Netflix: Rebel Moon parte 1: la niña de fuego es una ensalada de ideas ajenas y solemnidad a reglamento
La superproducción escrita y dirigida por Zack Snyder (La liga de la justicia, 300), sobre un planeta de campesinos que se rebela contra un Imperio que consume los recursos de la galaxia, tendrá una conclusión que se estrenará en abril próximo
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Rebel Moon (Parte 1): La niña de fuego (EE.UU./2023) Dirección: Zack Snyder. Guion: Zack Snyder, Kurt Johnstad, Shay Hatten. Fotografía: Zack Snyder. Edición: Dody Dorn. Música: Junkie XL. Elenco: Sofia Boutella, Ed Skrein, Michiel Huisman, Charlie Hunnam, Djimon Hounsou, Doona Bae, Ray Fisher, Staz Nair, Corey Stoll, Jena Malone, Anthony Hopkins (voz) Disponible en: Netflix. Duración: 133 minutos. Nuestra opinión: regular.
Ahí está: llegó Rebel Moon, la extravagancia de ciencia ficción y fantasía concebida por Zack Snyder de la que Netflix (dado el gasto y probablemente) quiere hacer una gran franquicia fílmica. El término “franquicia” no es ocioso: Rebel Moon es mucho menos una película (o, para ser exactos ante lo que vemos, la primera parte de una película cuya segunda entrega veremos en abril) que un catálogo de todo aquello que la ciencia ficción y la fantasía volcaron al cine en los últimos cincuenta años. Incluso el espectador no avezado encontrará una cantidad gigantesca de referencias, reinterpretaciones y copias lisas y llanas a todo el espectro que va de La guerra de las galaxias a Avengers-Endgame, incluso si la premisa de arranque es Los siete samuráis (o Los siete magníficos, o Batalla más allá de las galaxias, o cualquiera de la miríada de remakes del clásico de Kurosawa). Quedan claros los dos rasgos de autor más acusados de Zack Snyder: vio todas esas películas y le encantan las historietas. La cuestión es si hay algo más que una ensalada de ideas ajenas. La conclusión: pues no, no mucho más.
En Rebel Moon, para empezar, hay un Imperio malvado cuyo soberano ha sido asesinado. Ese Imperio va por los planetas de cierta galaxia -vaya uno a saber si “muy, muy lejana” o apenas muy lejana- aspirando sus recursos naturales hasta destruirlos. Sus ejércitos de depredación tienen uniformes de corte nazi y color soviético (de los primeros no faltan los pantalones con tiradores negros cruzados; de los segundos, el color verde oliva con ribetes rojos y amarillos) y llegan a un planeta con campesinos buenos que no han usado un arma nunca. Matan a su líder y los obligan a darles comida. Pero no contaban con que hubiera una heroína exiliada entre ellos.
Lo que sigue es: a) buscar un grupo de héroes que entrene y defienda a los campesinos; b) contactar a la Rebelión; c) contar las historias de cada uno de los personajes, especialmente de la heroína Kora, que fue de “las malas” pero escapó y se pasó a “los buenos”, y tiene una relación con el súpervillano Balisarius igualita a la de Gamora y Thanos en Avengers-Infinity War (no se cuentan todas las historias: algunas quedan para la segunda parte) y necesariamente, d) enfrentar a los malos.
La iconografía incluye peleas de artes marciales con espadas de luz, un villano sádico (Ed Skrein) que combina a Darth Vader con el Amon Goeth de La lista de Schindler y secuencias que ya vimos en otras películas. Hay criaturas raras y robots (uno de ellos además funciona como conductor en off de la historia, y tiene la voz de Anthony Hopkins); una especie de princesa-mesías que vaya uno a saber qué le pasó (se verá en la segunda parte); una pelea en una cantina que incluye una especie de Han Solo; un guerrero de aspecto amerindio que, en una secuencia gratuita y mal ensamblada desde el guion, doma un hipogrifo con ecos de Harry Potter y Avatar; orcos -¿cómo no va a haber una gotita de Tolkien por aquí?- y un largo etcétera. Hay solemnidad también, hasta el punto de de esterilizar los evidentes momentos de humor. Por supuesto, el cast es multiétnico.
¿Cuál es el problema con Rebel Moon? El mismo de las ensaladas: no siempre combina bien cualquier mezcla de ingredientes. No es lo mismo sorprender con naranja y espinaca que tratar de inventar con rúcula y seso hervido. Snyder, conscientemente, toma todo tropo posible y quizás su intención sea crear el “mito fundacional” de toda la fantasía cinematográfica de las últimas décadas. Pero los agujeros en su guion son evidentes, y su rasgo de estilo más destacado es la sobreabundancia de cámaras lentas en las peleas para destacar un plano deslumbrante, algo que liga otra vez al realizador con el cómic (que parece mucho más su campo que el cine).
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