Misión imposible: la película que indignó al elenco original de la serie y enemistó a Tom Cruise con Brian De Palma, pero dio pie a una de las sagas más rendidoras de Hollywood
Estrenada en 1996, la producción se demoró más de lo esperado, obligó a varias reescrituras del guion y tuvo un abultado presupuesto que dio enormes ganancias
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Durante siete temporadas y 171 episodios, la serie Misión imposible se transformó en una leyenda de la pantalla chica de los años sesenta y setenta. Por eso, cuando en la década del 90 comenzó en Hollywood la carrera por reformular viejos éxitos asegurados, la creación de Bruce Geller fue un número puesto.
El proyecto de adaptar Misión imposible a la pantalla grande se inscribió dentro de una fiebre de remakes que, por entonces, parecían ser un filón de oro para una industria algo carente de ideas. Los estudios Paramount llevaban la delantera con tres éxitos consecutivos: la sobrevalorada Star Trek: La película (1979), Los intocables (1987) y Los locos Addams (1991). Por eso es que no parecía tan raro que desempolvar los derechos de la exitosa serie clásica -comprados apenas terminada de emitirse, en 1973- podía ser una buena idea. Bastante mejor que la adaptación de El santo con Val Kilmer, que se puso en marcha al mismo tiempo y así le fue.
La primera duda con respecto al grupo de espías que se jugaban la vida en cada misión fue ver si se aggiornaba el programa en su totalidad, o solo el concepto. Es decir, si volvería todo el equipo de agentes con mismos nombres y nuevos rostros, o se mantendría la esencia a partir de nuevos personajes. Mientras en las oficinas de Paramount discutían una opción y otra, una tarde golpearon la puerta: era Tom Cruise. Ese día nació una de las franquicias más poderosas del cine contemporáneo.
Sale Quentin Tarantino, entra Brian de Palma
A la luz del estreno de Misión imposible: sentencia mortal Parte 1, séptima entrega de la saga, no hace falta contarle a las nuevas generaciones quién es ni de qué es capaz el super agente Ethan Hunt. Sin embargo, a mediados de los 90 había más dudas que certezas.
Cruise llegó a aquella reunión con nuevas ideas en torno a la franquicia, y especialmente a él. Con el suficiente peso específico como para hacerse escuchar, el actor planteó que era momento de romper con todo lo hecho, y animarse a crear un nuevo tipo de historia, afín a las audiencias de fin de siglo, y a su carisma. De paso, ofreció sumarse como productor a través de su recién creada compañía CW junto a Paula Wagner. “Me pareció un proyecto perfecto para poner en marcha a nuestra empresa -declaraba luego-, tenía todos los elementos para convertirse en un film entretenido y con mucho suspenso”. El presupuesto se fijó en 80 millones de dólares, mucho en esa época, como también las fechas tentativas de rodaje y estreno. En Paramount se abrazaron entusiasmados, pero había un problema: faltaba el director.
Las claves en la reinvención de Misión imposible fueron dos: sumarle secuencias de acción como no se habían visto hasta entonces en el cine (algo que con el tiempo se convirtió en una característica fundamental de la saga) y mantener el tono “adulto” de las clásicas películas de espías. Por eso, Cruise estaba convencido de que la persona más adecuada para dirigir el barco era John McTiernan. La lógica del astro era incuestionable, el realizador había sido el alma de Duro de matar (1988) y también de La caza al octubre rojo (1990), dos películas muy diferentes entre sí, pero complementarias en la mente de Tom. De paso, se daba el gusto de trabajar con él luego de que se frustrara su encuentro en The Firm: fachada (1993), película que terminó a cargo de Sydney Pollack.
McTiernan dijo “gracias, pero no”, obligando a protagonista y productores a comenzar una búsqueda tan amplia que incluyó al mismísimo Pollack en condición de consagrado, como así también a Quentin Tarantino, artesano en ascenso gracias al inesperado éxito de Tiempos violentos (Pulp Fiction, 1992).
Sin embargo, otro nombre que estaba fuera de radar, se metió en la contienda y ganó. Tom Cruise y Brian de Palma se juntaron en un restaurante de Los Ángeles a hablar de la vida y de futuros proyectos, cuando el artista le contó los problemas para encontrar a alguien que se hiciera cargo de Misión imposible. De Palma, hombre de proyectos más pequeños y personales, entendió lo que podía significar para su carrera una película de esas características y se apuró a ofrecerse. “Paula y yo pensamos -contaba el actor- que el talento de Brian nos permitiría trascender el concepto de ‘thriller’ de la película. Queríamos algo diferente. Hoy es muy difícil hacer una película de espías porque la guerra fría ya no existe, los villanos cambiaron. Entonces mi interés era que el argumento y los personajes tuvieran otra complejidad, más emocional y realista. Por eso Brian era la mejor opción”. El trato se cerró con un apretón de manos y dos copas de vino.
Un guion imposible
Muchos nombres metieron mano en el guion. Los primeros fueron Gloria Katz y Willard Huyck, matrimonio tanto legal como creativo, que tenían en su currículum haber escrito American Graffiti (1973) e Indiana Jones y el templo de la perdición (1984). Sin embargo, los blasones no les alcanzaron, porque el resultado no conformó a Tom, quien los despidió sin dudarlo. Fue entonces que se puso a corregir lo hecho Steve Zaillian (Despertares, Peligro inminente, La lista de Schindler), pero esta vez fue Brian el que bajó el pulgar. La puerta giratoria mandó a Steve al banco, dejando su puesto a David Koepp, hombre de confianza de De Palma luego de Carlito‘s Way y venerado por la industria gracias a Jurassic Park. De este modo se llegó a un guion que gustó a todos, aun cuando promediando la filmación necesitó nuevas correcciones, que fueron ellas por Robert Towne, colaborador del protagonista en The Firm: Fachada y Días de trueno; y un diestro escritor a juzgar por su trabajo en Búsqueda frenética (Frantic, 1988), Traición al amanecer (Tequila Sunrise, 1988) y Barrio Chino (1974). Y como si esto fuera poco, la escena final fue escrita por el propio De Palma, al que le pareció que lo que estaba en el papel no era lo suficientemente electrizante. Una locura.
Todo el proceso de preproducción y rodaje de Misión imposible, especialmente lo relacionado a su historia, se mantuvo en el más absoluto secreto, algo que antes de las redes sociales se podía hacer. Tanto celo tenía una razón, que fue la gran sorpresa cuando se estrenó el film: el guion “autodestruía en cinco segundos” al personaje más querido de la serie. Jim Phelps, el incorruptible jefe del equipo, sería el villano de la función. Jon Voight fue el responsable de darle vida al personaje, luego de que Peter Graves (quien lo interpretaba en la televisión) leyera el guion y se negara furioso a formar parte del elenco. En lo que consideró un acto de traición a su alter ego, el actor fallecido en 2010, habló pestes de la saga durante años. Greg Morris, otro de los históricos llegó a la avant premiere sin tener idea de lo que iba a ver. Pero al conocer el plot twist se levantó y se fue de la salfa indignado.
El descubrimiento del doble agente que vendía secretos al enemigo, y que molestó a tantos, era la columna vertebral de la nueva Misión imposible. Una declaración de principios para que una legión de fans entendiera que la idea de Tom y compañía era barajar y dar de nuevo, rompiendo con la mística de lo hecho hasta entonces. Sin embargo, como tampoco era cuestión de ponerse en contra a los mayores de 30, se mantuvo la autodestrucción con humito incluido y la icónica banda sonora del argentino Lalo Schifrin.
Una amistad que se autodestruyó en cinco segundos
El rodaje fue tan complejo que obligó a que Misión imposible retrasara seis meses su estreno (la idea era lanzarlo en diciembre de 1995). A la logística de una superproducción de esas características, se sumó el empecinamiento de actor y director por hacer las cosas de la manera más realista que fuera posible.
“En la escena en la que estoy arriba del tren -cuenta Tom Cruise- nuestro problema fue cómo simular la fuerza del viento. Necesitábamos una máquina que fuera adecuada, probamos con todo tipo de ventiladores y hasta el motor de un jet, pero nada servía. Hasta que recordé que cuando hacía esquí aéreo había entrenado con un simulador espacial. Lo alquilamos y lo pusimos para que alcanzara una velocidad de 250 kilómetros por hora, tenías que estar muy bien sujeto para no salir volando”.
Cuando comenzó la promoción de la película, en el primer trimestre de 1996, ni Tom Cruise ni Brian de Palma dieron la cara. Fueron Emmanuelle Beart, Jean Reno, Ving Rhames, Jon Voight y demás integrantes del elenco quienes concedieron la mayor cantidad de entrevistas.
Este hecho consolidó el mito de que protagonista y realizador terminaron enemistados, sin querer saber nada uno del otro. Los rumores decían que el divismo de Cruise y su necesidad de meterse en todos los aspectos de la película molestaron a De Palma, acostumbrado a otro tipo de proyectos donde él siempre tenía la última palabra, fiel a su escuela hitchcockiana.
Sin embargo, o todo esto fue mentira o la sangre no llegó al río, porque en una entrevista de 2020 para Associated Press, el director de Vestida para matar aseguró: “Después de hacer Misión imposible, Tom Cruise me pidió que empezase a trabajar en una continuación. Le dije ‘¿Estás bromeando? Una de esas ya es suficiente, ¿por qué alguien querría hacer otra?’ Por supuesto, la razón de hacer otra es el dinero. Nunca fui un director que hiciera dinero, lo cual es un gran problema en Hollywood. Esa es la corrupción de Hollywood”. Efectivamente, la sangre no había llegado al río, pero los empapó lo suficiente como para no querer saber más nada uno con el otro.
Si bien al momento de su estreno el entusiasmo del público fue desparejo, Misión imposible recaudó alrededor del mundo 460 millones de dólares. Un motivo más que propicio para darle inicio a una franquicia que todavía sigue dando ganancias. En una entrevista con The Sydney Morning Herald, Tom Cruise -emulando a Harrison Ford- declaró que no tendría problemas en interpretar a Ethan Hunt hasta los 80 años, cuando todavía le faltan veinte. Vaya uno a saber si eso es bueno o malo, pero lo cierto es que es muy probable que suceda.
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