Murió Alberto Kipnis, el creador de la meca cinéfila de la calle Corrientes
A los 23 años logró salvar de la quiebra al cine Lorraine, donde trabajaba como boletero, con un ciclo de películas de Eisenstein; los grandes creadores que pasaron por esa mítica sala –y sus tres sucesoras, Losuar, Loire y Lorange– educaron el gusto cinematográfico de varias generaciones; en los últimos años continuó difundiendo el cine arte a través de los complejos Arteplex
Dueño de una personalidad tímida y reservada, la labor de Alberto Kipnis permanecerá en la memoria a través de una marca que hizo historia como el cine Lorraine de la calle Corrientes. Fue la cuna del cine arte en la Argentina al despuntar la década del 60 e inauguró un modo de entender el cine que Kipnis abrazó con pasión hasta el día de hoy, cuando el agravamiento de una leucemia que sobrellevó con entereza durante un par de años acabo con una vida entregada a los sueños de celuloide.
Nacido en Parera, Entre Ríos, joven estudiante de derecho y aficionado al canto,la labor de Kipnis en el cine Lorraine comenzó casi por casualidad al perder su trabajo como recepcionista de un hotel por no estar afiliado al peronismo . Su siguiente oportunidad laboral fue como boletero de un cine llamado Lorraine que se encontraba al borde de la quiebra. Con una programación que daba vergüenza incluso al novel boletero, Kipnis propuso a los dueños un cambio de programación con un ciclo dedicado a Sergei Eisenstein que incluiría El acorazado Potemkin, Alexander Nevsky e Iván, el terrible, películas provistas por el sello Artkino. Fue el primer éxito de una sala que, de la mano de un joven de 23 años, se convertiría en indeleble marca cultural de Buenos Aires. Luego otro ciclo, dedicado a Ingmar Bergman, transformó al Lorraine en el templo pagano de toda una generación e hizo habitual algo inexistente hasta entonces: la cinefilia de la calle Corrientes.
De la mano de Kipnis tuvieron lugar en esa sala ciclos de revisión de grandes realizadores, como Monicelli, Bresson, Wajda, Fellini, así como la presentación de corrientes que marcaban el pulso del cine contemporáneo como la Nouvelle Vague, con Godard y Truffaut como estandartes, y la actualidad de las cinematografías de “detrás de la Cortina de Hierro ”. Se incluían programas de mano con la ficha técnica de cada película, un lugar destacado para el realizador y no para los intérpretes, una filmografía en orden cronológico y las frases de los críticos de aquel entonces. Tiempo más tarde añadió las “Ediciones Lorraine”, libros con los diálogos de Hiroshima mon amour, de Alain Resnais, o sobre cine polaco, con la firma de Mabel Itzcovich que sumaban definitivo perfil intelectual a esa sala con murales de Juan Carlos Castagnino y César López Claro. El éxito del Lorraine permitió abrir otras salas y convertir a la Avenida Corrientes en los “cines de las ele”. El cine Loire, donde hoy está el teatro Picadilly, cuyo nombre fue elegido por sorteo por el público del Lorraine, supo estrenar Masculino-Femenino, de Godard. El Losuar, por su parte, solía ostentar programas de mano con los rostros de Francois Truffaut, Jean-Luc Godard, Marcello Mastroianni y Julie Christie en la portada. Por último, completaba el seleccionado el Lorange, que en 1970 abrió sus puertas con Pasión, de Ingmar Bergman. Bajo esa influencia también aparecieron en la avenida Corrientes otras salas como el Lorca y el Cine-Arte y la clásica puja por las películas determinó el eslogan: “El Lorraine crea, no imita". Kipnis también tuvo que enfrentar la censura en innumerables ocasiones e incluso una bomba que hizo añicos el baño del Lorraine mientras proyectaba Roma, ciudad abierta.
El Lorraine cerró sus puertas en 1972 (se convirtió en Lorena y luego en diferentes librerías), y progresivamente las demás salas propiedad de Alberto Kipnis siguieron igual destino a fines de los años 90. En 2001 recibió el Premio Cóndor de Plata a la trayectoria y fue entrevistado por Mirtha Legrand en un programa que reunió a diversos desocupados: había perdido todos sus cines. Pero Kipnis no se rindió y brindó su último gran emprendimiento, la marca Arteplex, que llegó a tener salas en Caballito, Centro, Belgrano y Villa del Parque, pero los altos costos de alquiler atentaron contra la continuidad del emprendimiento y progresivamente también se fueron despidiendo. En 2013 fue declarado “Personalidad ilustre de la cultura” por la Legislatura porteña y dos años más tarde, el ciclo “El Lorraine en el Recoleta” fue un éxito que reunió por última vez su original mirada en la programación de ciclos y retrospectivas. A comienzos de febrero, el cine Arteplex Villa del Parque dejó de brindar programación de cine-arte y la salud de Alberto Kipnis se agravó rápidamente. Había perdido la última sala que programaba pero no su amor por el cine.
Testimonios de una época
ALEJANDRO SAMMARITANO (Cine Club Núcleo)
"Para que el público del Río de la Plata sea considerado en el mundo como uno de los más exquisitos en cuanto al gusto cinematográfico debieron reunirse varios elementos: en materia de distribución recordamos a Néstor Gaffet y a Isaac Vainikoff, desde la difusión del gusto por este tipo de películas, a mi padre, Salvador Sammaritano, con el Cine Club Núcleo, y desde la exhibición, a Alberto Kipnis. Dedicado durante más de medio siglo en las más emblemáticas salas de la calle Corrientes a mostrarnos las películas que "nos gustan", hoy despedimos a una querida persona que es una parte esencial en la cultura cinematográfica argentina.
CARLOS ZUMBO (Distribuidora Zeta Films)
Alberto Kipnis fue el principal promotor del cine de calidad en la Argentina. Sin ninguna duda su apoyo contribuyó a la existencia y continuidad de distribuidoras como la nuestra, Zeta Films, especializada en el cine arte. Tantas películas vi en mi adolescencia o juventud que luego Kipnis confirmaba que él las había programado, como las de Woody Allen en el Empire o Haz lo correcto en el Loire. Cuando veía las películas que yo iba a estrenar, me decia, "Muy buena la peli, pero qué difícil que es: ¿quién te la va a programar?".
JOSEFINA DELGADO (escritora)
Lo conocí personalmente cuando lo declararon personalidad destacada de la cultura, y recién ahí pude decirle de mi admiración. Empecé ir al Lorraine cuando tenía 18 años y ahí ví películas como Cenizas y diamantes, de Wajda o Los amantes, de Louis Malle. La entrada era muy barata y los jóvenes vivíamos dentro del Lorraine. Lo importante es que era una selección de cine que no había en ningún otro lugar y que no volvió a darse nunca más, en relación con esa constancia en la selección. Ahora Corrientes está totalmente desnaturalizada porque el Lorraine formaba parte de un rito que continuaba en el bar La Paz y en las librerías abiertas hasta la madrugada. Me acuerdo que había ido a ver La noche, de Antonioni y escucho una insistente y conocida tos: era mi papá que iba al Lorraine a escondidas de mi mamá. Era un cine distinto.
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