Netflix: Múnich, en vísperas de una guerra es un thriller convencional pero sólido sobre una tragedia inminente
El film escrito por el novelista Robert Harris se centra en esos fatídicos meses antes de la Segunda Guerra y complejiza el retrato de figuras vilipendiadas por la historia como el primer ministro británico Neville Chamberlain
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Múnich: en vísperas de una guerra (Munich: The Edge of War, Reino Unido/2021). Dirección: Christian Schwochow. Guion: Ben Power, Robert Harris. Fotografía: Frank Lamm. Edición: Jens Klüber. Elenco: George MacKay, Jannis Niewöhner, Jeremy Irons, Liv Lisa Fries, Sandra Hüller, Alex Jennings, August Diehl, Ulrich Mattes, Jessica Brown Findlay. Duración: 130 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
El período que transcurrió entre los Acuerdos de Múnich en 1938 y el inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1939 siempre estuvo rodeado de numerosas especulaciones: si las potencias aliadas sabían de las intenciones de Hitler respecto a la guerra de conquista, si subestimaron el apoyo de quienes luego formaron el Eje, si fue una especulación política para la posterior entrada de los Estados Unidos a la guerra, e infinitas hipótesis más. Libros de historia y geopolítica se encargaron de desmenuzar ese interregno, que se disparó con en el conflicto en los Sudetes y concluyó con la firma de un tratado de paz en la ciudad alemana. De allí también parte el escritor Robert Harris, célebre por sus novelas históricas, quien suma a los conocidos hechos históricos la presencia de personajes de ficción que hilvanan sus destinos con los de toda Europa.
En los primeros minutos de Múnich: en vísperas de una guerra, tres amigos se reúnen en los alrededores de Oxford para celebrar los auspicios de su graduación. Estamos en 1932 y ellos son Hugh Legat (George MacKay), Paul von Hartman (Jannis Niewöhner) y Lenya (Liv Lisa Fries, de Babylon Berlin), ebrios de una felicidad frágil como la del mundo, recién salido de la Depresión, en plena ebullición de las vanguardias, escenario en el que Hitler parecía una promesa de dignidad para una Alemania todavía herida. La tensión sexual que subyace al juvenil triángulo oficia de presentación de una amistad que apenas se delinea con el objetivo de saltar seis años hacia adelante, a un escenario en el que la amenaza de una escalada bélica no deja lugar a coqueteos ni romances. En 1938, Hugh se ha convertido en diplomático y asesor del primer ministro conservador Neville Chamberlain (Jeremy Irons); Paul en traductor de la Cancillería alemana y agente encubierto de la resistencia contra Hitler; y el destino de Lenya resulta ser la pieza clave para frenar los acuerdos entre las potencias y alertar al mundo sobre el verdadero peligro del nazismo.
La película combina dos objetivos, por una lado la intriga política escondida bajos los resortes de un thriller que conduce a los personajes de ficción; por el otro, la revisión de los roles de las figuras públicas de entonces, a la luz del diario del lunes que todos tenemos (cuáles eran las verdaderas intenciones de Hitler, para Alemania y para el mundo). En la línea ficcional, la película no escapa a los convencionalismos: Hugh secunda la política británica con timidez y bonhomía, mientras intenta sostener un matrimonio cuyas expectativas son muy diferentes de aquel imaginario que el amor proyectaba en Oxford. Paul, en cambio, resulta un hombre apasionado, amante de su Alemania díscola y convencido de que debe salvarla del monstruo nazi. La vieja amistad que los une es menos un genuino sentimiento que un enlace de arquetipos opuestos, aliados en un momento de la historia para obtener un bien mayor. Lamentablemente Lenya se extravía en el relato, y su tardía aparición no escapa al golpe de efecto que propicia una misión de verdadero riesgo.
Quizás el aspecto más interesante de la historia, impulsado por la toma de posición de Harris antes que por la correcta dirección de Christian Schwochow, resulta la revisión del rol de Chamberlain en aquella gesta diplomática tan desgraciada. Ya anciano, el premier británico fue tildado de ingenuo frente a Hitler, de creer en sus promesas y no anticipar lo que luego fue evidente, el inicio de una nueva conflagración mundial. Su carrera política concluyó con su renuncia en mayo de 1940, para morir unos meses después. Encima cargó con la épica gesta de su sucesor, Winston Churchill, quien con el lema de “sangre, sudor y lágrimas” puso a Gran Bretaña de pie frente a su amenazante rival. Más allá de la generosa revisión de Harris, lo que la película explora es la difícil posición de un político que decide seguir las reglas en un tiempo en el que quebrarlas se convierte en un gesto de audacia y rebeldía.
En ese sentido, la interpretación de Jeremy Irons de un personaje tan difícil, poco carismático y afincado en las viejas tradiciones, resulta un retrato perfecto, que esquiva la tentación de la épica del sacrificio. Chamberlain no escapa al dominio de un hombre de su época y su posición, desconcertado con lo que Hitler implica, pero desarmando ese mote de ingenuidad que siempre se le adjudicó. Y justamente el uso medido de las figuras históricas, sobre todo el Hitler de Ulrich Matthes –actor que hiciera de Goebbels en La caída- esquiva los extremos de la caricatura o de la excesiva villanía. Lo que resulta algo convencional y desangelado en la trama de ficción calza mejor en el retrato de época, cercano a una meditación sobre aquellas caras públicas reducidas a una foto impresa en los libros de historia.
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