Nace una estrella, el primer film en la carrera al Oscar que arranca en Toronto
TORONTO.- Para los más ansiosos, el inmenso festival internacional de cine (TIFF 2018) instalado en esta ciudad canadiense y el comienzo del largo camino hacia el Oscar son la misma cosa.
Hay al menos tres factores consolidados a través de los años le dan la razón a quienes no pueden esperar para lanzar siempre desde aquí madrugadores pálpitos y pronósticos con algún viso de fundamento. Primero, las ganas que tienen muchos de poner en marcha lo más rápido posible la carrera hacia los premios más importantes de la industria; segundo, las expectativas naturales de la multitud de ejecutivos, distribuidores y hombres influyentes del mundo del entretenimiento que convierten cada año para esta fecha a Toronto en la capital mundial del cine; y, por último, la propia muestra, gigantesca y llena de oportunidades, funcionando como inmejorable primera vidriera de los títulos que buscan su lugar en las futuras competencias.
Este año ya hay aspirantes fuertes en circulación. A la cabeza aparece la nueva versión de Nace una estrella, de Bradley Cooper, que tuvo aquí su estreno para todo el territorio norteamericano después de inaugurar el Festival de Venecia. Es un dato relevante, sobre todo para dejar a la vista la meticulosa estrategia que una película producida por un gran estudio de Hollywood (Warner) lleva adelante con la vista puesta en futuras nominaciones y candidaturas. E inmediatamente después aparece Roma, de Alfonso Cuarón, fortalecida por su triunfo en Venecia, que dicho sea de paso este año funcionó como la auténtica ventana inicial de la larga carrera hacia el Oscar. No es que Toronto haya perdido ese lugar. Lo que está ocurriendo aquí es la amplificación en una escala tan gigantesca como la de este festival de esos primeros escarceos insinuados en la ciudad de los canales.
Los comentarios sobre Nace una estrella van desde la mesura de varios críticos estadounidenses de alto perfil hasta el entusiasmo del columnista de Variety Khristopher Tapley, quien señaló que después de mucho tiempo Hollywood recuperó al héroe clásico y empático de sus historias románticas, lo que podría augurarle a la película muchas posibilidades de llevarse el Oscar en las cinco categorías más importantes: película, actriz y actor protagónicos, director y guionista. Esto, por supuesto, multiplica a priori las chances de Bradley Cooper , que se ocupó de estas últimas tres responsabilidades. Los vaticinios se extienden con bastante lógica a la banda sonora y las canciones originales. Y a esta tendencia se suma Lady Gaga , que le dio continuidad aquí a su potente interpretación con una presencia de altísimo perfil. Es la indiscutible figura central femenina de TIFF 2018.
Las tempranas chances que se le atribuyen a Roma, por su lado, abren una discusión adicional: cuál será el lugar de Netflix de aquí en adelante, imaginando sobre todo cuál sería la evolución de la próxima temporada de premios. El gigante del streaming llegó aquí con varios títulos de altísimo perfil y escala muy elevada. Tanto Roma como The Outlaw King, la película que abrió TIFF este año, deben verse en pantalla grande si queremos captar en plenitud todas sus características esenciales. Planteadas así las cosas, tiene mucho sentido que hace pocas horas el presidente de la asociación que nuclea a los dueños de los cines estadounidenses, John Fithian, haya urgido aquí públicamente a Netflix para que siga los pasos de Amazon y se vuelque a estrenar en pantalla grande sus producciones más ambiciosas.
Para darle más suspenso y sensación de dejá vu a estos tempranos pálpitos, algunos observadores ya empiezan a especular sobre la posibilidad de que la nueva película de Cuarón, filmada en blanco y negro en su México natal a partir de recuerdos autobiográficos, encuentre como rival en la carrera a Widows, de Steve McQueen, thriller sobre cuatro mujeres que perdieron a sus maridos (todos miembros del hampa) y deben afrontar las deudas que ellos dejaron pendientes durante sus andanzas. Cinco años atrás, con 12 años de esclavitud, McQueen le ganó a Cuarón una recordada pulseada por el Oscar a la mejor película, dejando al mexicano con el premio al mejor director, por Gravedad.
Algo parecido ocurrió hace dos años, con el agregado de un papelón histórico de la Academia en el anuncio del premio más importante, entre Damien Chazelle y Barry Jenkins. El primero se quedó con la estatuilla como mejor director por La La Land y el segundo, tras la confusión de Warren Beatty y Faye Dunaway ante millones de perplejos espectadores, terminó llevándose el Oscar a la mejor película por Luz de luna. Ahora, después de su paso por Toronto, empiezan a crecer las acciones (con cierto morbo adicional por lo que podría pasar) de ambos directores con sus nuevas y respectivas obras. Chazelle, con El primer hombre en la Luna, biopic del astronauta Neil Armstrong (Ryan Gosling), y Jenkins, con If Beale Street Could Talk, drama romántico inspirado en un libro del renombrado escritor afroamericano James Baldwin.
Hay otro paralelismo que seguramente crecerá en las próximas semanas, acompañado de inevitables debates. Son muchos los que auguran que Beautiful Boy, primer largometraje en inglés del director belga Félix Van Groeningen, y Boy Erased, segundo largometraje dirigido por el actor Joel Edgerton, no faltarán en la inminente carrera que culminará en el Oscar. Presentadas aquí casi al mismo tiempo con una repercusión muy destacada y adaptadas de hechos tomados de la vida real, tienen como común denominador las tensas y complejas relaciones entre padres e hijos. En Beautiful Boy, un periodista de nombre David Sheff (Steve Carell) debe hacer frente a la adicción a las anfetaminas de su hijo (Timothée Chalamet). En Boy Erased, el matrimonio personificado por Russell Crowe (un pastor bautista) y Nicole Kidman trata de someter a su hijo (Lucas Hedges) a una terapia para "curar" su homosexualidad. Todos los actores citados ya eran potenciales protagonistas de la próxima carrera por los premios antes de que comenzara el TIFF.
Todos estos augurios llegan por ahora con más mesura que ruido. Tal vez porque el mundo Hollywood está demasiado ocupado al menos hasta el domingo en otra clase de pronósticos, los del Emmy. Del Oscar se ocupó de hablar también aquí el presidente de la Academia de Hollywood, John Bailey, pero sólo para ratificar la postergación del lanzamiento de la polémica categoría de "película más popular" y confirmar dos decisiones que no tendrán vuelta atrás: la próxima ceremonia tendrá sí o sí una duración máxima de tres horas y algunos de los premios se entregarán durante las pausas publicitarias. Eso sí, el público podrá verlos mediante un montaje especial en algún momento de la transmisión televisiva, con discurso incluido. ¿Cómo lo harán? Lo sabremos dentro de un buen tiempo, cuando los pálpitos insinuados aquí ya adquieran una identidad más precisa y se confirme una vez más todo lo que ya sabemos: la carrera hacia el Oscar siempre arranca en Toronto.
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