Netflix: en El Pepe, una vida suprema, la política como pasión, adicción y sacerdocio
El Pepe, una vida suprema (Argentina-Uruguay-Serbia/2018) Guion y dirección: Emir Kusturica Fotografía: Leonardo Hermo. Edición: Svetolik Zajc Duración: 74 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena
Tras su estreno mundial en la Mostra de Venecia de 2018, con la presencia del director Emir Kusturica y del protagonista José Mujica, poco se supo del documental El Pepe, una vida suprema. Pasó por un puñado de festivales más y luego quedó en un limbo hasta que –pasadas las elecciones presidenciales en el Uruguay– Netflix decidió que ya era tiempo de lanzarla en su plataforma.
El consagrado realizador de películas como Papá salió en viaje de negocios, Tiempo de gitanos, Sueño de Arizona, Underground, Gato negro, gato blanco y La vida es un milagro regresó al documental (género en el que incursionó, por ejemplo, con Maradona by Kusturica) y el resultado es un retrato amable y placentero sobre este líder político que en mayo próximo cumplirá 85 años.
Producido por la compañía argentina K&S Films (Relatos salvajes, El clan, El ángel), el documental de Kusturica tiene su epicentro en marzo de 2015, cuando Pepe Mujica concluye sus cinco años como presidente del Uruguay y le entrega la banda a Tabaré Vázquez. De todas formas, más allá de que hay una reconstrucción general de la historia de este querible patriarca (que incluye una mirada para nada idealizada sobre su pasado guerrillero en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y sus casi quince años de cárcel), el corazón de la película son las charlas entre Kusturica (siempre con un habano en mano) y Mujica (con su infaltable mate).
Las frases sencillas pero efectivas, esas máximas entre sabias y graciosas que constituyen la "filosofía" humilde del Pepe, son celebradas por Kusturica, quien le dedica también buena parte de los escasos 74 minutos del film a sus viajes por el mundo (incluido sus encuentros con Barack Obama o George Soros), a su relación afectiva y política de toda la vida con Lucía Topolansky, a su apacible cotidianeidad trabajando la tierra y cultivando flores, y a sus encuentros con dos viejos amigos (y compañeros de lucha y celda) Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro.
En este sentido, es muy simpático el momento en que Mujica recorre el hoy coqueto shopping Punta Carrasco, que alguna vez fue la cárcel en la que cumplió buena parte de su condena, sacándose selfies con turistas y empleados. Mientras suenan tangos como "La última curda", se escucha la voz de Julio Sosa cantando "En esta tarde gris", aparece la murga Agarrate Catalina o se ven fragmentos del film Estado de sitio, de Costa Gavras, este descendiente de vascos e italianos maneja su inconfundible Volkswagen Beetle ("escarabajo") celeste, se sube a un tractor o participa de algún acto masivo. Consultado por Kusturica sobre si se arrepiente de algo, el Pepe no duda: "no haber tenido hijos". La política como pasión, como servicio, como adicción y como sacerdocio.
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