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Fue elegida “la mujer de mayor belleza natural de todos los tiempos”, fue una musa de la moda y favorita diva de Hollywood. Era toda una estrella cuando Blake Edwards la encuadró en una comedia basada en una novela que había sido una de las más renombradas de 1958 con la firma de Truman Capote. Audrey Hepburn encabezaba así el elenco de Breakfast at Tiffany’s, la película que se estrenó en algunos países respetando aquel Desayuno en Tiffany’s, en otros como Desayuno con diamantes o Diamantes para el desayuno; o con un título distinto, pero mucho más evidente para el espectador argentino que pudo verla en el Cine Ópera y sacó entradas para Muñequita de lujo. La película, de la que este año se cumplen 60 años de su estreno, era en apariencia una inocente comedia sofisticada muy habitual en el cine de entonces, pero escondía un costado mucho más sutil y melancólico en su mirada post New Deal y con un “sueño americano” que ya no estaba a la vuelta de la esquina. Por el contrario, al doblar la esquina, sólo quedarían para ver más vidrieras de la inalcanzable joyería Tiffany mientras Holly (una inolvidable Audrey Hepburn) come su crossaint elegantemente vestida al despuntar el alba. Porque para ella la jornada termina cuando para todos los demás comienza. Mostraba la búsqueda de fama y riqueza a través de amistades evanescentes y las ansias de triunfo a cualquier precio. En el anecdotario Muñequita de lujo dejará además una memorable canción para el devenir de los tiempos e incluso brindará a la Argentina el privilegio de contar con un actor de la película que vivió en nuestro país. Pero, por sobre todas las cosas, gracias al natural encanto de su protagonista cambiaría el paradigma de la belleza de Hollywood, y el de la mujer moderna con estilo e independencia.
Sin embargo fue Marilyn Monroe quien estuvo en la mente de Capote al escribir la novela, y Kim Novak y Shirley MacLaine en la de los productores para el rostro de la bella Holly; además de Steve McQueen en la de Edwards al momento de pensar en el rol del escritor enamorado Paul Varjak. Pero el contrato que mantenía con la señal CBS le impedía al actor más famoso del Hollywood de entonces aceptar el papel. Paul Newman y Tony Curtis fueron las opciones en danza con las que el director suplicó a los productores no incluir a George Peppard, pero Curtis fue rechazado por la Paramount y Newman no aceptó. Las negociaciones con Novak no avanzaron y MacLaine rechazó el papel decidiéndose por el rodaje de la olvidable Dos amores de Charles Walters; Marilyn haría lo propio por indicación de Strasberg: por el poco idóneo perfil que le agregaría a su carrera el papel de “escort”, pero su contrato con la Fox resultó la manera formal de excusarse.
Hoy nadie puede olvidar a Audrey Hepburn en su vestido Givenchy, y la mirada melancólica de George Peppard es igual de exacta para el escritor-gigoló que se entrecruza en su camino. El presupuesto estimado de dos millones y medio de dólares incluyó el pago de setecientos cincuenta mil para su protagonista. Como muchos de los grandes protagónicos del cine de la época de los grandes estudios, el azar terminó imponiendo su sello en la configuración de un clásico y Desayuno en Tiffany’s incluyó la llegada del director, Blake Edwards, como reemplazo de John Frankenheimer por las presiones del representante de Hepburn que aceptó a regañadientes que protagonizara la película por estar bajo contrato con la Paramount, pero no quería a un director desconocido. “Pero ella tomó algo que era unidireccional y lo convirtió completamente en otra cosa hasta el punto que la gente olvida de qué se trata realmente la película. Estaba asustada, feliz, divertida, encantadora, valiente y emocional”, confirma Sean Ferrer, el hijo de Audrey, en el documental The making of a classic que puede verse en YouTube. La historia presenta a Holly Golightly, que vive soñando con un mundo que no existe y es, al menos en apariencia, extrovertida y alegre para molestia de su casero japonés, el Sr. Yunioshi, el personaje menos logrado y más controversial de la película. Anhela el éxito igual que su nuevo vecino, un escritor prácticamente desconocido, que acaba de mudarse a su edificio y es mantenido por una señora de buena posición económica.
Sin embargo, lo unidireccional de la historia en la novela de Capote es aquello que la película hábilmente enmascara porque su mirada al sexo y a la prostitución es apenas insinuada, las veladas referencias a la bisexualidad y al hábito de fumar marihuana de Holly y a la homosexualidad de Varjak junto al gris cinismo que tiñen el relato original son reemplazados por un luminoso optimismo en el guion con la firma de George Axelrod que, además, realizó un primer borrador que tuvo que sortear el aún vigoroso Código Hays. Con la firma de Geoffrey M. Shurlock, la carta que dirige a Luigi Luraschi de Paramount es tan exhaustiva que incluso señala: “Recordará que discutimos los numerosos usos de las malas palabras en este guion actual, y acordamos que todos serían eliminados excepto uno o dos usos de la palabra “hell”, que usted sienta absolutamente indispensables”. El gran trabajo de Axelrod, si bien despreciado por Capote, no incluyó la de la fiesta, una de las escenas más legendarias que fue imaginada palmo a palmo por Blake Edwards, y donde puede ya atisbarse una labor que luego será expandida en la fabulosa La fiesta inolvidable. Pensada como una coreografía visual a la que iban agregándose diversas situaciones, una más disparatada que la anterior, tardó seis días en rodarse y además de champagne real en abundancia servido en el set introduce una importante galería de personajes como el político millonario brasileño José da Silva Pereira que escapa de la fiesta, gracias a los buenos oficios de Paul, justo cuando llega la policía.
Y aquí es donde la trama real de Muñequita de lujo se desdobla y mientras el tren que en la secuencia siguiente se dirige a Sing Sing en la imaginación de algunos espectadores argentinos seguramente cambiaba de dirección y llegaba a nuestro país, en virtud de la aparición en la fiesta del millonario sudamericano encarnado por José Luis de Vilallonga [solo Vilallonga en los créditos del film] y en la vida real Marqués de Castelbell. Este exótico personaje, que las biografías señalan como escritor y actor, además de aristócrata, tuvo su propia vida de película peleando a los dieciséis años para el bando franquista y con más de setenta engalanando su despacho con una foto autografiada del socialista Felipe González. Entre tanto, en 1945, nace su hijo John en alta mar, fruto de su unión con la aristócrata inglesa Priscila Scott-Ellis, en el barco que los traerá a la Argentina y donde permanecerán hasta 1950 dedicándose al mundo del polo y las carreras. Vilallonga debutó en el film Los Amantes, de Louis Malle, y será actor de Robert Siodmak, Agnés Vardá, Federico Fellini y Claude Lelouch, pero –casi siempre- en un único papel, el de un millonario plebeyo o un aristócrata con todos los títulos. A fin de cuentas, lo era. Y ese será el rol que también tendrá en Muñequita de lujo, cuando “América del Sur, tierra de abundancia y prosperidad” sea el libro que descubra Paul que leyó la enamoradiza Holly en la biblioteca vinculado al perfil del joven millonario brasileño. Un candidato aparentemente perfecto y que en el libro original tiene su recompensa cuando Holly se va a Brasil y no regresa jamás.
Pero si hay algo que será perfecto en la lente del gran director de fotografía Franz Planer (Horizontes de grandeza, La mentira infame), será la sutileza con la cual presenta en la vidriera de Tiffany, la combinación de deseo y fragilidad de la protagonista, reflejada entre joyas para ella cuasi-imaginarias mientras come una crossaint en perfecto Technicolor. Pero lo que convertirá a Audrey Hepburn en un ícono pop vigente al día de hoy será su bello rostro unido al fabuloso vestuario creado por el gran modisto francés Hubert James Marcel Taffin de Givenchy. Se conocieron en julio de 1953 y fue Hepburn quien le solicitó que la vistiera para su próxima película que sería Sabrina, que protagonizó estelarmente junto a Humphrey Bogart y William Holden. La amistad duraría más de cuarenta años y se extenderá en ocho películas que junto a la protagonista crearían una escuela del diseño cuyos rastros perduran –plenamente identificables- en las jóvenes actrices de hoy y, lo que es mejor aún, no pasan de moda.
“Las mujeres pueden parecerse a Audrey Hepburn si lo desean, cambiando su cabello y comprando gafas de sol y un pequeño vestido sin mangas. Creé un look de mi misma que fuese alcanzable”, decía la actriz en una entrevista en 1989. El clásico vestido negro que luce en la película fue subastado en 2006 por más de 800.000 dólares en Christie’s. Sumando al mundo de ilusión, Sam Wasson en el libro Fifth Avenue 5 a.m. Audrey Hepburn, Breakfast at Tiffany’s and the dawn of the modern woman (Quinta Avenida 5 a.m. Audrey Hepburn, Desayuno con diamantes y el amanecer de la mujer moderna), anota que había dos finales escritos para la película, uno triste a tono con el libro original y otro feliz. En tiempos del inevitable happy end, lógicamente la balanza se inclinó por este último y culminó siendo uno de los más memorables de toda la historia del cine. Añadiendo curiosidades la película comenzó a rodarse exactamente, y situación nada común, por el principio de la historia cuando la bella Holly contempla las joyas frente a Tiffany, Audrey Hepburn confiaría años más tarde que fue la escena más difícil que le tocó rodar. La joyería, consustanciada con el film desde su título, abrió de manera excepcional sus instalaciones un día domingo para que la escena en su interior pudiera grabarse con normalidad, si bien contó con un mini ejército de guardias de seguridad para que nada faltase.
En el citado documental, Blake Edwards confía en que el rodaje no fue fácil porque Audrey no seguía sus indicaciones hasta que la apartó para hablar a solas y le dijo: “Sólo hay un director, puede que no sea el mejor, pero es lo que tienes y sigues en lo que acordamos juntos o tienes que conseguir otro tipo de director”, confirmando que desde ese momento la actriz tuvo plena confianza en él. Sensible, intensa y esperanzadora Desayuno en Tiffany’s, o nuestra Muñequita de lujo, a sesenta años de su estreno es un clásico del cine porque ocupa el privilegiado lugar al que sólo acceden las películas de culto, grabadas a fuego –como el anillo que Paul encarga labrar en Tiffany para Holly- en la distancia exacta entre la memoria y el corazón.
UN CLÁSICO DE LA MÚSICA
Escrita por Johnny Mercer y con música de Henri Mancini, “Moon river” fue especialmente compuesta para la película y adecuada en sus arreglos para el poco caudal vocal de Audrey Hepburn y por eso se compuso en una sola octava. La escena quedó en la historia del cine cuando la bella Holly va a cantar a su ventana esperando que se seque su pelo, pero, por esas arbitrariedades del destino, casi queda fuera del montaje final. “Cuando vi la película por primera vez con gente, estábamos en un pase previo y el presidente de la empresa dijo: ‘Bueno, te diré una cosa de la que podemos deshacernos, de esa canción’. Afortunadamente Audrey se paró y dijo ‘sobre mi cadáver’”, recordaba Edwards. Así la canción se salvó y se convirtió en uno de los hits más importantes de todo los tiempos y le otorgó uno de los dos Oscar que ganó la película como mejor canción original (el otro fue por banda sonora). Habitualmente se cree que Hepburn ganó el Oscar como mejor actriz, pero fue derrotada por Sophia Loren por Dos mujeres. Las otras nominaciones fueron para mejor dirección de arte en color y mejor guion adaptado.
Tras el éxito del film, “Moon river” fue grabada por una enorme cantidad de intérpretes, desde Frank Sinatra a Karel Gott pasando por versiones orquestales como la de Mariano Mores. Una de las más difundidas fue la de Andy Williams, que la cantó en la ceremonia de los Oscar de 1962.
UN REPARTO CON POLÉMICA
Muñequita de lujo estuvo sustentada por una notable galería de personajes de reparto que, en líneas generales, sostienen con mucha convicción y eficiencia sus roles para la pantalla grande. Además del citado José Luis de Vilallonga, debe destacarse a Patricia Neal, como la Sra. Emily Eustace que mantiene a Paul Varjak, una afamada actriz de Hollywood que dos años después secundando a Paul Newman ganaría el Oscar por El indomable. Buddy Ebsen, actor de fama en los años cuarenta que vio reverdecer su carrera gracias a su Doc Golightly, el marido de Holly; y probablemente, dos de los más importantes actores de reparto de Hollywood, Martin Balsam (que un año antes había sido el detective privado Milton Arbogast en Psicosis); y Alan Reed, que muchos años después se haría famoso dándole su voz a Pedro Picapiedra, aquí como el mafioso Sally Tomato. Los fanáticos también incluirán en esta lista al “gato sin nombre”, tan dueño del final como sus protagonistas. El único que desentonó fue el famosísimo Mickey Rooney con su exagerada composición del japonés Yunioshi que además de fundir dos personajes en uno, considerando que amalgamó el de Sapphia Spanella del libro original, tiene un tono absolutamente fuera del registro integral del film. Blake Edwards lo defendió señalando que era la válvula de descompresión del drama, pero Rooney jamás estuvo feliz con su papel. Para peor fue criticado por sus connotaciones estereotipadas y racistas. Indudablemente un germen para el mucho más popular Cato, el fiel sirviente del inspector Clouseau, que en la piel del actor chino Burt Kwouk aparecerá en la saga de La Pantera rosa.
EL ESTRENO EN LA ARGENTINA
42 pesos con 50 centavos pagaron los espectadores para poder sentarse en la butaca del cine Ópera desde el 17 de Abril de 1962 en el estreno argentino de Muñequita de lujo. La película, que recibió la calificación de prohibida para menores de 14 años e inconveniente para menores de 18, aunó los intereses del público y también de la crítica más rigurosa que la celebró con sorpresa. “Tengamos presente que en el último Festival de Mar del Plata, el crítico francés Louis Marcorelles dijo públicamente, ante la sorpresa general, que este film tenía muchos pasajes superiores a La noche (la notte, Michelangelo Antonioni). Tal vez no sea exactamente así, pero en una comedia como esta, la soledad e incomunicación de los personajes son tan evidentes como en la obra de Antonioni, y la sofisticación no llega a ocultar la sordidez y la angustia en que viven”, escribía Héctor Vena en la mítica revista Tiempo de Cine.
Dónde ver el film. Muñequita de lujo (Desayuno en Tiffany’s) está disponible en Qubit.tv.
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