Netflix: La mujer en la ventana tiene una historia detrás aún más complicada que su ficción
El film, protagonizado por Amy Adams, llega a Netflix luego de demoras y un escándalo alrededor del autor de la novela en la que está basado
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Suspenso ante un final incierto; giros narrativo que cambian el rumbo esperado; un narrador en el que no se sabe si se puede confiar. Así es la historia de La mujer en la ventana; tanto dentro como fuera de la ficción.
La película dirigida por Joe Wright y protagonizada por Amy Adams, que ya está disponible en Netflix, cuenta la historia de Anna Fox, una psicóloga infantil que sufre de agorafobia y no puede salir a la calle. Sola, atrapada en una hermosa casa en Manhattan, Anna pasa los días mirando por la ventana y mezclando su medicación con alcohol. Su único contacto con el exterior es a través de correspondencia, de esporádicas interacciones con el hombre que alquila su sótano (Wyatt Russell) y las visitas de su psiquiatra (Tracy Letts). Cuando la familia Russell se muda a la casa de enfrente, Anna empieza a observarlos, entra en contacto con el hijo adolescente (Fred Hechinger), y comparte una velada de vino y charla amigable con su madre, Jane (Julianne Moore). Una noche, escucha un grito y ve por la ventana cómo la señora Russell es asesinada. Su denuncia es desestimada por los detectives que investigan el caso porque la madre sigue viva. La mujer que dice ser Jane Russell, interpretada por Jennifer Jason Leigh, no es la misma persona que conoció Anna, quien empieza a intentar descifrar lo sucedido, enfrentándose con la ira de Alistair Russell, interpretado por Gary Oldman.
La mujer en la ventana fue adaptada al cine por Letts, a partir de la novela homónima de A. J. Finn, seudónimo de Dan Mallory, un editor que consiguió un contrato de dos millones de dólares por dos libros, luego de una compulsa entre varias editoriales. Tras su publicación en enero de 2018, el libro entró a la lista de bestsellers del New York Times directamente al primer puesto y el autor debutante vendió los derechos cinematográficos por varios millones de dólares.
La novela tenía todos los ingredientes necesarios para continuar el exitoso camino de Perdida, de Gillian Flynn, y La chica del tren, de Paula Hawkins. Ambos thrillers psicológicos fueron grandes éxitos de ventas internacionales y tuvieron adaptaciones al cine, con diferentes resultados. Perdida tuvo un tratamiento sobresaliente en manos de David Fincher, con el guion escrito por la propia Flynn, y excelentes actuaciones del elenco encabezado por Ben Aflleck y Rosamund Pike. La novela de Hawkins no tuvo tanta suerte con una versión cinematográfica decepcionante, dirigida por Tate Taylor y protagonizada por Emily Blunt.
El proyecto para llevar a La mujer en la ventana al cine tenía los ingredientes necesarios para generar entusiasmo. Letts es un dramaturgo reconocido, además de actor, y Wright tiene en su haber películas premiadas y con buenos resultados de taquilla como Orgullo y prejuicio; Expiación, deseo y pecado ; y Las horas más oscuras. Con Adams, Oldman, Moore y Jason Leigh, el elenco ya reunía suficiente talento, acrecentado por las participaciones de Russell, Hechinger, Anthony Mackie y Brian Tyree Henry. Pero el destino de La mujer en la ventana era tan complicado como su trama.
Una de los primeras complicaciones que enfrentó la película fue su desarrollo en el contexto de la negociación de la venta de Fox a Disney. La película se produjo bajo la división Fox 2000, responsable de títulos como El club de la pelea y El diablo viste a la moda, entre muchos otros. En marzo de 2019, una vez finalizada la compra de Fox, Disney anunció que cerraría esa división del estudio tras el estreno de La mujer en la ventana, anunciado para octubre de ese mismo año.
Sin embargo, el film no pudo cumplir con esa fecha estimada porque Wright tuvo que volver a rodar algunas escenas, luego de que las reacciones del público de las funciones de prueba no fueran las deseadas.
“Había algunos giros en la trama que a la gente le parecieron confusos, diría que posiblemente demasiado opacos tal vez -dijo el director a Entertainment Weekly al respecto-. Así que tuvimos que volver y aclarar ciertos puntos, pero creo que también intentamos no simplificarlos de más y que las cosas fueran demasiado claras. Hay un disfrute en no saber lo que está pasando, pero a la vez, tenés que darle al público algo de qué agarrarse, guiarlos por el laberinto del misterio y el miedo”.
Según una nota de The Hollywood Reporter, el productor del film, Scott Rudin, contrató a Tony Gilroy (guionista y director de Michael Clayton) para que reescribiera las escenas que deberían filmar de nuevo. Este cambio es citado en la nota en la que varias personas que trabajaron con Rudin, uno de los productores más poderosos de Hollywood y Broadway, revelan sus maltratos y abusos.
El estreno de la película se pospuso para mayo de 2020 pero cuando llegó esa fecha los cines estaban cerrados como parte de las restricciones para contener la pandemia del COVID-19. En agosto La mujer en la ventana fue adquirida por Netflix. Un año después de su segunda fecha de estreno, el film llega al público a través de la plataforma de streaming.
Antes de las demoras para su llegada a los cines, en enero de 2019, La mujer en la ventana estuvo en el centro de otra polémica, relacionada con su autor. En un perfil de la revista New Yorker, el periodista Ian Parker reveló que Mallory, un hombre definido por sus conocidos como atractivo y encantador, tenía una extensa historia de mentiras y engaños en el mundo académico y editorial. El autor mintió sobre tener un doctorado en Oxford y sobre su posición en una editorial neoyorquina, pero eso no es nada comparado con las múltiples veces en las que dijo que su madre había muerto de cáncer (estuvo enferma cuando él era adolescente pero pudo recuperarse y está viva) y que su hermano Jake había muerto, por una enfermedad o suicidio, depende de a quién se lo contó (también está vivo). Mallory, además, le dijo a sus colegas que tuvo un tumor en el cerebro y, en otra instancia, sus contactos recibieron una serie de mails, con su hermano como remitente, que narraban su operación y recuperación de un tumor en la columna vertebral. En la nota, el propio padre del escritor confirma que su hijo nunca tuvo ningún tumor pero aclaró que es un buen hijo y que pasó momentos difíciles.
La respuesta de Mallory al artículo periodístico fue un comunicado de la firma de relaciones públicas que lo representa, que incluía una disculpa algo vaga y en el que alegaba que sus mentiras eran consecuencia de su trastorno bipolar, que le ha causado “depresiones demoledoras, pensamientos delirantes, obsesiones mórbidas y problemas de memoria”. Parker incluye en la nota textuales de un psiquiatra del King´s College de Londres y de una profesora de psiquiatría de la UCLA que afirman que no se puede atribuir el comportamiento de Mallory a ese diagnóstico.
La novela también levantó algunas sospechas de plagio. Dejando de lado las referencias explícitas y reconocidas por el autor a la obra de Alfred Hitchcock, en la nota de la New Yorker se cita las similitudes con la trama de la película Copycat, el imitador (1995), dirigida por Jon Amiel, protagonizada por Sigourney Weaver y Holly Hunter. Luego de la publicación de este perfil y el revuelo que levantó el mundo editorial, el New York Times informó que también es muy parecida a la novela Saving April, de Sarah A. Denzil, publicada en 2016. Tanto la editorial de Mallory como su abogado explicaron al diario que el autor ya estaba tenía la novela en un estado muy avanzado de escritura para cuando se publicó el libro de Denzil. De todas maneras, las tramas de este tipo de thrillers psicológicos suelen ir por carriles similares.
La historia de Mallory resulta tan fascinante que ya está en desarrollo una serie basada en lo narrado en el perfil de la New Yorker, con Jake Gyllenhaal en papel de Mallory y dirigida por Janicza Bravo. Más allá de la enrevesada historia de su creación, La mujer en la ventana finalmente está disponible para que el público puedo ver cómo los giros de la trama de ficción compiten con la realidad.
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