Muchachos vs. Elijo creer, Francella vs. Darín: ¿cuál de las dos películas sobre la consagración en el Mundial de Qatar hay que ver?
La “película de la gente” y la “película de la Selección” se enfrentan desde este jueves en los cines para ver cuál gana en las boleterías
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Diego en el cielo, Lionel en la cancha y cinco millones de personas en las calles. Hace casi un año, la alegría atravesaba clases sociales, credos, fanatismos (futboleros y de los otros) e ideologías. Después de 36 años sin héroes, un grupo de pibes embanderados de celeste y blanco le dieron a todo el pueblo argentino, que los había acompañado en las buenas y en las malas, lo que le pedían. Más, cada día más.
Aquella gesta de proporciones épicas por los llantos de felicidad, la bronca de una derrota prematura, los penales errados, empates de último minuto y nervios de punta, un año después tiene un nuevo corolario; y esta vez, por partida doble. Se trata de las películas Muchachos y Elijo creer, que reflejan lo vivido, experimentado y celebrado en el Mundial de Qatar 2022.
Si luego de cada triunfo mundialista tuvimos un registro cinematográfico de lo ocurrido, esta vez el archivo se eleva al cuadrado. Muchachos se anuncia como “la película de la gente”, mientras que Elijo creer se presenta como “la película de la Selección”. La diferencia es tan pequeña como mentirosa, pero alcanza como recurso tendiente a la apertura de una grieta marketinera, que empuje al espectador a ver una o la otra. ¿Realmente hay que elegir? ¿Con una me alcanza? ¿Hay algo nuevo para contar? Estas y otras preguntas sobrevuelan desde que ambos proyectos se anunciaron, y recién ahora van a tener sus respuestas. Como en una reconversión de la final con Francia, otra vez dos gigantes se ponen frente a frente. Pero esta vez no hay un favorito.
La que le faltaba a Messi
Un buen primer paso es ver con qué antecedentes y preparación entran los equipos a la cancha. Muchachos llega de la mano de Pampa Films, con textos de Hernán Casciari, dirección de Jesús Braceras (Monzón, Barrabrava, Estocolmo) y un trabajo minucioso de recolección de material público y privado. Tal vez por falta de recursos, tal vez por decisión artística, lo cierto es que los responsables del film decidieron colocar a los fanáticos de la Selección como protagonistas, y para ello recogieron cientos de videos de hinchas dentro y fuera de la cancha viviendo cada instancia, sufriendo, gritando cada resultado. Así, la propuesta es recorrer cronológicamente cada paso de la Selección en Qatar, con imágenes oficiales de los partidos y la reacción de aquellos que los siguieron desde todas partes del mundo. Por supuesto que no son todos anónimos, en la segura necesidad de buscar valor agregado también aparecen influencers y panelistas. En relación a este último rubro llama la atención que en un documental de estas características la primera cara conocida que aparezca en pantalla sea la de Guido Zaffora, como parte de un segmento de Intrusos en el espectáculo que se ocupaba de la relación de Rodrigo De Paul con Tini Stoessel. Así, a pura garra y corazón, esta película sería análoga al equipo que nació en el potrero, que transpiró la camiseta y hundió los botines en el barro.
Del otro lado del círculo central está Elijo creer, el caballo del comisario, la película oficial de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) y el Grupo Octubre. A diferencia de su contrincante, este documental con “dirección artística” de Gonzalo Arias y Martín Méndez se beneficia con material exclusivo recolectado a lo largo del mundial, junto a entrevistas realizadas para el estreno de los protagonistas de la gesta qatarí. Lionel Messi, Ángel Di María, Emiliano “Dibu” Martínez, Rodrigo De Paul o Claudio “Chiqui” Tapia, entre muchos otros, se aferran copa en mano a los recuerdos, a cada momento de ilusión o zozobra vivido durante ese mes de “finales”, luego del revés inicial frente a Arabia Saudita.
A diferencia de Muchachos, donde se presenta un registro meticuloso de cada contienda, aquí las imágenes de archivo (potenciadas por la inolvidable emoción de Pablo Giralt y Víctor Hugo Morales, hoy los dos más importantes referentes del relato en nuestro país), están al servicio de una historia que el espectador común no conoció, o vivió de lejos, sin demasiado detalle. Las sensaciones de vestuario, las arengas triunfalistas, el abrazo contenedor, los miedos ante una posible derrota, todo es relatado por sus protagonistas, con los detalles y la nostalgia de quienes lo sintieron en carne propia.
Un ejemplo entre muchos es lo concerniente a la lesión de Rodrigo De Paul, en la previa del partido frente a Países Bajos. Así lo relata en primera persona en el documental: “El primero que se me acerca es ‘el enano’ a preguntarme qué me había pasado. El técnico me dice de hacerme una resonancia pero le digo que no, porque sabía que podía salir una lesión y era quedarme afuera. Me hice una ecografía, me dijeron que no era grave pero eran de 10 a 15 días de recuperación. Me fui a llorar a la habitación, era lo único que hacía. Al otro día pido hablar con el técnico y le digo: ‘Lio, hace mucho que laburamos juntos, tenemos mucha confianza, lo único que te pido es que me dejes decidir a mí si estoy para jugar o no. No le preguntes al doctor porque vos sabés qué te va a decir. Yo te prometo que te voy a decir la verdad’. Me contestó: ‘Bueno, listo, vas a decidir vos’”. Lo demás es historia conocida, De Paul volvió y brilló. Sin embargo, a la distancia y en pantalla grande, la anécdota sigue siendo conmovedora y un ejemplo de lo que fue este equipo y su hermandad, dentro y fuera de la cancha.
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De igual manera que la final de la Copa del Mundo tuvo dos figuras, de las mejores en lo suyo, que se midieron durante todo el partido, ambas películas cuentan con un par de notables a los que el destino les dio una misma responsabilidad: impregnar de emoción la contundencia de las imágenes.
Guillermo Francella y Ricardo Darín: duelo de titanes
Amigos fuera del set y de la cancha, Guillermo Francella y Ricardo Darín enfrentaron el desafío de ser la voz en off de Muchachos y Elijo creer, respectivamente. A pesar del oficio y de un timbre reconocible, bien argentino y con características de cheque en blanco, el trabajo de ambos no fue fácil. Parafraseando aquello de “si no hay nada que decir, mejor no decir nada”, si de algo se habló durante el último año fue del mundial, en la tele, en la red, en cada asado, juntada con amigos o entornos laborales: ¿qué más se podía decir?
Un muy entusiasmado Guillermo Francella le decía a LA NACION: “La verdad es que cuando Disney y Pablo Bossi me ofrecieron el proyecto, no sabía que Darín participaba en otra película. Soy fanático del fútbol, amo ese deporte, así que lo primero que pedí fue ver el film, con el que quedé deslumbrado, me morí. Además, cuenta con textos de Hernán Casciari, nada más ni nada menos. Estoy con poco tiempo, pero me hice un espacio para poder grabar en un estudio durante ocho horas seguidas. Al día siguiente de esa grabación, me enteré que el Grupo Octubre había convocado a Ricardo para la otra película. Yo no sabía nada de su existencia y creo que ellos tampoco de la nuestra, no lo sé, medio raro”.
Por su parte, el protagonista de Argentina, 1985 aseguró que el proyecto que lo tiene como narrador “es precioso. Es la forma más fantástica que tenemos de vivir este tipo de cosas. Creemos, y en un punto es cierto, que nuestra participación energética en cada evento hace la diferencia. Había una sensación generalizada de una gran necesidad de festejar algo. La prueba más clara está en lo que se generó con la vuelta de los chicos a Buenos Aires, que fue una de las cosas más raras que se vio en la historia del deporte. No hizo más que demostrar lo que ellos consiguieron, eliminar asperezas, diferencias, no había grieta posible, rencor ni resentimientos. Era todo un país detrás de una obra titánica”.
Como Messi en la cancha, cada uno apoyándose en sus muchos recursos abordó el relato a su manera. Francella, apoyándose en la pluma de Casciari, apeló a la emoción permanente, a conectar con su hincha interior y, merced a su voz rasposa, dotar al texto de una impronta muy personal, muy auténtica. Incluso apelando a alguno de sus latiguillos (sino no sería “el Francella de la gente”). Darín por su parte, eligió un tono más solemne, ascético, acompañando un guion que no siempre lo ayuda, provisto de palabras más preocupadas por la corrección gramatical que por transmitir un sentimiento. En este último caso llaman la atención frases como “el portero mexicano”, o palabras tan alejadas de los tablones como “cotejo” y “disparos inatajables”, entre otras. También hay detalles como: “Hubo un día en el que un mesías, bajó del cielo la tercera estrella”, resumen no por trillado, menos ejemplificador de lo vivido y atesorado en el corazón de cada argentino.
¿Cuál hay que ir a ver?
Siendo claro que en este caso no es necesaria una definición por penales, se puede ver a Muchachos y a Elijo creer como dos proyectos que de tan diferentes se convierten en opuestos complementarios. Ambos necesarios y bienvenidos un año después del triunfo mundialista.
En la primera prima la complicidad, la picardía, ese “Andá pa’ allá, bobo” que despierta espontáneas risas en la sala. Un guiño al espectador que comienza por el final, con Buenos Aires explotada de gente vivando el triunfo de “su” selección. De ahí en adelante todo será memoria emotiva, y los fans como protagonistas.
La segunda tiene un mayor valor documental, una columna vertebral mejor definida en base a imágenes y testimonios inéditos que completan los vacíos de la historia, ese lado B que siempre es bienvenido conocer. Que no se malinterprete, el relato también es pasional, pero más intimista, menos visceral. Una estructura donde los festejos quedan para el final y un inicio ya en el campo de juego, ese verde donde se comenzó a escribir la narración que puso fin a la maldición; los capítulos del derrotero de una tercera copa que hace un año volvió a casa para quedarse.
¿Una es mejor que la otra? Para nada. ¿Alcanza con ver solamente una? Claro que no, cualquier decisión al respecto redundará en una mirada sesgada, innecesaria teniendo tanto material a disposición, y la necesidad de, como infinidad de veces este año, revivir y reafirmar la alegría.
Tanto Elijo creer como Muchachos quedarán en la historia como testimonios de una epopeya que, como toda leyenda que se precie, no tiene una sola manera de contarse.
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