Netflix: Durante la tormenta naufraga en un mar de géneros
Durante la tormenta (España/2018).Dirección: Oriol Paulo. Guion: Oriol Paulo y Lara Sendim. Fotografía: Xavi Giménez. Edición: Jaume Martí. Música: Fernando Velázquez. Dirección de arte: Jaime Anduiza. Elenco: Adriana Ugarte, Chino Darín, Javier Gutiérrez, Alvaro Morte, Nora Navas, Miquel Fernández, Clara Segura, Francesc Orella, Belén Rueda. Duración: 128 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: Regular
En la superficie, Durante la tormenta quiere llevarnos al mismo tiempo de visita por unos cuantos territorios temáticos: el thriller, el drama psicológico familiar, el film noir con culpables e inocentes marcados por la ambigüedad, la ciencia ficción de los viajes en el tiempo, el "efecto mariposa". Hay ejemplos de sobra acerca de los resultados virtuosos que pueden surgir de una acumulación de estilos tan amplia. Pero cuesta sumar un título como Durante la tormenta a esa lista. Más bien corresponde ubicarla en la columna contraria, aquélla en la que aparecen todos los intentos fallidos.
El gran problema de Durante la tormenta es que esa suma de géneros, fórmulas e identidades está tan expuesta, tan a la vista, que el resultado no puede mostrar otra cosa que una visible contradicción. Para creer en una historia tan alambicada que incluye viajes en el tiempo (más la posibilidad de torcer el destino), personajes que dejan de ser lo que fueron y de ocupar los lugares que en apariencia les correspondían, intrigas, traiciones y toda clase de vueltas de tuerca necesitamos un autor que confíe en el poder visual de la narración y que sea capaz de transmitir desde allí toda la certidumbre necesaria para alejar cualquier duda.
Pero Oriol Paulo se encomienda a otra clase de fe. Confía menos en la imagen que en las explicaciones. Como el mecanismo elegido se torna varias veces tan engorroso que no encuentra salida necesita ponerlo en marcha de nuevo desde las recargadas y rebuscadas argumentaciones de varios de sus protagonistas, acompañadas todo el tiempo (porque siempre hace falta aclarar más) de redundantes flashbacks. No queda otro remedio, porque si no se apoyaran en las explicaciones justificadoras la mayoría de las decisiones, conductas y actitudes que toman los personajes perderían todo el sentido. Dadas así las cosas, es casi imposible que el espectador sienta algo de empatía por personajes que expresan la angustia de exponerse a decisiones extremas.
Adriana Ugarte lleva al extremo ese estado de ánimo con un exceso de forzados mohines, mientras el Chino Darín (con acento castizo) hace lo posible para escapar del efecto contrario: un personaje que le exige casi total inexpresividad y que protagoniza la transformación más inverosímil. Difícil creer frente a tantas trampas argumentales. Paulo recurre a una sucesión de clisés (empezando por el recurrente efecto de la tormenta) y una banda de sonido de fastidiosa ampulosidad para disimular la progresiva falta de lógica del relato. El inexorable resultado de esa suma de recursos estériles es un final decepcionante que deja a la vista, tal vez, todo lo que se quiso y no se pudo. Todos los aspectos técnicos y artísticos funcionan con mucha prolijidad.
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