Murió Octavio Fabiano
De la Cinemateca al Malba, salvó películas valiosas
A los 55 años falleció Octavio Fabiano como consecuencia de un derrame cerebral. Sus restos fueron inhumados en el cementerio de Flores.
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Su historia la contaba una y otra vez a aquellos que quisieran escucharla, con un único propósito: el de transmitir su pasión por el cine. "Nací en Italia, en un pueblito que ni siquiera está en el mapa. Mi madre me trajo a Buenos Aires cuando yo todavía era muy chiquito -recordaba Octavio Fabiano como si se tratase de una película más-. Todas las mañanas íbamos a misa. Para mí, lo más interesante de esto era que en la iglesia te daban un bono para una especie de matiné que se hacía en el salón parroquial."
Esas tardes lo llevaron a interesarse cada vez más, a punto tal que ya a los 11 años se animaba a proyectar alguno que otro film y a guardarse ciertos cortes que quedaban afuera por la censura del cura. De aquellos tiempos se quedó con varios fotogramas de escenas raras que lo llevaron a transformarse en un coleccionista, revisionista y, por sobre todo, un divulgador.
Estudió cine en La Plata, donde conoció a Rolando Fustiñana ("mi maestro"), con quien trabajó en la Cinemateca Argentina. Fue allí donde mamó todo lo que había a su alrededor y se hizo el interrogante que lo marcaría para siempre. ¿Para qué se guarda una película? Con la convicción de que hay que poder ver de todo, emprendió una odisea que llegó hasta estos días como miembro de la Asociación de Apoyo al Patrimonio Audiovisual (Aprocinain), cuyo fin fue el de abrir un nuevo campo de acción en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), el apoyo a la preservación fílmico nacional.
El hombre que adoraba ver en cinemascope la copia de "Apocalypse Now", de Francis Ford Coppola, fue el mismo que, allá por 1989, creó el Club de Cine, un cineclub atípico en el que convivían Fellini, Bergman y el cine bizarro. "Fuimos los primeros en pasar a Roger Corman", se enorgullecía tiempo después cuando todos se sumaban a la moda. Pasó con sus copias por subsuelos, llegó al Maxi con la Filmoteca Buenos Aires junto a su amigo y más íntimo colaborador, Fernando Peña, y de ahí se mudaron al Atlas Recoleta. Sin bajar los brazos hicieron frente a las numerosas crisis por las que atravesó el país, pero a pesar de eso su trabajo era tangible, en casos como el de "Mateo" (1937), de Daniel Tinayre. "Se debió recomponer una película destruida", aseguraba Fabiano.
Con el lema "restaurar una película no es sólo copiar, sino que implica todo un trabajo de búsqueda y reunión de los materiales faltantes y un proceso de selección", Fabiano y Peña se unieron en una de las búsquedas más románticas y quijotescas: la de salvar todo el material posible que se hallaba en el segundo subsuelo de la sede de la escuela de cine del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), al que el propio Octavio denominó como un "cementerio de películas".
Recientemente se había sumado al proyecto de Diego Curubeto para llevar al cine fragmentos de las películas de Isabel Sarli, cuando el martes la muerte lo sorprendió mientras soñaba con sus amados westerns e imaginaba a la Sarli moviéndose lentamente en "Insaciable".