Netflix: cómo es Los ladrones, el documental “deshonesto” que recrea el “robo del siglo” desde la óptica de sus propios protagonistas
A partir de los testimonios de Fernando Araujo, Mario Vitette Sellanes, Rubén “Beto” de la Torre y Sebastián García Bolster, el director Matías Gueilburt busca darle una vuelta de tuerca al tan comentado caso, 16 años después
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A 16 años de su concreción, el robo al Banco Río de Acassuso sigue dando de qué hablar. Hubo libros, una película con Guillermo Francella y hasta una canción compuesta e interpretada por uno de sus protagonistas; el documental Los ladrones: La verdadera historia del robo del siglo -disponible desde este miércoles en Netflix- es un capítulo más en este relato de nunca acabar.
El director Matías Gueilburt cuenta cómo reconstruyó “el antes”, “el durante” y “el después” a partir de los testimonios de Fernando Araujo, Mario Vitette Sellanes, Rubén “Beto” de la Torre y Sebastián García Bolster; como así también de rehenes, policías, y otros nombres relacionados al caso. El resultado escapa a los cánones de este tipo de trabajos y ofrece una realidad tamizada por recreaciones protagonizadas por los propios hacedores del hecho.
-Se cree que los documentales van atrás de “una verdad”, sin embargo Los ladrones parece estar al servicio de los protagonistas del robo al Banco Río. ¿Cuál fue tu “verdad”?
-Lo que vos decís es el imaginario de que el documental es “la realidad”. Cualquier historia, sea de ficción o documental, siempre está atravesada por una mirada que la observa y pone su punto de vista. A mí lo que me interesó de Los ladrones fue preguntarme quiénes eran estos tipos que habían logrado construir un mito de un robo. Porque hay muchos robos, pero no todos se transformaron en algo de tanta trascendencia. No es un documental que intenta ser “investigativo”, sino un trabajo que ofrece el punto de vista de cuatro personas muy disímiles entre sí, un grupo muy heterogéneo. Quise hacer una película documental dejándome llevar por ellos. Es un documental, de alguna forma, deshonesto.
-Que no es lo mismo que mentiroso...
-Claro, a lo que me refiero es: ¿Los personajes son confiables al 100 por ciento? No. Pero no me interesó ponerme a rebatir o dilucidar cada cosa que me decían. Quise saber cómo se construyó todo ese delirio que armaron, ahí estaba el pilar de la historia. Conocer a las personas que habían cometido ese delito, saber qué les pasaba por la cabeza, mostrar lo atractivos que eran como personajes de por sí, eso me pareció muy valioso. Me gustó dejarme llevar por eso y tratar de darle “su mundo” a cada uno.
-Bueno, uno ve Los ladrones y parece la película que se hizo cada uno de ellos en la cabeza.
-Fue la idea. La historia del robo ya está contada y también investigada, la policía lo analizó, ya pagaron su condena. Ahora, cómo se llega a construir algo tan mitológico, lograr que muchos creyeran que eran una especie de Robin Hood. Meterse en la cabeza de un artista por un lado, de un actor por el otro, saber qué los motiva, esa fue la propuesta. Darle identidad al delirio que cada uno de los personajes tiene, y para eso fue muy importante la posibilidad que se me dio de mucho trabajo con ellos, tratar de conocerlos, que ellos ganen confianza. Se logró que ellos actúen y que realmente lo actúen muy bien.
-Supongo que la figurita difícil fue Fernando Araujo, quien prácticamente no había hablado antes.
-Ninguno se iba a exponer de ninguna forma a algo que no los atrajera. Fernando es un tipo muy exigente a la hora de lo que imaginaba. Uno de los primeros encuentros que tuvimos fue en su casa, para empezar a grabar algunas cosas. En un momento me pregunta: ¿Vos cómo imaginás la película? De pronto me di cuenta de que había pasado una hora, yo le había contado toda la película que tenía en la cabeza y él, no solo no me había contado nada sino que encima me había grabado. Te lo cuento para que se entienda cómo funcionan ellos también.
-¿Que haya una preponderancia de Araujo en el documental fue exigencia de él?
-Para nada, no hubo exigencias. Si te ponés a pensar, en el segundo acto que es el robo propiamente dicho, Araujo está muchísimo menos, porque él fue el que cronometraba toda la situación. Vitette o Beto de la Torre tuvieron mucho más protagonismo. En la primera parte sí, porque para mí era muy importante saber cómo construyó esta idea, cómo convenció a los otros de un plan tan extraño. Y cuando lo conocés a Fernando te das cuenta de que es un tipo que tiene un gran poder de convencimiento, alguien muy meticuloso y también muy inteligente.
-¿Y de parte tuya cuáles fueron los pedidos?
-Lo que les planteé desde el comienzo es que no quería hacer un documental de las peleas entre ellos. Es verdad que no se llevan bien, tienen sus egos, todos creen que son el “creador de la bestia”, pero no me interesaba entrar en el juego de chusmerío, quería ir con el momento en que cada uno fue protagonista. Hasta los rehenes, que son los que padecen una situación muy delicada, tienen su momento. Traté de que cada uno entre en la historia cuando tiene que estar.
-La película transmite una obsesión por parte de ellos de trascender, de ser reconocidos, ¿sentiste lo mismo al entrevistarlos?
-Son necesitados como cualquier persona que quiere ser escuchada. Después de tantos años presos, como fue el caso de Vitette o de Beto, sentir que la sociedad les da un lugarcito, sin dejar de decir que son delincuentes, pero que los escuchen o generar cierta empatía con sus historias, me parece valioso. Los sentí muy agradecidos en ese sentido.
-¿Pero no hay, por ejemplo en Araujo, un empeño exagerado por mostrarse? ¿Creés que lo pusiste por primera vez en el lugar donde tenía que estar?
-De alguna forma sí, no te voy a mentir. Es un personaje que cuando lo vas conociendo te va generando una cierta fascinación, la misma que le debe haber generado en su momento a los otros ladrones. Pero no coincido con vos en que está desesperado por la cámara. Creo que encontró un espacio donde poder contar su mundo, pero para mí el atractivo más grande era contarlos a todos. En ese sentido, creo que el resultado es muy parejo. De Queen el que más trasciende es Freddie Mercury, pero los otros también son importantes. De alguna forma cada uno quiere ocupar un lugar, creo que para ellos es como un renacer.
-Lo que pasa es que visto así pareciera que ellos fueran más importantes que el hecho. Si la gente se cruza con Rubén de la Torre por la calle lo más probable es que no los reconozca, y sin embargo todos saben lo que es “el robo del siglo”.
-Creo que hasta hoy los personajes no tenían tanta identidad, igualmente eso no quiere decir nada. Beto seguirá trabajando en un estudio de abogados, y Araujo capaz se transforma en un artista cuasi renacentista. El robo es la obra, es indiscutible, y los personajes van transitando. Personalmente, pienso que el robo en algún momento se va a empezar a deshilachar, va a quedar en el tiempo, hay que ver qué pasa con ellos. Por ahora estamos estrenando una película documental donde ellos todavía siguen siendo protagonistas.
-¿Siendo un tema tan sensible, en qué lugar creés que se va a colocar el espectador?
-Como pasa con todas estas historias, nuestra película va a generar controversia. No va a faltar quien diga: “realzan la figura de de los ladrones”, lo normal que uno ve hoy en día con cualquier historia. En época de redes sociales no hay límite con eso, cada uno puede analizar lo que quiera. De mi parte, puedo decir que es una película hecha con mucho trabajo, que trata de reconstruir un hecho importante de la historia argentina a nivel robos. Pienso que la gente se va a enganchar, va a disfrutar del viaje que hicieron estos cuatro delirantes cuando se embarcaron en un delirio.
-Te escucho hablar de “delirio” y pienso en la sinopsis que habla de “hazaña”, ¿hay una intencionalidad en evitar lo negativo, en no remarcar que se trató de un delito?
-No, desde el principio uno cuestiona cualquier robo, no tengo dudas morales sobre eso. Por eso fue muy importante que participen los rehenes, los guardias, y mostrar lo difícil que fue para cualquiera de las personas que estuvo ahí. A mí eso me conmueve porque conecta con lo humano, con la realidad. Es un padecimiento que nadie de nosotros quisiera vivir. Nunca lo hubiese quitado, ni aceptado que nadie me pidiera sacarlo. Es muy importante tener la dimensión de que esto no dejó de ser un choreo, un afano. Pero hay otra parte que hace que también sea un mito, la construcción de algo único, y eso también es interesante. Al menos a mí me interesó poner ahí el foco.
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