Netflix: Malcolm y Marie, película de poca originalidad elevada por sus actores
Malcolm y Marie (Malcolm & Marie, Estados Unidos, 2021). Guion y dirección: Sam Levinson. Fotografía: Marcell Rév. Música: Labrinth. Elenco: Zendaya, John David Washington. Duración: 106 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
Durante la cuarentena por la pandemia de coronavirus, Sam Levinson, el showrunner, director y guionista de Euphoria (drama juvenil disponible en HBO Go), llevó a cabo una iniciativa propuesta por la protagonista de la serie (Zendaya, ganadora del Emmy): reunir a parte del equipo de la primera temporada de la producción -uno mucho más acotado, que incluyó al director de fotografía Marcell Rév, y al diseñador de producción Michael Grasley- para filmar un largometraje intimista en una sola locación: una imponente casa en el pueblo de Carmel, California. En seis días, Levinson escribió el guion con apuntes de Zendaya y, con los protocolos listos y 12 personas en el set, comenzó el breve rodaje.
Dos personajes, Malcolm y Marie, interpretados por John David Washington (El infiltrado del KKKlan, Tenet) y Zendaya, un escenario único, y una propuesta ejecutada en plena pandemia, con todos las limitaciones que eso conllevaba. Adaptar una obra al contexto, ni más ni menos. Un desafío del cual Malcolm y Marie sale airosa gracias a sus figuras centrales y al trabajo de Rév con su fotografía en blanco y negro.
El film, uno de los grandes estrenos de Netflix de febrero, nos sumerge en el conflicto de inmediato. La pareja se baja del auto, ingresa a la casa y Marie se pone a preparar un sencillo plato de comida. Como se trata de una película limitada a un solo lugar, Levinson choca contra la primera pared: intentar que los protagonistas no hagan una exposición de la acción previa. Si bien por momentos su guion consigue que esa explicación al espectador resulte natural, en la mayoría de los casos termina sintiéndose forzada. Un ejemplo de esto es la primera secuencia, con Malcolm contándole a Marie lo feliz que se siente por haber estrenado su película esa noche. Ella, claro, cuenta con esa información, pero no así quién está viendo el film. En lugar de buscar una manera menos literal de ubicarnos en la situación, Levinson, no precisamente un amante de las sutilezas, se zambulle en la primera de muchas escenas que definen a los personajes más que dejar que ellos se definan por sí solos a través de la acción.
El truco se repite varias veces bajo un mismo dogma: si se necesita efecto dramático, Levinson rizará el rizo hasta lograr que esa pareja comience una discusión donde no hay fluidez, lo que termina atentando contra las interesantes reflexiones que Malcolm y Marie realizan a lo largo de casi dos horas de conversación en tiempo real.
En segundo lugar, Levinson se mete en el micromundo de los artistas, sus frágiles egos, y la búsqueda de aprobación constante, especialmente de la crítica (a la que se le dedica una buena parte del metraje) y no tanto de la audiencia. Malcolm menciona a cineastas como Spike Lee y Barry Jenkins y, al ser testigos de una pedantería insoslayable, comprobamos que solo está queriendo ser respetado. Lo que sucede a su alrededor, para él, carece de la misma importancia. Allí entra Marie, para recordarle que sus deseos, sus necesidades, su búsqueda, tienen el mismo valor. Esa conversación deriva en otra, mucho más dura y un tanto inexplicable dentro del tono que maneja el film, en la cual Malcolm, para herir a la joven, ejerce violencia psicológica sobre ella. Lejos de hacerse cargo de esa secuencia, para Levinson es una viñeta más que, si bien hiere al vínculo, no carga con el peso que debería tener.
El disparador de la pelea inicial sí obtiene cierta naturalidad: Marie le reprocha a Malcolm que la haya omitido en su discurso de agradecimiento. La joven, actriz retirada por sus problemas de adicción y parcialmente musa del personaje que su novio crea para su largometraje, se muestra dolida por la falta de reconocimiento al apoyo que le brindó en su proceso creativo. En esa primera discusión, donde Zendaya y David Washington despliegan su enorme talento, se esbozan varias críticas en simultáneo. En primer lugar, se alude al rol que ocupa la mujer cuando acompaña al hombre cuando él la necesita, para ser relegada luego cuando obtiene lo que anhela (en este caso, completar su película y ser el nuevo director estrella de Hollywood). Un debate imprescindible que el drama suelta y no retoma.
Por otro lado, Malcolm y Marie se resiente cuando uno es indefectiblemente remitido a otras películas similares. Si sacamos a John Cassavetes de la ecuación -una de las influencias más notorias-, podemos mencionar a Richard Linklater quien, en cuarenta minutos de Antes de la medianoche consiguió plasmar una discusión in crescendo apabullante y, para los códigos del film, absolutamente verosímil.
Aunque el drama de Levinson no se torna repetitivo y tiene a dos actores que saben cómo elevar el material, el guion es bastante endeble en comparación con otros textos del director. En “Trouble Don’t Last Always” [”Los problemas no duran para siempre”], el episodio especial navideño de Euphoria, el realizador sí supo cómo darle tesitura a lo que esencialmente era una conversación entre dos individuos. En Malcolm y Marie, a pesar de correr con la desventaja de no haber podido desarrollar a sus personajes como consecuencia del formato, tampoco intenta hacerlo en el transcurso de un relato que hemos visto en muchas ocasiones. Por tratarse de una discusión ad eternum entre una pareja en declive, al film le falta honestidad, humor, espesor, y, sobre todo, urgencia dramática.
Dónde ver el film. Malcolm y Marie ya se encuentra disponible en Netflix.
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