Netflix: Atlas es un compendio de tantos lugares comunes que logran apagar la estrella de Jennifer Lopez
La película, una de las más caras de la plataforma, cuenta la lucha de la humanidad contra una inteligencia artificial que quiere destruirla, pero es tan desabrida que ni su protagonista parece entender cómo sentirse al respecto
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Atlas (Estados Unidos/2024). Dirección: Brad Peyton. Guion: Leo Sardarian y Aron Eli Coleite. Fotografía: John Schwartzman. Música: Andrew Lockington. Edición: Bob Ducsay. Elenco: Jennifer Lopez, Simu Liu, Sterling K. Brown y Mark Strong. Duración: 118 minutos. Nuestra opinión: mala.
Nuestras inteligencias artificiales funcionan analizando cantidades monumentales de información para identificar cuál es la respuesta más frecuente en cada contexto. Los chatbots son llamados “modelos generativos” porque producen textos tomando las formas gramaticales y las palabras más utilizadas de acuerdo al texto previo, es decir, usan reglas sintácticas y estadísticas para generar oraciones que parecen coherentes, pero, en verdad, estas IA no comprenden el contenido ni producen nada nuevo: se limitan a reorganizar lo que ya existe. Lo mismo puede decirse de Atlas, producción original de Netflix. Más que cine de género es cine “generativo”.
Al comienzo de la película, un reel de noticias nos da el contexto necesario para predecir todo lo que sigue: en el futuro, las inteligencias artificiales prometen llevar a la humanidad a una era de inacabable prosperidad y desarrollo. Cualquiera que haya visto Terminator sabe cómo termina esto: los robots se rebelan, sigue una guerra devastadora y eventualmente los humanos ganan, pero algo, un conjunto de código, una pieza robótica o, incluso, el villano principal, sobreviven para que la historia pueda recomenzar. En este caso, el líder de la rebelión fallida, una inteligencia artificial que se llama Harlan (acaso un homenaje al autor de ciencia ficción Harlan Ellison), escapa a pocos minutos de iniciado el film en un cohete a un planeta desconocido de la galaxia de Andrómeda para planear su contraataque. No está claro como situarse a 2,5 millones de años luz de su objetivo puede ser un beneficio estratégico, pero nadie se lo cuestiona. Entra en escena Atlas, el personaje de Jennifer Lopez, la analista que mejor comprende a las inteligencias artificiales, para desentrañar la locación exacta del enemigo y liderar la búsqueda. Su personaje es un compendio de lugares comunes irritantes: es obstinada, malhumorada y para demostrar que es intelectualmente superior, trata a todos con desdén.
Un protagonista competente de películas de acción no tiene que ser un gran actor, más bien debe ser una estrella carismática con la capacidad de pasar eficazmente del drama a la comedia, dado que la estructura de tensión y liberación es la que regula al género. Una parte de estos rasgos se aplica a Lopez: ciertamente no es una gran actriz, pero es una estrella. Si tiene algún carisma, el personaje que le tocó en suerte se encarga de erosionarlo. Los otros atributos mencionados no faltan, pero están un poco cambiados, al menos en este film: cuando intenta hacer comedia es dramático y sus momentos dramáticos producirían risa si no fueran tan incómodos. La actriz nunca logra encontrar un tono que haga que su personaje funcione. Es cierto que el guion no la ayuda, así como tampoco tener que pasar dos tercios de la película sentada en una cabina de control que parece un inodoro del siglo XXII.
Atlas padece una afección común en los personajes cinematográficos unidimensionales que podemos llamar el “síndrome del trauma infantil”: en su infancia hay una escena trágica que explica toda su personalidad y da forma a su arco narrativo. No se revelará aquí mucho más, salvo que es el origen de la aversión que siente por las inteligencias artificiales. Paradójicamente, este relato que quiere hacer pie en un miedo contemporáneo alertando sobre los riesgos de la inteligencia artificial, solo encuentra una solución a sus conflictos cuando Atlas supera su trauma y pone el destino de la humanidad en manos de una inteligencia artificial. El tema de la coherencia mencionado al comienzo también queda aquí puesto en duda. Esta es una de las producciones más caras de Netflix, con un costo de 100 millones de dólares. Seguramente, un chatbot podrá listar 100 millones de usos más provechosos para ese dinero.
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