El calvario de la protagonista de esta premiada película de Delphine Deloget saca provecho del talento de Efira para construir una heroína tan falible como empática
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Nada por perder (Rien à perdre, Francia-Bélgica/2023). Dirección: Delphine Deloget. Guion: Pierre Chosson, Delphine Deloget, Julia Kowalski. Fotografía: Guillaume Schiffman. Edición: Béatrice Herminie. Elenco: Virginie Efira, Félix Lefebvre, Arieh Worthalter, Mathieu Demy, India Hair, Alexis Tonetti. Duración: 112 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Distribuidora: CDI Films. Nuestra opinión: buena.
Drama de la debutante Delphine Deloget que no pasó inadvertido por el Festival de Cannes, seguramente no por su planteo inicial, pero sí por su desarrollo. El universo de Sylvie (Virginie Efira) es tan diverso como caótico. Su trabajo como camarera en un club nocturno la obliga a estar muchas horas lejos de casa, sin siquiera poder atender por su teléfono. Por eso se entera (tarde) que su hijo menor, Sofiane (Alexis Tonetti), tuvo un accidente doméstico en el que se quemó todo el pecho; es más, de no ser por su hermano mayor, Jean-Jacques (Felix Lefevre), la cosa podría haber terminado mucho peor. Ella es madre soltera, y debe lidiar con eso.
Lo que parece una resolución sin mayores consecuencias, se transforma en el verdadero calvario para Sylvie cuando, a raíz del protocolo del hospital, una asistente social aparece en su casa para sacarle al pequeño, por considerarla no apta para su cuidado. Es entonces cuando comienza para la protagonista su lucha contra el sistema, para que este le devuelva a su hijo.
Deloget, también firmante del guion, se esfuerza en remarcar que Sylvie se ve obligada a cuidar de todo el mundo, menos de ella. Está a cargo de su hermano menor Hervé (Arieh Worthalter), que parece un chico más; se saca chispas con el mayor, Alain (Mathieu Demy), y trata de abrirle los ojos a un abanico de personajes que se irán cruzando con ella, mientras busca las mil maneras de torcer las rígidas decisiones del Servicio Social, que está decidido a que no vea a su hijo nunca más.
Conforme avanza, Nada por perder va cambiando de registro. Comienza en tono liviano, casi como si fuera una comedia dramática, pero de a poco se va tornando cada vez más dura y angustiante. A pesar de los esfuerzos de la chica para torcer el destino y, dentro de su caos, intentar acomodarse a lo que un juez entiende como “un hogar de contención”, todo le sale mal, sumergiéndola en una impotencia que se transmite con igual fuerza a la platea.
Virginie Efira -un nombre cada vez más habitual en el cine francés- hace la diferencia para que la película de un salto cualitativo, más allá de lo que podría haber sido un melodrama sin interés. Su composición de un personaje abnegado, pero imperfecto, es tan brillante como para lograr una inmediata empatía; aun cuando la culpa con la que carga sea, de algún modo, justa.
En el apartado actuaciones, y dejando de lado a los hermanos que brillan con luz propia, se destaca también India Hair, como la némesis de Sylvie, corporizada en la estricta y nada empática asistente social Madame Henry. Si la angustia de esa madre desesperada enseguida conecta con el espectador, con Henry pasa exactamente lo contrario: cada una de sus apariciones es tan certera como para llevarse generosas dosis de odio acumulado, a la luz de sus decisiones.
Aunque la película en ningún momento se corre del drama de su protagonista, el guion se apoya en ella para invitar a repensar sobre el accionar de un sistema social imperfecto, que trasciende las fronteras del país para el que fue escrito. “Amor no es lo único que necesita un chico”, dice con cinismo uno de los profesionales de la historia, invitando al debate posterior en ambos lados de la pantalla.
¿Hasta dónde está dispuesta a llegar una madre para recuperar a su hijo? Ya desde el título, Nada por perder ofrece una respuesta, que será el eje troncal de cada una de las decisiones que tome la protagonista. Balanceándose en el delicado equilibrio de una historia que, incluso en su pretendida asepsia, toma posición. Nadie puede sentirse indiferente ante un problema así, y el film lo deja bien claro.
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