Netflix: ¡Qué duro es el amor! es una taquillera comedia romántica que celebra la mejor tradición del género
Primera entre las preferencias del público argentino, la película triunfa por la química entre sus protagonistas, Nina Dobrev, Jimmy O. Yang y Darren Barnet
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¡Qué duro es el amor! (Estados Unidos, 2021). Dirección: Hernan Jimenez. Guion: Rebecca Ewing y Daniel Mackey. Elenco: Jimmy O. Yang, Nina Dobrev, Darren Barnet, Harry Shum Jr, James Saito, Rebbeca Stab, Heather McMahan. Disponible en: Netflix. Duración: 104 minutos. Nuestra opinión: buena
Cuando se trata de géneros cinematográficos, el respeto a una fórmula que cumpla con lo que se espera de ellos –con el canon al que realizadores y espectadores están acostumbrados– muchas veces entra en conflicto con la falta de originalidad y frescura. En el caso de las comedias románticas, las últimas décadas parecen haber estado concentradas en el conflicto entre el reconocimiento de las viejas recetas y las ideas rupturistas que intentan cambiarlas en nombre de la modernidad.
Esa falsa dicotomía –y un rotundo cambio de enfoque de los estudios de Hollywood, que hace años dejaron de considerar a los films del género entre sus proyectos prioritarios– relegó a las comedias románticas a un lugar periférico y fue el cine independiente el que logró mantenerlas con vida mientras desde la industria solo llegaban decepcionantes intentos que no lograron insuflarles nuevos aires. Hasta que llegaron los sistemas de streaming y ocuparon el lugar que los productores tradicionales habían dejado vacante.
¡Qué duro es el amor!, el film estrenado recientemente en Netflix –que rápidamente se ubicó primero entre las preferencias de los argentinos según el ranking de la plataforma– hace un valiente intento por mantenerse dentro del cánon y al mismo tiempo demuestra que a veces las fórmulas no alcanzan para explicar el secreto peor guardado de las comedias románticas: la química entre sus protagonistas. Que en esta caso, abunda.
Todo comienza como se espera: la periodista Natalie Bauer (Nina Dobrev, The Vampire Diaries), se dedica a escribir columnas sobre sus fracasos en el amor en una revista femenina online. Sus mil y un intentos por encontrar pareja a través de las redes le dan letra para sus artículos pero también confirman su cinismo sobre el sexo opuesto. Eso, hasta que su amiga la obliga a ampliar el parámetro geográfico de la página de citas más allá de Los Ángeles. Y entonces se conecta con Josh (Jimmy O. Yang, Silicon Valley), residente en un pueblo del estado de Nueva York, del otro lado del país, que parece ser “el candidato” para ella. Las largas charlas primero por mensaje y luego por teléfono la convencen de viajar por sorpresa a conocerlo.
Lo que sucede después es fácil de imaginar: Natalie descubre rápido que Josh utilizó la foto de un vecino apuesto (Darren Barnet, Yo, nunca) y robó parte de la vida de éste para conquistarla. No sólo su aspecto físico no coincide con la realidad sino que tampoco lo hacen sus intereses y actividades. Con ese planteo, el film dirigido por Hernán Jimenez cumple con uno de los clásicos impedimentos de la comedia romántica: la identidad falsa y el engaño de uno de los protagonistas. Una herramienta narrativa que, en este caso, se beneficia por la interpretación de Yang, que logra que la manipulación y la mentira de Josh parezca más un accidente que una intencionada maniobra. Otro punto a su favor es la encantadora aunque algo intrusiva familia que quiere lo mejor para él y por eso recibe a Natalie, su “novia”, con alegría y la calidez que a ella parece faltarle. El uso del elemento familiar y la relación ficticia también forman parte del repertorio tradicional del género, al que en este caso se suma también una rivalidad fraternal y el hecho de que Josh es de origen asiático, un hecho que cumple con la cuota de diversidad que Netflix tan religiosamente cumple en su búsqueda de dotar a sus contenidos de corrección política y atractivo global.
Lo cierto es que si bien ¡Qué duro el amor! utiliza ciertos recursos de las comedias románticas de la última década, como las referencias en su relato a otras películas relacionadas con el género como Realmente amor-que no es estrictamente una comedia romántica sino un film navideño, como bien lo señala esta película-, se mantiene bastante cerca de la tradición. Su innovación más interesante es el papel del tercero en discordia, que usualmente es retratado como un insoportable y superficial Adonis y aquí tiene muchas más cualidades además de su aspecto físico.
El descubrimiento de que esas cualidades no son lo que Natalie busca en una pareja es parte fundamental del arco narrativo de su personaje, tal vez es el aspecto más débil de toda la historia. Es que si bien el comportamiento de Natalie da pistas sobre un conflicto emocional en su pasado y de ciertas carencias afectivas que la llevaron hasta dónde está, sus motivaciones parecen haberse perdido en la isla de edición. Ese desequilibrio entre el robusto desarrollo del protagonista masculino y la endeble construcción del papel femenino le juegan en contra a una película que de todos modos demuestra que la comedia romántica, si la dejan, todavía tiene mucho para dar.
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