Goodnight Mommy tiene misterio, pesadillas y mucha truculencia
Goodnight Mommy (Ich seh ich seh, Austria/ 2014) / Guión y dirección: Veronika Franz y Severin Fiala / Elenco: Susanne Wuest, Elias Schwarz y Lukas Schwarz / Fotografía: Martin Gschlacht / Edición: Michael Palm / Música: Olga Neuwirth / Diseño de producción: Hubert Klausner y Johannes Salat / Duración: 100 minutos / Calificación: SAM 16 años / Nuestra opinión: muy buena
Estrenada en el Festival de Venecia en 2015, esta provocadora película austríaca ha generado todo tipo de polémicas. No casualmente su productor es Ulrich Seidl, pareja de la directora Veronica Franz y responsable de la trilogía Paradies, que también desató virulentas discusiones en cada lugar donde fue exhibida -en la Argentina sólo se estrenó la primera parte, Paraíso: Amor (2013), protagonizada por una cincuentona enredada en una humillante historia de turismo sexual en África-.
En este caso, los protagonistas son dos inquietantes gemelos que en el inicio de la historia aparecen extrañamente solos en una sofisticada casa en medio de la campiña. Hasta que llega su madre, una veleidosa conductora televisiva que se ausentó un tiempo para someterse a una cirugía estética y de inmediato empieza a tener serios problemas con ellos. Temperamental y neurótica, la mujer trata a los chicos con una frialdad y un desprecio -sobre todo dirigido a uno de ellos- que los transforma en inesperados enemigos.
En algún momento, esa enemistad manifiesta muta en alarmante sospecha: ¿esa mujer con la cara cubierta es la misma que teóricamente entró al quirófano? Sometida a una serie de pequeñas pruebas por esos niños de comportamiento exótico que coleccionan insectos y parecen perturbados por algún trauma del pasado, la mamá definitivamente no logra convencerlos. Y de pronto queda convertida en su insólito rehén. Se desatará entonces un ominoso catálogo de perversidades con el que los directores se regodean en exceso. Esa insistencia en una detallada exhibición de crueldades quizás sea la principal flaqueza de la película, cuya referencia más visible es Funny Games, otro cuento perverso del también austríaco Michael Haneke, pero que también dialoga con Los ojos sin cara, de Georges Franju; Pacto de amor, de David Cronemberg, y La piel que habito, de Pedro Almodóvar.
El riguroso trabajo de puesta en escena de la dupla de directores es fundamental para la creación de un clima espeso y oscuro que cubre por completo este estilizado thriller psicológico que combina misterio, pesadillas y truculencia con una malicia que estremece.
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