El hombre gris, la película más cara de Netflix es un penoso refrito de otras producciones
El largometraje de los hermanos Anthony y Joe Russo, protagonizado por Ryan Gosling y Chris Evans, es otro de sus “tanques” genéricos con más ambiciones que ideas
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El hombre gris (The Gray Man, Estados Unidos/2022). Dirección: Anthony & Joe Russo. Guion: Joe Russo, Christopher Markus, Stephen McFeely, basado en la novela homónima de Mark Greaney. Fotografía: Stephen F. Windon. Edición: Jeff Groth. Música: Henry Jackman. Elenco: Ryan Gosling, Chris Evans, Ana de Armas, Alfre Woodard, Billy Bob Thornton, Regé-Jean Page, Julia Butters. Duración: 122 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
Resulta complejo buscarle un porqué a muchas decisiones que toman los hermanos Anthony y Joe Russo a lo largo de la excesiva El hombre gris, su flamante película para Netflix. Una de ellas es su duración, más de dos (injustificadas) horas para una historia que se repite a sí misma una vez sentadas las bases de una narrativa que no respira entre tantas secuencias explosivas.
Ryan Gosling, en una interpretación impertérrita reminiscente a la de Drive (aunque sin el magnetismo de aquella), es Court Gentry (conocido como Sierra 6), un expresidiario reclutado para trabajar para la CIA. Cuando descubre el entretejido de la agencia y la corrupción de uno de sus jefes, despunta como lobo solitario para indagar en la maquinaria que lo convirtió en mercenario.
Su huida provoca que la agencia envíe para matarlo a uno de sus recursos más temidos, el sociópata Lloyd Hansen, que personifica un Chris Evans despojado de su carisma habitual. La eterna persecución se interrumpe con frecuencia con saltos temporales (y de locaciones, lo cual explica el presupuesto de 200 millones de dólares de un film que da la vuelta al mundo como si fuera un logro en sí mismo) para mostrar desde la infancia traumática de Gentry hasta su vínculo paternal con Claire, la hija de su reclutador. Este personaje, uno de los más interesantes de la película, es interpretado por una brillante Julia Butters, quien ya había demostrado su talento en Había una vez... en Hollywood de Quentin Tarantino, y que aquí comanda los tramos más atractivos de una producción que fusiona varios géneros (y sagas) sin poder plantarse nunca autónomamente.
Todo en El hombre gris se desarrolla de manera mecánica, como si tampoco hubiera un interés genuino por sacudir un relato permeable a giros de timón. Si bien se comprende la lógica de trabajar sobre lo maniqueo dada la puja central y ese juego de gato y ratón, la película se hubiese beneficiado de la exploración de ese terreno medio que su título promete. En este sentido, hay un intento de narrar esa “historia de origen” de Sierra 6 para humanizarlo y contextualizar cómo llegó a convertirse en esa herramienta pulida para hacer el trabajo sucio que los hombres de traje no quieren llevar a cabo.
Para esa secuencia, los hermanos Russo eligen un instante de reposo de la acción, cuando el protagonista le narra un hecho bisagra de su pasado a su aliada, la agente Dani Miranda (Ana de Armas, desprovechada como también lo está Wagner Moura), pero lo hace de la forma más anticlimática posible, con un flashback que, como el film mismo, no es más que un refrito de otras historias.
En cuanto a los anticipados (y ocasionales) encuentros de los antagonistas, éstos son poco inspirados, con diálogos repletos de frases pretendidamente “cancheras” que se desprenden de un guion endeble que refleja el panorama de los “tanques” fallidos que viene entregando Netflix, como Escuadrón 6 y Alerta roja. Todos ellos conforman un bloque indisoluble en el que no hay lugar para la identidad, por lo que terminan siendo fácilmente olvidables, incluso con buenos realizadores al mando.
El proyecto Adam, en cambio, y gracias a su propuesta a menor escala y con un correcto homenaje a Volver al futuro, fue una de las pocas producciones de Netflix en eludir ese estereotipo y salirse de la norma. En contraposición, El hombre gris se compró la fórmula “the bigger, the better” [”cuanto más grande, mejor”] y el resultado no es más que una ostentación vacua, sin emoción, que subestima a un espectador que quizá esté cansado de los films que rizan el rizo y no tienen nada nuevo para decir, aunque en este caso ya se esté considerando una secuela.
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