Netflix: Bob Esponja: al rescate, una aventura con sabor a poco
Bob Esponja: al rescate (The SpongeBob Movie: Sponge on the Run, 2020, Estados Unidos / Corea del Sur). Dirección: Tim Hill. Guion: Tim Hill, Jonathan Abel, Glenn Berger, basado en la serie creada por Stephen Hillenburg). Música: Steve Mazzaro, Hans Zimmer. Elenco: Tom Kenny, Bill Fagerbakke, Rodger Bumpass, Mr. Lawrence, Clancy Brown, Matt Berry (voces) y Keanu Reeves. Duración: 91 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
Parte del cine actual parece estar haciéndole demasiado caso a Los Shakers y a su canción "Rompan todo", y así están las cosas: están rompiendo todo. El perjudicado en esta ocasión es uno de los mejores personajes creados en los años finales del siglo XX: Bob Esponja. ¿Cómo puede haber pasado que desde uno de los mejores y más creativos largometrajes producidos a partir de una serie animada, el titulado Bob Esponja: la película, de 2004, se llegó a este colorinche desabrido modelo 2020 que es Bob Esponja: al rescate? Al rescate de Bob Esponja deberíamos ir, llegado el caso.
En Bob Esponja: al rescate lo tenemos al amarillo personaje yendo a buscar a Gary, su caracol mascota, una excusa argumental sencilla, puesta con rapidez y hasta indolencia, con algunos condimentos agregados puestos sin convicción, apenas una pátina para simular que se mantiene vivo el espíritu lúdico de la serie y de las dos películas anteriores. Pero casi nada se potencia, casi nada se vuelve relevante, casi nada tiene el sabor de la aventura cómica: estos productos -cargados de cinismo- se basan en una carrera obsesiva por exprimir y exprimir el valor de una franquicia.
Bob Esponja: al rescate sufre de digitalitis, de redondear todo con ese volumen liso, libre de imperfecciones, que se mueve sin ánima en "animación 3D", sufre de la anulación de la gracia de la animación tradicional, que era uno de los atractivos más placenteros, concretos y metafóricamente palpables de la serie. El delirio cándido con ramificaciones para lugares libres e insólitos del Bob Esponja finisecular y del de las películas de 2004 y 2015 escasea, y apenas refulge en el personaje del sabio interpretado por Keanu Reeves y en la secuencia musicalizada con "Livin’ La Vida Loca" de Ricky Martin en Atlantic City (el mejor momento de la película, el que tiene creatividad, trabajo de montaje, cohesión, ritmo, el momento que se parece a lo que eran las películas y la serie original de Bob Esponja).
Lo demás es trabajo animado y guionado en modo zombie a reglamento, una (des) singularización del legado del creador de Bob Esponja, el siempre merecedor de homenajes Stephen Hillenburg (1961-2018), alguien apasionado por la fauna marina, alguien que veía a Jacques Costeau, alguien que estudió aquello que lo apasionaba, alguien que quería a sus creaciones -y que quiso terminar feliz la serie luego de la película de 2004, que codirigió-, alguien que sabía que la vida termina en algún momento para todos los humanos. Quizás la vida de los mejores personajes de ficción también tenga que tener un fin, al menos en la producción; de esa manera podrían asegurarse ser más y mejor recordados por sus momentos de esplendor sin tener que sufrir estas "actualizaciones" diseñadas de formas cada vez más robóticas y menos apasionadas.
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