Antes de regresar a Francia para rodar bajo las órdenes de Erwan Leduc, el actor habló con LA NACION sobre el film El empleado y el patrón, una profunda reflexión sobre los vínculos humanos atravesados por el poder, que pasó por los cines y está disponible en la plataforma Flow
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“Por favor, Biscayart va con s”. De entrada ruega ante el recurrente error de rebautizar su apellido como “Bizcayart”. Hecha la salvedad, comienza la charla con Nahuel Pérez Biscayart, el actor de ojos saltones y carrera inusual que, a fuerza de talento, hoy se desenvuelve casi de local en Francia, España, Italia o Alemania.
“No me planteo mi trabajo en términos de internacionalidad, sino que voy aceptando aquellos proyectos que me interesan. El camino se va haciendo de manera medio inconsciente”, reconoce en una calurosa tarde de verano que lo encuentra en Buenos Aires, precisamente en la zona de Villa Ortúzar, barrio cercano a su Parque Chas natal.
El motivo de su estadía en la Argentina tiene que ver con el estreno de El empleado y el patrón, film dirigido por el uruguayo Manuel Nieto Zas y en el que comparte el protagónico con Cristian Borges, Justina Bustos y Jean Pierre Noher. El film, que se dio a conocer en cines durante el mes de enero y que a partir de este jueves se encuentra disponible en Flow, transita la tensión de clases, el vínculo forzoso establecido entre quienes detentan el poder y quienes ocupan el lugar del sometimiento, en una realidad con pocas posibilidades de cambio.
“Mi personaje no es del todo libre, a pesar de llevar una vida con comodidades”, sostiene Biscayart en torno a ese joven pudiente de familia hacendada que le tocó componer y que será el artífice de darle trabajo a un hombre marcado por las carencias que busca un futuro mejor para su hijo recién nacido. Entre ellos, ese vínculo de poder, a primera vista armónico, se tensará a partir de un accidente y el consecuente reparto de responsabilidades.
-Tu personaje y el del empleado, con diferencias evidentes, también comparten ciertos pesares.
-Por supuesto, ambos personajes van de la mano de un mandato y de una historia familiar de la que no pueden escapar. En definitiva, es una película de vínculos.
-A partir de la relación de poder entre el empleado y la familia de tu personaje, ¿considerás que el material piensa en voz alta sobre relaciones de poder esclavizantes y vigentes en el siglo XXl?
-La esclavitud hoy es diferente a la del siglo pasado. Podemos pensar que la esclavitud no está institucionalizada, pero existe.
-Compartís el trabajo con actores no profesionales, ¿cómo medió esta particularidad en la construcción de los personajes?
-Ha sido una grata experiencia, a la hora de componer y profundizar en las historias individuales que se van contando en la película, hubo algo de autenticidad en ellos que fue muy valiosa. No tenían artilugio, sino que sus personajes tenían la sangre y el sentimiento de ellos mismos, y conocían muy bien sus dolores.
El empleado y el patrón retoma algunas cuestiones ya transitadas por el director Manolo Nieto en películas como El lugar del hijo, donde se mostraban algunos grises de la sociedad uruguaya, la tensión de clases y el vínculo entre padre e hijo. En el flamante largometraje, el clima de siesta de la meseta rural oficia de marco para el desarrollo de algo cercano a una tragedia y a las sombras de la vida signada por la trampa del fracaso y la opresión.
El film, coproducido entre Argentina, Uruguay, Brasil y Francia, ya paseó por la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes y por los festivales de San Sebastián, Mar del Plata, Jerusalem y el Karlovy Vary, República Checa, entre otros prestigiosos encuentros cinéfilos internacionales.
ADN
A los 35, Nahuel Pérez Biscayart lleva recorrido un largo camino, cuyas primeras señales de trascendencia se encendieron cuando, en el 2005, resultó ganador de un Premio Cóndor en el rubro Revelación, por su papel en la película Tatuado, de Eduardo Raspo. Aún no sabía que le esperaba una carrera internacional única que se consagraría cuando Juliette Binoche le entregó el premio César, también en el rubro Revelación, otorgado por la Academia de las Artes y Técnicas del Cine de Francia. Semejante galardón tendría un justificativo: su formidable trabajo en 120 pulsaciones por minutos, el material dirigido por Robin Campillo de tinte comprometido y conmovedor. “Agradezco los reconocimientos, pero no creo que sean la única verdad. De hecho, he ganado premios que también lo merecían los otros postulados”, sostiene, sin dejarse cegar por los elogios del afuera.
Parecería que su carrera está organizada minuciosamente, sin embargo, su camino se fue haciendo al andar, aunque con no poco olfato. “No planifico, pero me esfuerzo, cuando algo pica voy con todo”, dice restándole bambolla, pero no compromiso a esos roles que le tocó jugar en las principales industrias cinematográficas del mundo, haciendo foco en films poco concesivos de honduras temáticas y riesgos en el abordaje.
-Comenzamos a transitar el tercer año de la pandemia, ¿cómo te encontró la irrupción de esta realidad?
-Habíamos estrenado El zoo de cristal y tuvimos que frenar las funciones cuando se cerró todo.
Pérez Biscayart habla de una realidad conocida por el mundo del arte. Lo que es inusual, es que un argentino protagonice la famosa obra de Tennessee Williams nada menos que con Isabelle Huppert. “Fue una gran experiencia, la obra es magnífica”, afirma el actor que, en la televisión argentina, exhibió su talento en unitarios como Mujeres asesinas, producido por Polka.
-¿Encontrás muchas diferencias entre los modos de abordaje artístico de mercados como el francés o el alemán en relación con el argentino?
-Esa es una curiosidad muy frecuente, incluso en muchos de mis colegas. La verdad es que no hay mayores diferencias, salvo las presupuestarias. A la hora de actuar, el camino es similar. No tenemos que tener prejuicio con lo propio. En Francia una filmación se puede retrasar porque alguien no se estudió la letra y eso complica el rodaje. Lo digo, porque lo he vivido, chantas hay en todos lados.
El tiempo pandémico también lo encontró trabajando a partir de un texto de Peter Handke llamado Zdeněk Adamec y cuyas resonancias en espacios como el Festival de Salzburgo ha generado grandes controversias por lo provocativo del material. Biscayart, que fue jurado en la sección Cortos del Festival de Biarritz, maneja diversos idiomas para poder cumplir con cada uno de los compromisos. “Si acepto hacer algo, tengo que manejar muy bien todas mis herramientas para poder interpretar”.
-Pensando en las diversas posibilidades expresivas, tu rostro sale del canon. ¿Sos consciente del potencial de tu cara como signo poético?
-La máscara es una parte…
-Tu mirada es profunda, saltona, interpela.
-Los personajes miran de una manera determinada, pero, desde ya, utilizo todo mi cuerpo como herramienta.
Empoderamiento
Aunque su lugar de residencia oficial es la ciudad de París, conoce muy bien la idiosincrasia española, sociedad que ha transitado con recurrencia. Y si para encarar sus primeros trabajos en francés se abocó a estudiarlo de manera intensiva durante tres meses, a la hora de argumentar en lengua hispana no dudará en utilizar términos como “otres”, enarbolando las nuevas formas inclusivas del español.
-Más allá de ser una herramienta de comunicación, ¿qué más implica el llamado lenguaje inclusivo?
-Es la ruptura a siglos de capitalismo patriarcal y esto es una obviedad, porque el capitalismo siempre es patriarcal, así como no puede haber feminismo capitalista. Hoy es ir por todo, para romper con ese orden establecido que conoce la humanidad desde los orígenes.
-Eso implica movimientos que se planten firme para poder ser oídos.
-Y una actitud determinada, no concesiva. En España, por ejemplo, se utiliza el femenino como genérico. Si antes eran “los alumnos”, ahora se dice “las alumnas” para mencionar a chicos y chicas, y me parece muy bien. Además, esa diferenciación es absurda en un mundo actual donde hay tantas formas de reconocimiento y autopercepción sobre el propio ser.
-Incluso la sexualidad hoy tiene una diversidad amplia de modos de expresarse, con nuevas posibilidades como puede ser la pansexualidad, por citar solo un ejemplo.
-Así tiene que ser, ¿por qué vamos a cerrarnos en algo impuesto si se puede canalizar desde tantas posibilidades? En lo personal, siempre estoy abierto a la sorpresa.
Es hora de terminar la charla. El actor, que no reniega del plan promocional de la película El empleado y el patrón, también se reserva la posibilidad de estar junto a sus afectos más cercanos, como cada vez que pisa suele argentino. En poco tiempo volverá a partir, ya que lo espera una agenda abultada que incluye una película dirigida por Erwan Leduc que se rodará en Francia. Y, si todo llega a buen puerto, volverá pronto a Buenos Aires para rodar cine en su idioma natal: “Se trata de proyectos con directores con los que ya trabajé”, finaliza enigmático, como tantos de sus personajes.
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