Murió Larry Cohen, un director leyenda del terror clase B
Alcanza con buscar en YouTube a Larry Cohen para dimensionar la importancia que ese nombre tiene en la historia del cine, o en la historia contracultural de ese arte. El director, que a los 77 años murió en Los Angeles, es una figura clave en el género de terror, y su obra nunca dejó de ser recordada, homenajeada y reivindicada por voces de prestigio como la del propio Martin Scorsese.
Larry Cohen siempre trabajó en el clase B, en los bordes de la industria, y su falta de presupuesto, como suele suceder con los grandes directores de ese rubro, era reemplazada por una libertad rabiosa que lo impulsaba a contar historias imposibles de concretar en el mainstream. El cine de explotación fue siempre la trinchera de Cohen, y refugiándose allí pudo realizar obras maestras que hicieron escuela, y dejaron secuelas.
Luego de posicionarse como un importante guionista televisivo en los sesenta, colaborando en series de gran calibre como The Defenders, El fugitivo o The Nurses, Cohen realizó, entre 1972 y 1973, una trilogía inicial anclada en el blaxploitation (como se denominaba a las películas apuntadas al público afroamericano). De ese trío inicial de films de acción, se destacó rápidamente Black Caesar, una suerte de El padrino ultraviolento que retrataba, de forma salvaje, el ascenso de un joven que llega a lo más alto del poder criminal. Black Cesar condensa lo mejor del primer Cohen, utilizando un desparpajo de violencia que brinda un nervio inédito hasta en ese momento, una cámara que registra la violencia latente en las calles de Nueva York y una visceralidad en los personajes que anticipaba el tono de obras posteriores como Taxi Driver.
En sus siguientes largometrajes se dedicó a su gran amor: el cine de terror. En 1974, estrenó una de sus piezas más populares, It´s Alive, en la que un bebé monstruoso asesinaba a decenas de personas. El título se convirtió en un éxito del clase B, y en los años posteriores se realizaron dos secuelas. Al poco tiempo, el director se dio el gusto de ensayar un atípico thriller político con The Private Files of J. Edgar Hoover. En 1982, inauguró una década de lo más prolifera con Q, un film en el que una serpiente voladora aterrorizaba Nueva York. El realizador jugó con una especie de bestia tipo King Kong, y hasta se dio el gusto de poner al frente de la historia a un violento policía interpretado por David Carradine.
En 1985 alcanzó su obra más importante: The Stuff. La historia de un yogurt que mataba a quienes lo comían, se convirtió en el vehículo ideal para que Cohen reflexionara sobre el consumismo desmedido en Estados Unidos. The Stuff fue el punto más elevado en su carrera, en el que comprendió cómo podían convivir de manera perfecta el cine y el discurso. Marcó el justo equilibrio entre el placer del espectáculo truculento y la mirada de un autor preocupado por una sociedad que se alienaba ante cualquier moda absurda que se vendiera en televisión.
Cohen trabajó hasta 1996 completando una obra de veinte largometrajes, pero en los años posteriores no pudo lograr otros éxitos. En 1990, estrenó The Ambulance, un thriller en el que un historietista interpretado por Eric Roberts, buscaba por toda la ciudad a una mujer que había sido llevada en una misteriosa ambulancia. Como dato curioso, cabe destacar que en esa película hizo su primer cameo Stan Lee en el rol de un editor de Marvel.
Luego de diez años sin dirigir, en 2006 hizo un episodio de Masters of Horror, la antología de terror en la que varias leyendas vivientes del género realizaron una pieza de 60 minutos para televisión. Como guionista también fue responsable de crear a Maniac Cop, una popular saga de principios de los noventa y escribió dos importantes películas de Hollywood: Enlace Mortal, en 2003, y Celular, en 2004. En 2017, Steve Mitchell lanzó King Cohen: The Wild World of Filmmaker Larry Cohen, un gran documental que analiza al director y explica por qué su obra es una de las más ricas del cine moderno.
Alejado de las luces de Hollywood , Larry Cohen dejó un legado ineludible que alimentó (y alimentará) el apetito de los cinéfilos que busquen poderosas sagas ancladas en los márgenes de la industria. Las películas no necesitan de grandes nombres para dejar huella en la historia del cine.
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