Netflix: High Flying Bird, una fábula sobre el submundo deportivo con la firma de Steven Soderbergh
High Flying Bird (Estados Unidos/2019). Guion: Tarell Alvin McCraney. Elenco: André Holland, Melvin Gregg, Zazie Beetz, Bill Duke, Sonja Sohn, Zachary Quinto, Kyle MacLachlan y Jeryl Prescott. Música: David Wilder Savage. Dirección, edición y fotografía: Steven Soderbergh. Duración: 90 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: Muy buena.
No es el primer director en filmar un largometraje profesional con un iPhone (Sean Baker lo había hecho en la notable Tangerine), pero el prolífico, inclasificable y siempre sorprendente Steven Soderbergh sigue demostrando que puede hacer buenas películas con un smartphone. Tras haber realizado el año pasado Perturbada (Unsane) con esa misma tecnología, volvió a apelar a un teléfono (en este caso un iPhone 8) para rodar High Flying Bird, película original de Netflix que el gigante del streaming acaba de lanzar en su plataforma pocos días después de su estreno mundial en el Festival de Slamdance.
Que un largometraje de esta calidad y con semejante elenco se haya concretado en apenas dos semanas y con un teléfono que cuesta solo 600 dólares (aunque se le suelen agregar algunos lentes y accesorios) es de por sí una proeza, pero si esta historia no tuviera la calidad narrativa, actoral y temática que entrega estaríamos hablando simplemente de un ejemplo de productividad.
El problema que muchos usuarios de Netflix pueden encontrar a lo hora de adentrarse en High Flying Bird es que transcurre en un universo ajeno para la mayoría -como lo es el de la NBA, la liga profesional de básquet de los Estados Unidos-, aunque está muy lejos de ser una película meramente deportiva (de hecho no tiene escenas de partidos).
El film está ambientado durante uno de los tantos lockouts (el último, en la realidad, data de 2011) por falta de acuerdo entre los propietarios de las franquicias y el sindicato de jugadores. En ese contexto -ningún equipo puede negociar contratos con representantes o figuras- aparece Ray (André Holland, protagonista de la excelente serie de Soderbergh The Knick), un agente que intenta sostener un comportamiento ético, pero al mismo tiempo se ve presionado para conseguir que Erick (Melvin Gregg), un novato seleccionado en primer lugar por un equipo profesional de Nueva York, pueda asegurarse una carrera y un salario.
El film se sostiene a partir de unos diálogos prodigiosos que los intérpretes sueltan a toda velocidad (el ritmo y el desparpajo remiten al estilo de Aaron Sorkin). En ese sentido -y en la línea de otra película de Soderbergh como Erin Brockovich, una mujer audaz-, se luce Spencer (el mítico actor y director Bill Duke), un viejo entrenador que ofrece un discurso despiadado sobre los orígenes, fundamentos y miserias de la NBA frente a jóvenes aspirantes a basquetbolistas.
En cambio, el guion original de Tarell Alvin McCraney (cuya obra de teatro In Moonlight Black Boys Look Blue inspiró a Barry Jenkins para filmar Luz de Luna) se dispersa cuando coquetea con una subtrama romántica (por allí aparece Zazie Beetz, una de las revelaciones de la serie Atlanta) o cuando inserta fragmentos de entrevistas en blanco y negro a verdaderas estrellas de la NBA como Reggie Jackson, Karl-Anthony Town y Donovan Mitchell. De todas formas, ninguno de esos elementos termina por disimular la potencia de un film que expone como pocos las contradicciones y abusos del deporte profesional en los Estados Unidos.
Zachary Quinto -como el manipulador jefe de Ray- y Kyle MacLachlan -el agente Dale Cooper de Twin Peaks, que aquí interpreta al dueño de un equipo al que no se nombra pero parece ser New York Knicks- completan con Sonja Sohn (representante de la asociación de jugadores) y Jeryl Prescott el elenco principal de una película de muy bajo presupuesto (costó menos de dos millones de dólares), pero múltiples alcances.
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