–Mamá, me voy a un lugar a hacer una cosa.
–¿Adónde te vas?
–A un lugar… que queda por allá.
–Por allá, ¿es lejos?
–No…, más o menos, no tan lejos, es cerca del coso.
El diálogo de Natacha con su madre inicia tanto la serie de relatos escritos por Luis Pescetti sobre la niña de ocho años como la película que se estrena hoy con el nombre de su protagonista. Revela desde el vamos algunas de las características que han vuelto popular a Natacha, inmensamente popular, con sus 1,5 millones de ejemplares vendidos. Descoloca a sus interlocutores adultos, tiene un pensamiento con una lógica muy personal y sale a vivir su vida, a hacer sus cosas.
El film dirigido por Fernanda Ribeiz y Eduardo Pinto se basa en los dos primeros de los nueve libros de la saga, Natacha y ¡Buenísimo, Natacha!El proyecto cinematográfico surgió por iniciativa de Ribeiz, que en sus años de docente había llegado a los libros de Pescetti al ver a sus alumnos riendo solos mientras leían los tomos de Natacha en la biblioteca escolar. "Unas vacaciones me los llevé yo y también me reí sola. No entendía cómo nadie lo había llevado al cine. Bueno, es cierto que una historia con perros y niños, no todo el mundo se quiere enfrentar a eso en una filmación…" Pero Ribeiz logró convencer a la productora Magoya Films y después de cuatro años de iniciado el proyecto se verá a partir de hoy en 20 salas.
Pescetti había decidido no intervenir en la película. "Confiaba en quienes estaban a cargo del proyecto y no quería interferir". Pero Ribeiz y Pinto lo hicieron partícipe de las sucesivas etapas, presentándole el guion y la preselección del casting de la protagonista, más adelante invitándolo a algunos momentos de filmación, y finalmente a aparecer en un breve cameo y a componer una canción, que luego fueron cinco. "Tengo el sí fácil y me fui enganchando", ríe el autor y músico, que nunca había cruzado hasta entonces el mundo literario de Natacha con el de sus numerosos recitales y CD. "Hacer la película sin que le gustara a Luis no tenía sentido, queríamos que su mirada estuviera ahí", dice Fernanda Ribeiz, "creo que resultó bastante fiel a lo que propone el universo de Pescetti".
¿Qué es ese universo? Para Ribeiz, una historia de "chicos que hacen cosas de chicos". No se trata de un film en que los niños tienen que salir a salvar el mundo de los adultos, sus crisis personales o sus catástrofes ambientales. "Acá son chicos que resuelven problemas de chicos, sea su proyecto de redactar cartas de amor por encargo o el de ganar el concurso de la feria de ciencias de la escuela demostrando que Rafles, el perro de Natacha, puede distinguir los colores. Los adultos están siempre presentes, pero no intervienen en las acciones emprendidas por los chicos, sino que acompañan, escuchan, dan el espacio para que los niños puedan hacer, pensar, crear, desarrollarse y crecer tratando de entender cómo funciona todo", destaca la codirectora de la película.
Pescetti concibe el mundo de Natacha como "un ideario de la infancia", que incluye la vigencia de la escuela pública, de la amistad y del juego compartido al aire libre. Natacha y su amiga del alma y compinche de travesuras Pati asisten a una escuela estatal, arman con sus amigas la banda de "las chicas Perla", que rivalizan con las odiosas "chicas Coral", y salen a la plaza a instalar su puesto de cartas de amor. El autor lo define como una aspiración más que una realidad, sobre todo en las grandes ciudades: "El problema no son las pantallas que absorben la atención de los chicos, sino que se puso difícil la calle. Cualquier campito le gana en atracción a la televisión, pero ya no es posible para un chico perderse sin riesgo por las calles de Caballito o Florida, fuera de la vista de los adultos".
La película enfatiza la presencia de los chicos en el espacio público. En las locaciones en el campus de la Universidad de San Martín y en la Plaza Cortázar del barrio Agronomía, que quedó a salvo del enrejado de la mayoría de sus pares, se muestra a los chicos caminando solos por las calles. "La plaza sigue siendo el lugar de encuentro de los chicos", dice Ribeiz, "aun cuando hoy tienen mucho más la mirada del adulto y están enrejadas, pero la plaza como lugar de encuentro de los niños sigue existiendo. Así que nos pareció que ese era el lugar lógico para desarrollar la trama de Natacha, además de que fuera visualmente atractivo."
Y todo transcurre sin celulares. "Fue una decisión si poníamos tecnología o no, si traspolábamos el texto a lo contemporáneo para que los chicos se sintieran identificados con lo que hoy consumen", cuenta la codirectora del film. "Y decidimos que no, que íbamos a rescatar esa infancia en la que ni los padres ni los chicos se comunicaban por celular, en la que el vínculo de la comunicación se daba en forma presencial. Natacha está con Pati todo el tiempo, y las conversaciones son estando ahí, una con la otra."
"Uno de los desafíos más grandes fue encontrar a la niña que pudiera materializar el imaginario vigente en tantos lectores de Natacha durante tantos años", admite Ribeiz. Ante una convocatoria abierta, difundida también por el mismo Pescetti en sus redes sociales, llegaron mil videos de niñas postulándose leyendo una página del libro. La elegida fue Antonia Brill, alumna de teatro del estudio de Nora Moseinco.
"Yo conocía a Natacha porque una amiga era muy fan, pero no lo había leído", dice Antonia. "Después del casting para Natacha me compré el primer libro y me encantó, por la actitud de Natacha, es divertida, imaginativa, traviesa, pícara, cuando se le viene algo a la mente no para hasta conseguirlo y cuando algo sale medio mal pone esa cara típica de ‘mmm, de ésta creo que no zafo..’ Me parece que me salió tal cual como era."
Para lograrlo, Antonia interactuó en el set con los dos perros que interpretaron alternadamente a Rafles,el can que Natacha rescata de la calle e introduce casi clandestinamente en su casa, con Lola Seglin, como Pati, la amiga de la protagonista, con sus padres en la ficción, Julieta Cardinali y Joaquín Berthold, y con Ana María Picchio , una abuela que entra en sintonía con las fantasías de la infancia. "Cuando me ofrecieron la película, lo que me entusiasmó fue que me gusta mucho Pescetti como escritor para chicos, me parece que es uno de los mejores", dice Julieta Cardinali. "Yo le leía Natacha a mi hija cuando era chica, así que sabía perfectamente de qué me estaban hablando."
También en el perfil de los padres se trasluce el ideario de Pescetti. "En unas charlas previas a los ensayos nos contó que no quería esos padres ni gritones ni enojosos, a pesar de las travesuras de Natacha", rememora Cardinali. "La mamá se enoja, claro, pero no se vuelve loca cuando Rafles pone sus patas con pintura sobre el sofá. En ese sentido me parece muy moderno Pescetti, con la educación más lúdica."
¿Y qué fue lo más divertido para Antonia? "Algunas escenas con los perros, se iban cuando no se tenían que ir, ladraban cuando no tenían que ladrar. Cuando Natacha y Pati bañan a Rafles, me parece que al perro no le gustaba el agua. Entonces salió disparado y hubo que hacerla de vuelta. Esas son las escenas que querés que no salgan bien que no le salga bien, así podés hacerla otra vez." Podría ser el pensamiento de la misma Natacha.
Una saga, nueve libros, veinte años
Natacha es la protagonista de una saga de hasta ahora nueve libros, que Luis Pescetti comenzó a publicar hace veinte años. "Era una alumna mía en un segundo grado", recuerda el autor sobre el origen del personaje de las preguntas desconcertantes. Las observaciones sobre el mundo de la infancia rescatadas por Pescetti a lo largo de sus ocho años de docente en el aula escolar antecedieron y alimentaron la escritura de sus libros. "Cuando vi ahora la película me dije: «Ah, qué lindo encontrar en la pantalla a chicos que se parecen a la realidad». Y enseguida después: «Cómo no va a ser así, si los saqué de la realidad’».
El film juega con la mirada observadora de Pescetti, en un cameo en el que se lo ve sentarse, block y lápiz en mano, en un banco de la plaza en que Natacha y su amiga Pati instalan un stand de redacción de cartas de amor. "Sigo tomando apuntes, yendo cinco o seis veces al año a escuelas para hablar con los chicos. No como autor que presenta su obra, sino para charlar con ellos, para tomarles el pulso", dice. De esas notas saldrá posiblemente el décimo tomo de Natacha.
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