En el cuento "El patio compartido" de su libro Nadie es más de aquí que tú, editado en 2007, Miranda July se cuestiona a través de sus personajes. Mejor dicho: los hace interrogarse. "Si estás triste, pregúntate por qué estás triste ¿Qué ha sido lo más aterrador que te ha pasado en la vida?". En cierta forma, toda su obra, sus colaboraciones musicales, sus cortos, sus performances, sus relatos, sus películas, están atravesados por esa sensibilidad que solo puede provenir de una artista –en este caso, multidisciplinaria– sumamente introspectiva.
July es una de las invitadas al 35° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, organizado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), para el cual el lunes brindó, a la distancia, una MasterClass. Minutos después, desde su casa, se comunicó por Zoom con LA NACION y advirtió que si se la notaba cansada era precisamente por eso: porque no había parado de hablar segundos antes. La preocupación por si ese agotamiento iba a incidir en la charla se disipó al instante, cuando uno percibe que July es una persona de una encantadora verborragia y, en consecuencia, imposible de editar. Cuesta reponerse después de una respuesta, reflexión, disparador. En un momento, al hablar de su tercer largometraje, Kajillionaire –la cineasta filmó su ópera prima Tú, yo y todos los demás en 2005 y estrenó El futuro seis años después–, se emocionó al recordar una escena. No es casual que esa viñeta haga referencia a la necesidad de los individuos por sentirse amados, por lograr una conexión única con los demás. La propia July, antes de formar una familia con el realizador Mike Mills, pasó por un período en el que creía que estaba desconectada del mundo. "Sentía que estaba acariciando solo la superficie de la vida", le confiesa a este medio.
Lo mismo le sucede a Old Dolio Dyne (Evan Rachel Wood), la protagonista del film que se estrenó en enero en el Festival de Cine de Sundance, quien, a sus 26 años, no conoce otra vida más que aquella que fue moldeada por sus padres, Robert (Richard Jenkins) y Theresa (Debra Winger), estafadores que basan su supervivencia en diversos ilícitos en los que la joven fue involucrada desde la niñez. Cuando la familia conoce a Melanie (Gina Rodriguez), la realidad de Old Dolio se expande, y descubre esos otros mundos posibles que July filma con un romanticismo que no elude el humor, otro componente clave de su obra. "Mucha gente me ha escrito diciendo que Kajillionaire era la película que estaban necesitando este año, y yo también advertí que necesitaba de los mensajes de la gente", le cuenta la artista a LA NACION. De nuevo surge ese anhelo por la conexión que en este 2020 se volvió más imperativo que nunca, y sobre lo que July también se explaya.
Lejos de mostrarse agotada, cuando empieza a compartir sus inquietudes y certezas, aparece esa creadora que siempre fue un fascinante e inagotable objeto de estudio, una inspiración análoga a quienes han tenido ese mismo efecto en ella.
–¿Cómo se siente volver al festival de manera virtual, nueve años después de presentar El futuro?
–Es muy lindo, todos fueron muy amables y dulces, y me dieron ganas de haber podido estar ahí presencialmente. Si bien no es lo mismo lo virtual, considero que es mejor que no tener nada, por eso siempre trato de estar en festivales de diversos países cuando puedo.
-Publicaste el libro El primer hombre malo en 2015 ¿En qué momento comenzó el proceso de escritura del guion de Kajillionaire y cuál fue el disparador?
–Empecé a escribirlo a fines de 2016, lo terminé a mediados de 2017 y al año siguiente ya comenzamos a filmar. Respecto a cómo se fue delineando, yo trabajo siempre desde mi inconsciente, y en este caso no sé por qué estos tres personajes se me aparecieron en mi mente todos a la vez. Siempre los pensé como estafadores, con una hija de género no binario con su cabello larguísimo, y todo el costado de la estafa no solo vino de mis revisiones de Misión: Imposible sino también de mis propias actividades cuando tenía veintipico, que bordeaban lo ilegal. Siempre tuve eso guardado, sabía que podía escribir fácilmente desde mi punto de vista. No es que mi familia fuera así, pero también son personas que no se conforman, que tienen mucha ansiedad respecto al dinero y hacen las cosas de manera diferente. Me parece que eso es generacional. Se perciben a sí mismos como outsiders, que están siempre pensando en lo que ellos necesitan.
Al mismo tiempo, yo fui madre [en 2012 nació su hijo, Hopper Mills] y eso despertó un montón de preguntas respecto al nacimiento, renacimiento, a cómo se transita la maternidad y la paternidad, y a quién es la figura que te está criando al mismo tiempo que criás a alguien.
–¿Cómo se trasladó la maternidad a tu trabajo como artista?
–Cambió mi trabajo en la medida en que empecé a mirar la vida de otra forma. Cuando tenés un hijo, hay cosas que ya no son una posibilidad, no podés contemplar no estar en este mundo. Tenés que vivir la vida, disfrutarla, permanecer aquí el mayor tiempo posible. Antes de ser madre, sentía que estaba acariciando solo la superficie de la vida, no es que tenía pensamientos suicidas ni nada por el estilo, pero me costaba conectarme con otros seres humanos. Entonces, en un sentido práctico, es bueno para el trabajo. Me siento satisfecha con haber esperado hasta tener una vida laboral que fuera difícil de borrar, porque a veces uno cree que la maternidad se puede llevar todo eso.
–¿Hasta qué punto tu papá Richard [Grossinger, también escritor, al igual que el tío de Miranda, el fallecido poeta Jonathan Towers] fue una influencia en tu vida y en este film? Solés incluir elementos autobiográficos en tu obra, como en el libro It Chooses You...
–Mi papá es un personaje muy intenso, él acapara todo. Si no fuese su hija pensaría 'Uh, ese es un hombre interesante, qué hombre más loco' (risas). Como soy su hija, tuve que adoptar una visión contraria para no sentirme abrumada. Uno siempre se moldea en relación al padre más poderoso. No es que mi mamá no tenga poder, tiene otra clase de poder, porque él la abruma, es esa clase de persona. Espero yo no ser así, pero mis primeros trabajos estaban atravesados por personajes que tenían mucho poder o ningún poder en absoluto. Cuando miro mis primeras grabaciones o cosas que hice, aparece esa pregunta de cómo podés existir si no sos nada, si no tenés nada. En cierta medida, mi trabajo fue una manera de construir un espacio para mí, un lugar que yo pudiera monitorear, en el que pudiera sentirme segura. Un lugar que me definiera. Una vez que hice eso, afortunadamente pude seguir adelante con otras temáticas.
Antes de ser madre, sentía que estaba acariciando solo la superficie de la vida, no es que tenía pensamientos suicidas ni nada por el estilo, pero me costaba conectar con otros seres humanos
–¿Seguís considerando que todas las familias tienen algo de secta como los Dyne en Kajillionaire?
–Sí. Uno pensaría que como filmé una película que aborda eso ya lo tengo resuelto con mi familia, y para nada. Cada uno tiene su lugar, como su propio rol, su propia caja. Todos tenemos nuestras rarezas, algunas son encantadoras y generan hermosos recuerdos.En otras situaciones los niños están desprotegidos frente a ellas, y es ahí donde la estructura muestra sus fallas. Se necesita más diversidad. Algunas familias parecen perfectas, pero si las estudiás de cerca, en esos mundos secretos se suscitan los traumas más importantes. Al mismo tiempo, hay familias queer que no se conforman, y eso muy positivo para la sociedad.
–¿Cómo fue trabajar con Evan [Rachel Wood] el aspecto físico del personaje, su modo de hablar, de caminar, los movimientos de su cuerpo?
–Es curioso, pero cuando empezamos con el proyecto no pensé en lo crucial que sería esa transformación, no solo para ella, sino para cualquier actor. No tenemos en Hollywood estrellas que se parezcan a Old Dolio todavía. No sé si todos saben esto de ella, pero Evan tiene una suerte de dualidad, tiene un costado masculino y uno femenino, y eso fue en parte lo que la llevó a querer interpretar el personaje. La voz que usa en el film es también su voz. Ella me reveló que podía hablar en un registro tan grave porque esa es su verdadera voz, que tuvo que cambiarla cuando comenzó a cantar. El personaje, a su vez, la llevó a vincularse con sus reflexiones respecto a su fluidez de género. Tuvimos tres ensayos para intentar encontrar los movimientos de Old Dolio, y para dilucidar por qué se movía así.
–Sé que Gina [Rodriguez] fue tu primera y única opción para el papel de Melanie, ¿qué viste en ella que te condujo a convocarla?
–El personaje de Melanie viene a representar a la audiencia. Ella para mí simboliza todo lo que es ser norteamericano en la actualidad. Mucha gente puede sentirse identificada con ella. Parece una mujer convencional de muchas formas, pero no lo es: es alguien muy fuerte, es alguien que crea un espacio vasto, es como la figura del knight in shining armor [el caballero de armadura brillante que viene a rescatarla] para Old Dolio.
–En ese sentido, ¿pensás que Kajillionaire es, antes que nada, una historia de amor?
–¡Sí, sí, lo pienso! De hecho mucha gente queer, antes de verla, me contaba que en las películas siempre fingen que las dos mujeres protagonistas se enamoran y que eso nunca pasa, y que hicieron lo mismo con mi película y que se sorprendieron gratamente cuando vieron que eso sucedía. Eso lo tomo como un gran cumplido porque no quiero que el aspecto queer defina el film, me parece que ya tenemos que naturalizarlo, que tenemos que pasar de ese punto, estar más allá. La película habla sobre dos personas que se conectan.
–Hay una escena en la película en la que ambas mujeres están juntas en la oscuridad, en la que Old Dolio habla de cómo no está en contacto con la vida y eso le facilita el dejarse ir; es muy profunda y emocional, ¿cómo concebiste esa secuencia? Porque el film también habla sobre eso, sobre estar desconectado de la vida...
–Me alegra que lo digas, porque ese momento es el corazón secreto de la película y lo que me fue muy difícil de poner en palabras. Esa escena era muy importante, y tiene un origen muy extraño. Recuerdo estar hablando con una amiga que es guionista, Sheila Heti, quien escribió un libro llamado Motherhood acerca de tener o no un hijo. Ella decía que todo el mundo se queja de los chicos y que no suena tan genial en algunos aspectos. Entonces traté de pensar en una metáfora y le dije: 'Imagina dos almas en el más allá que están flotando en la oscuridad. Una de esas almas nunca llegó a estar en un cuerpo en la Tierra, y la otra sí. Y esa que estuvo en la Tierra empieza a quejarse de enfermedades, desamor, dolor, y más; y la otra persona que nunca nació piensa que eso es horrible, que por qué querría vivir en un cuerpo humano, y la que sí vivió le dice que es lo más hermoso del mundo'.
Algunas familias parecen perfectas, pero si las estudiás de cerca, en esos mundos secretos se suscitan los traumas más importantes
Esa es la parte que uno no puede expresar: qué es lo que te lleva a vivir, porque a pesar de todo, es un regalo increíble. Le pregunté si esa era una metáfora para lo que se siente tener hijos y ella dijo que lo comprendió así. Me quedó dando vueltas en la cabeza. Pensé en cómo ponerlo en una película, cuáles son las condiciones que se tienen que dar para que dos almas estén en la oscuridad y una de ellas no haya vivido en cierta forma. De manera inconsciente, y aunque no lo creas, la película estuvo armada para que eso suceda de una forma no abstracta porque no es abstracta, tiene sentido para la película.
-¿Cómo elegís en qué medio volcar esas ideas que se te van presentando? ¿Cómo es tu proceso?
–La mayoría de las veces separo todo en lo que serían cajas virtuales, en las carpetas de mi computadora, y cuando surge una idea no es que tengo que decidir hacia dónde llevarla, no es una elección, se me hace muy obvio a qué lugar pertenece. Los diferentes medios tienen diferentes energías. Algunos proyectos son colaborativos, en otros yo estoy más en el centro como performerl donde se me ve más, y hay otros en los que apenas soy humana, que es cuando escribo. Esta mañana, por ejemplo, me desperté, me senté semidormida y me sentí una especie de monstruo, nadie me puede mirar ni hablar (risas). Por eso me pongo auriculares que cancelen el ruido, así tampoco me escucho a mí misma tipear, porque eso me volvería más autoconsciente. Ni siquiera escucho música, necesito completo silencio.
–Respecto a la música, es una parte integral de tu vida y tu obra, ¿cómo elegiste a Emile Mosseri para el soundtrack de Kajillionaire? ¿Habías escuchado su banda?
–-Esta es la primera vez que trabajo con un gran compositor desde el inicio del proyecto, usualmente se incorporan casi a lo último. Emile había compuesto la banda sonora de la película The Last Black Man in San Francisco, que produjo Plan B, una de las productoras de mi film. Lo conocí a través de ellos en un momento en el que sentía que ningún compositor era correcto para la película, me sentía una princesa rechazando propuestas de matrimonio (risas). En retrospectiva, ahora siento que lo estaba esperando a Emile porque desde el primer día fue perfecto, fue una hermosa colaboración, y luego trabajamos juntos en un corto que hice y nos divertimos mucho. No conocía su banda [The Dig], pero ahora soy fanática.
-¿Y ahora qué es lo próximo? ¿Una novela?
-Sí...
-¿La estás escribiendo ahora?
-La estoy escribiendo, pero de verdad que no tengo nada para decir todavía (risas).
-¿Cómo procesaste en este año tan particular la gran recepción que tuvo Kajillionaire?
-A ver... es todo tan distante porque estuve siempre en casa, pero la gente me empezó a escribir directamente en redes sociales. No tuve una audiencia a quien dirigirme en vivo, pero sí tuve esos mensajes tan personales que en un momento normal quizá no los hubiese necesitado. Yo los necesité tanto como quizá ellos necesitaban un mundo al que ir, como esta película. Me siento afortunada por eso.
-¿Cómo atravesaste 2020 desde lo personal?
-Enseñándole cosas a mi hijo porque las escuelas cerraron, lo cual fue muy intenso, al igual que todo lo que le pasó a él, que no pudo estar en contacto con otros niños, y que además es hijo único. Es decir, yo estoy bien, tengo lo básico, puedo seguir escribiendo, trabajando, ver a mi mejor amiga con distancia una vez por semana. Lo demás es extra, pero lo de mi hijo fue difícil.
-¿Qué te motiva a seguir creando?
-Muchas veces es alguna clase de dolor, de agitación, algo que no está bien pero que no llego a comprender, y que por eso intento clarificarlo con mi trabajo. Pero también el amor. Nadie sabrá nunca cuántas cosas hice inspirada por el amor, o por estar enamorada, es muy privado para mí, pero tuve hermosas musas en mi vida.
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