del jazz suscitan tanto interés como Miles Davis. Su talento, su vocación exploradora y su intrincada personalidad son material ideal para un buen documental, y era de esperar que Netflix, cuya producción suele tener muy en cuenta al género, tomara la posta y le dedicara una película al excepcional creador de obras maestras de la música contemporánea como Kind of Blue (1959), In a Silent Way (1969) y Bitches Brew (1970). La dirigió Stanley Nelson, realizador neoyorquino concentrado en temas relacionados con la comunidad afroamericana (tiene películas dedicadas al activista jamaiquino Marcus Garvey, perseguido con tremenda tenacidad en ese país, y al joven Emmet Till, asesinado brutalmente por racistas en la década del 50). Y cuenta una historia bastante "oficial" de la vida y obra de Miles. De hecho, buena parte de los datos que aparecen en el film pertenecen a su famosa autobiografía.
Los testimonios de parejas, amigos cercanos y músicos consagrados que tocaron con él –como Wayne Shorter, Herbie Hancock y Quincy Jones– permiten delinear el perfil sinuoso de un hombre imaginativo y atormentado, pero sobre todo contradictorio: criado en un entorno familiar que pudo gozar de una situación económica privilegiada, Davis fue un crítico feroz de las jerarquías establecidas y aun así eligió el exclusivo conservatorio Juillard para su educación musical. Un marginado vocacional inclinado por la vía elitista. Después, llevó adelante un derrotero artístico apasionante a lo largo del cual eclipsó a los viejos boppers, se transformó en motor del bebop y lo abandonó para defender el cool, se internó más tarde en el estilo modal, en el impresionismo y el hard bop, e incluso coqueteó con el free, antes de pegar su discutido salto hacia el jazz rock.
Todo ese camino musical lleno de alternativas fue acompañado por una vida no menos intensa, marcada por un temperamento oscilante –por lo general, acechado por el tono depresivo–, brotes de machismo y el refugio frecuente en el consumo de drogas para no sufrir los efectos dolorosos de un volcán interior siempre activo, como queda reflejado en las imágenes de archivo, que son lo mejor de The Birth of the Cool. Ahí es cuando en realidad levanta vuelo, sobre todo en los tramos donde no median las palabras y se puede percibir con claridad en cada momento cuál es el humor de Miles a través de la eficacia asombrosa con la que logró metabolizar esos estados emocionales en el sonido de su trompeta y de la música inigualable que creó durante mucho tiempo.
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