Mirtha Legrand recibió el doctorado Honoris Causa: humor, recuerdos, emoción y un apoyo explícito a la universidad pública argentina
La máxima estrella del espectáculo local recibió el Doctorado Honoris Causa en un acto académico en el que no faltó glamour y durante el cual también fue distinguido con el mismo título el productor y director Héctor Olivera
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La Universidad de Buenos Aires preparó en el atardecer del miércoles las mejores galas académicas para honrar con su máxima distinción a una figura central de la historia del cine y de la cultura del país, que “entregó su vida entera al arte y al público”. Y Mirtha Legrand, la destinataria de ese homenaje, dejó a todos felices al agradecer el Doctorado Honoris Causa con el que acaba de ser distinguida.
“Yo ya soy una leyenda. La leyenda continúa. Y ahora es una leyenda doctora”, dijo en el cierre de un discurso lleno de humor, en el que jugó todo el tiempo con las palabras alrededor de las conexiones (siempre mucho más simbólicas que reales) entre su trayectoria artística y la vida de una casa de altos estudios.
Pero al mismo tiempo no pudo con su genio y en un momento dejó explícito su apoyo “a quienes hicieron grande a la universidad pública argentina” y recordó que en ese mismo ámbito se formaron los cinco premios Nobel que tuvo la Argentina hasta ahora. En ese momento se ganó los aplausos más fuertes de todo el encuentro, el más importante de la jornada inaugural del segundo Festival de Cine de la Universidad de Buenos Aires (FIC UBA), que se realizó en el Aula Magna de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), ubicada en el pabellón 3 de la Ciudad Universitaria.
La mención no pasó inadvertida y adquirió mucha significación por el contexto en el que se desarrolló la velada. El Festival de Cine de la UBA inauguró sus actividades (entre las cuales hubo proyecciones dentro del pabellón de la FADU y al aire libre) mientras se desarrollaba a su alrededor una serie de acciones y protestas relacionadas con el conflicto que enfrenta al sector con el Gobierno desde hace varios días.
Legrand fue la estrella principal de la velada, pero no la única en ser distinguida por la UBA. En la misma ceremonia recibieron también el Doctorado Honoris Causa el director y productor Héctor Olivera y la directora, guionista y actriz franco-iraní Marjane Satrapi, esta última en ausencia. Debido a cuestiones personales, la celebrada realizadora de Persépolis debió postergar el viaje que tenía ya acordado para participar de las actividades del FIC UBA y acompañar la presentación de algunas de sus obras, y en su lugar envió un video de agradecimiento.
“La única carrera para la que no hice el menor esfuerzo fue la que me dio el título que acabo de recibir”, dijo una emocionada Legrand ante un auditorio heterogéneo que llenó el Aula Magna. Allí, además de sus familiares más cercanos (su hija Marcela Tinayre, sus nietos Juana y Nacho Viale), la escuchaban Carlos Rottemberg, Cris Morena, Claudia Villafañe, Teté Coustarot, el productor Luis Alberto Scalella, Gino Bogani, Facundo Suárez Lastra y muchas otras figuras del quehacer cinematográfico y televisivo, además de estudiantes de la FADU.
También recordó que durante su carrera ya había obtenido un título, el que interpretó a través del personaje central de una de sus películas más aplaudidas, La doctora quiere tangos (1949). “Pero ahora –agregó, siempre risueña- la doctora ya no quiere tangos, sino rap, trap y reggaetón”.
Antes de poner en sus manos el diploma, la medalla y el poncho tradicional de los Valles Calchaquíes salteños con los que se rubrica la distinción para cada nuevo destinatario del Doctorado Honoris Causa, la UBA hizo la enumeración de los méritos de la personalidad distinguida a través de un texto que se conoce como Laudatio.
Allí se recordaron los primeros pasos de la estrella, cuando “Rosa María Juana Martínez Suárez todavía no era Mirtha; tenía 13 años, los bucles dorados y una gemela idéntica –María Aurelia, Goldie- con la que compartía hasta el apodo”. Se hizo allí un recorrido por su extraordinaria carrera en el cine, que pasó de la comedia brillante (a partir de aquél debut junto a Niní Marshall) al drama y al cine negro de la mano de su esposo, el director Daniel Tinayre.
En esa segunda etapa, en la que “su capacidad actoral y su presencia hipnótica en la pantalla encontraron su mayor lucimiento”, Legrand se volvió “sinónimo de prestigio y calidad dramática”. El texto recordó también sus trabajos junto a los grandes directores de la época dorada del cine argentino: además de Tinayre, Francisco Mugica, Carlos Hugo Christensen, Luis César Amadori, Carlos Schlieper, Luis Saslavsky y otros.
“Mi vida es una caja de sorpresas. Ni en mis más remotos sueños imaginé recibir este reconocimiento”, dijo Legrand después de que el director general del FIC UBA, Ricardo Alfonsín, la presentara como “nuestra estrella más brillante”. Y agregó que se mantiene en pie a partir de la pasión por lo que hace. “Esa chispa nunca se apaga y nunca es tarde para nada”, apuntó.
“El mundo del cine se pone de pie para celebrarla”, agregó Alfonsín ante el gesto emocionado de la diva, de elegantísimo vestido turquesa. Antes, con el mismo espíritu celebratorio de algunos grandes momentos de la historia del cine argentino, Héctor Olivera recibió su premio y recordó los comienzos de una trayectoria durante la cual desempeñó todos los oficios imaginables en el cine.
“Escuchar en un rodaje la palabra ¡acción! es maravillosa porque significa pasar de la vida real a la vida mágica”, evocó Olivera, que inmediatamente después advirtió que el cine argentino está atravesando “un momento grave” por dos razones. Lamentó que por un lado el público se haya distanciado de las salas a partir de la pandemia y, por el otro, que el Incaa “no esté legislando de la manera debida”.
Además de Alfonsín, presidieron la ceremonia y entregaron las distinciones los responsables institucionales y artísticos del FIC UBA, Paola Quattrochi y Marcelo Altmark, y el decano de la FADU, Carlos Venancio.
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