Netflix: en El amante de Lady Chatterley, el sexo es tan liberador como trágico
Emma Corrin se luce con su interpretación de un rol que, ajustado a la época, es más heroína y menos víctima de la rígida sociedad eduardiana en esta adaptación explícita pero algo simplista de la novela de DH Lawrence
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El amante de Lady Chatterley (Lady Chatterley’s Lover, Gran Bretaña-Estados Unidos/2022). Dirección: Laure de Clermont-Tonnerre. Guión: David Magee, basado en la novela de D.H. Lawrence. Fotografía: Benoit Delhomme. Edición: Nina Annan, Géraldine Mangenot. Música: Isabella Summers. Elenco: Emma Corrin, Jack O’Connell, Matthew Duckett, Joely Richardson, Faye Marsay, Ella Hunt. Disponible en: Netflix, Duración: 127 minutos. Nuestra opinión: buena.
Desde el sutil y recatado erotismo de Danielle Darrieux, al volcánico y exhibido desenfreno de Sylvia Kristel, la historia de Lady Chatterley ha llegado en tantas oportunidades al cine –y heredada por la televisión– que nunca se sabe si una nueva adaptación de la clásica (y en su momento controversial) novela de D.H. Lawrence vale la pena siquiera observarse de soslayo. Porque además el libro, evocado para la pantalla tantas veces desde su costado meramente vulgar, pertenece a los arquetipos de la construcción de la novela erótica. Entonces, desde la liberación sexual que no pudo conocer Lawrence en el momento de escribirla, buena parte de su narrativa pertenece al imaginario colectivo que permite que existan muchas obras, desde los grandes melodramas a las telenovelas de la tarde, donde las referencias a Lady Chatterley son palpables aunque no se las enuncie.
La lectura superficial –a la que contribuye, en parte, la mirada de Laure de Clermont-Tomerre– es la de la explicitación del deseo erótico consumado en la desnudez de cuerpos agitados en profusas y enlazadas coreografías de naturaleza íntima. La lectura de Lawrence permite reconocer, bajo la declamación textual de una impúdica desnudez, el sojuzgamiento de la mujer; la búsqueda de la integridad del ser sin represiones; las luchas obreras, el cambio de la vida rural hacia el modelo industrial, y las asimetrías de clases heredadas tanto del victorianismo tardío como de la rigidez de la época eduardiana ¿Qué es el sexo entonces en la historia de Lady Chatterley? El catalizador y liberador de todas esas tensiones recobradas en la enunciación de algo aún más provocador que todo ese universo reprimido. Una lección también sobre donde se coloca la mirada a lo obsceno.
Así, el desarrollo de la historia de El amante de Lady Chatterley en esta versión parte de la misma premisa argumental del libro: Constance está casada con Clifford, quien regresó de los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial incapacitado desde la cintura para abajo. Se habían casado durante una pausa en el frente, pero cuando él vuelve trae consigo la imposibilidad de contacto íntimo con su esposa. Al principio todo parece ir bien, pero Clifford comienza a pensar en la necesidad de un heredero y así incita a su mujer a estudiar esa posibilidad que, en rigor, consuma la exploración del deseo imposible con un tercero. Y así también, en esta versión, aparece de manera casi directa la figura del guardabosques Oliver Mellors para la historia de un amor tan sensorial como prohibido.
Para conseguir un protagónico potente que permita remarcar la represión a la mujer, la película omite una aventura anterior de ella y, por ende, cambia la naturaleza del embarazo posterior y todo el planteo sobre las diferencias sociales que también incluye. Y modifica también el final con relación al libro, donde la lectura de una carta es determinante y aquí permite otro recodo para que el relato avance hacia otro tipo de resolución, menos poética pero más comprensible para las grandes audiencias contemporáneas, pero también más lineal y elemental. Esos replanteos del guion de David Magee contribuyen a remarcar los perfiles de cada personaje y acentúan un retrato de Constance en el que se mezcla la clásica heroína romántica que corre por las praderas con la mujer que busca la emancipación de su destino. Físicamente entonces sea la Lady Chatterley más autoconsciente y potente de las que brindó el cine, pero también más sexual y corporal, manteniendo la elegancia visual aunque a expensas de la mirada más abarcadora con la que enunció Lawrence a su relato.
Por ende, la construcción del personaje demandaba un ejercicio protagónico de múltiples facetas en el que Emma Corrin, como la mujer que se enfrenta a todo y a todos, observa una evolución dramática admirable y logra estar siempre situada entre el drama de época y las escenas casi explícitas sin nunca resignar la arriesgada y curiosa combinación de lujuria y elegancia que la película propone sin tampoco extraviarse. Consigue con Jack O’Connell (Mellors), ese trabajador que la deslumbra, la amalgama perfecta; y con Matthew Duckett (Clifford), la distancia que la excelente fotografía remarca desde lo diáfano a lo oscuro. Algunos cambios con respecto al libro pueden explicarse en las primeras líneas escritas por Lawrence hace casi un siglo: “La nuestra es esencialmente una época trágica, así que nos negamos a tomarla por lo trágico”.
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