Netflix: Emboscada final, tras los pasos de Bonnie & Clyde
Como viene ocurriendo cada vez con más frecuencia, el streaming se convirtió en espacio ideal para que proyectos cinematográficos largamente postergados encuentren luz verde y puedan realizarse. El caso de Emboscada final (The Highwaymen) es casi paradigmático. Estuvo desde 2005 en manos de varios productores y a punto de concretarse bajo el paraguas de uno de los estudios más importantes de Hollywood, Universal. Hasta que Netflix se hizo cargo de lo que nació hace 30 años como la gran obsesión de un respetado guionista de la industria. Desde el viernes 29, Emboscada final estará disponible para los abonados al gigante del streaming.
Autor de los guiones de películas clásicas y de espíritu aventurero como Demasiado jóvenes para morir, Océano de fuego y la serie Marco Polo, John Fusco se propuso tres décadas atrás llevar al cine la historia de los dos veteranos (y por entonces retirados) rangers de Texas, llamados Frank Hamer y Maney Gault, a los que se asignó en 1934 la búsqueda de Bonnie Parker y Clyde Barrow, para todos Bonnie & Clyde, la pareja que se había hecho famosa en Estados Unidos por su cruento y hasta allí impune raid delictivo, en el que abundaban los robos armados y el asesinato de policías y personas inocentes.
Medio siglo después del estreno de la icónica película sobre Bonnie y Clyde dirigida por Arthur Penn, con Warren Beatty y Faye Dunaway como protagonistas, la historia ahora adopta el punto de vista de sus perseguidores. La historia de Hamer y Gault iba a ser originalmente el vehículo para el reencuentro en la pantalla de Paul Newman y Robert Redford, la pareja perfecta de Butch Cassidy y El golpe. Las sucesivas idas y venidas que padeció el proyecto lo impidieron, hasta que otros dos admirados actores, Kevin Costner y Woody Harrelson, tomaron la posta y se convirtieron en los rostros de los curtidos rangers encargados de atrapar a los enemigos públicos de aquél momento.
Para John Lee Hancock, director de la película, Costner y Harrelson fueron decisivos en la concreción de un proyecto que parecía imposible. "Creo que en la pantalla está bien a la vista el espíritu de colaboración entre ambos. En esa sociedad está la clave de este relato. Y lo que se percibe frente a las cámaras también logró extenderse a todos los aspectos del trabajo previo y del rodaje. Fue una gran experiencia", dice Hancock a LA NACION, en conversación telefónica desde Estados Unidos.
Hancock es un reconocido autor y director que se especializó en historias clásicas inspiradas en hechos reales que tienen como común denominador la búsqueda del espíritu y del alma del estadounidense a través de algunos de sus prototipos. A lo largo de su sólida carrera escribió los guiones de dos de las mejores películas de Clint Eastwood (Medianoche en el jardín del bien y el mal y Un mundo perfecto) y dirigió, entre otras, una remake de El Alamo, Un sueño posible (el film que llevó a Sandra Bullock a ganar un Oscar como mejor actriz), El sueño de Walt (sobre el vínculo entre Walt Disney y P. L. Travers, la autora de Mary Poppins) y, más recientemente, Hambre de poder, inspirada en la historia del hombre que convirtió a la cadena de comida rápida McDonald’s en un colosal imperio global. "Es cierto que en mis películas suelo partir de hechos auténticos, pero una historia real no es el equivalente de una buena historia. Puede ocurrir todo lo contrario. Lo que tienen los personajes reales es, al menos en mi caso, una tracción irresistible que surge de la autenticidad", afirma.
El hecho de ser texano como Hamer y Gault influyó mucho en el interés de Hancock por hacer esta película. "Cuando me llegó el guión ya sabía bastante sobre Frank Hamer, el ranger más famoso de todo el Estado. Pero lo que más me interesó fue ese par de hombres curtidos que se dedicaron a cazar a Bonnie y Clyde. Tengo muy presente la película de Penn, que siempre fue una de mis favoritas, pero lo más fuerte pasa por la personalidad de Hamer y Gault. En más de un sentido creía que esta película tenía también un gran sabor contemporáneo", relata Hancock.
Con ese espíritu, el realizador decidió darle alguna vuelta a un guión escrito hace treinta años. "Por supuesto, el trabajo de Fusco siempre fue la primera referencia y traté de ser muy fiel a sus premisas, pero el tiempo pasa y me pareció necesario añadirle algunas observaciones propias de este tiempo, como el modo en que Bonnie y Clyde se concebían a sí mismos como estrellas. Eran criminales despiadados, pero también dos personas que llegaban a algún pueblo y firmaban autógrafos a sus pobladores, que se acercaban a verlos con entusiasmo", detalla.
Para el director, Bonnie y Clyde tenían por entonces conciencia plena de lo que significaba funcionar ellos mismos como una marca y también del valor de su contacto con el público, varias décadas antes de la aparición de Twitter o Instagram. "Esto hizo que la película se sienta hoy más viva que hace treinta años, cuando se pensó por primera vez", agregó.
Emboscada final es el primer trabajo para Netflix de un director ya acostumbrado desde la década del 90 a concretar sus proyectos con grandes estudios o productoras independientes. ¿Hay diferencias en materia de producción cuando detrás está el streaming en vez de un actor más bien tradicional de la industria? "En el proceso de construcción de una película no veo diferencias entre ellos. Lo que sí distingue a Netflix de los estudios pasa por los objetivos y los tiempos. Un gran estudio pone todas las fichas sobre el tablero para que el éxito de la película ocurra sobre todo durante el primer fin de semana. En el caso del streaming, como todos saben, la ventaja consiste en que todo el mundo puede verla al mismo tiempo, y sus tiempos no son limitados", detalla.
Como buen cultor de los relatos cinematográficos clásicos y de clara identidad estadounidense, Hancock reconoce a Steven Spielberg como una de sus referencias. Pero admite que esta vez está en desacuerdo con su colega, que en los últimos tiempos se puso al frente de una campaña, todavía inorgánica, que cuestiona las credenciales de Netflix para imponer a sus producciones en la carrera por el Oscar, ya que prefiere el lanzamiento en streaming en vez del tradicional estreno en las salas y el respeto a las sucesivas ventanas convencionales de exhibición.
"El sistema actual, que demora mucho tiempo después del estreno en salas para que una película pueda verse en sistemas on demand, puede ser perjudicial para muchas obras que no tienen posibilidades de ser vistas si bajan rápido de la cartelera", explica Hancock. "No comparto la opinión de Spielberg cuando dice que las producciones originales de Netflix no son películas, sino telefilms. ¡Claro que son películas! Martin Scorsese está terminando una de ellas, The Irishman. ¿Podríamos decir que está haciendo un telefilm? Para nada. Y eso no le pasa solo a la obra de un gran director como Martin. El streaming aparece como una puerta abierta para que se hagan todas esas películas que a los estudios ya no les interesa hacer".
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