Miguel Ángel Solá, radicado en España: “En la Argentina estuve cuatro años y medio y no me llamó ni el loro para trabajar”
Crítico con la actualidad argentina, el actor cuenta que vive al día en Europa junto a su pareja, la actriz Paula Cancio; además en diálogo con LA NACION, no dejó tema sin tocar
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MADRID.– Es un sábado al mediodía y marcha coordinado un ejército de jefes de prensa, representantes, asesores de imagen, maquilladores, periodistas de diversos medios de habla hispana, técnicos de imagen y sonido y camarógrafos en los veinte livings donde se entrevista a celebridades del cine y la TV en nuestro idioma. Miguel Ángel Solá participa de esta rueda de prensa masiva también conocida con el anglicismo junket, en el Hotel Palace de Madrid.
“Soy un sapo de otro pozo. Estoy absolutamente asombrado con este movimiento”, dice a LA NACION. Este movimiento no le entusiasma demasiado al actor, quien habla en voz baja y serena, aunque no por esos sus declaraciones dejen de ser contundentes y agudas. En los Premios Platino que se entregaron este domingo, el actor estuvo nominado por su labor en Crímenes de familia, con dirección de Sebastián Schindel, que puede verse en Netflix. Solá interpreta en esta producción al esposo de Cecilia Roth y al padre de un joven, que compone Benjamín Amadeo, preso y acusado por haber abusado de su exmujer. En este contexto, además, una noche, en su propio hogar, ocurre una tragedia que tiene a su empleada doméstica (Yanina Ávila en un rol consagratorio) como protagonista.
Además de Crímenes de familia, Solá pronto estrenará La casa de los conejos, de Valeria Selinger, basada en la novela de Laura Alcoba. Pero Solá es también un actor de tablas. En Doble o nada, de Sabina Berman, dirigida por Quique Quintanilla, en los Teatros Luchana (producida por Tío Caracoles), actúa junto con Paula Cancio, su mujer en la vida real. Este éxito que se presentó hace algunos años en Buenos Aires, se estrenó el año pasado en la capital española y se prolonga en la cartelera madrileña, conocida por sus breves temporadas en comparación a las porteñas.
–Ignacio, tu personaje de Crímenes de familia, llamó la atención de la crítica. ¿Cómo describirías a este personaje y en particular esa distancia que tiene con su hijo?
-Es un pobre hombre. Un tipo que logró congeniar su trabajo con su proceso económico, con su vida, en un lugar normal, haciendo cosas normales y que, de repente, se le viene todo el mundo abajo porque pasa algo que estaba fuera de sus planes. Es el proceso de la mentira, del engaño en el que pueden incurrir las personas por cambiar el orden de importancia de las cosas. El guion estaba bueno, no conocía al director, los compañeros eran fantásticos y salió esa película.
–Sos una rara avis, un actor que hace extensas temporadas con sus obras de teatro en Madrid y en toda España, donde las temporadas suelen ser más cortas. ¿Cómo podés explicarlo?
-Nuestro proceso es destruir lo hecho para hacer una cosa nueva. Por eso hago obras durante tantos años. Paula es una actriz libre y se acopla a este juego.
–Puro vértigo.
-Absoluto. Hay que darle vértigo a la gente. Eso es el teatro. Lo otro no es teatro, es espectáculo.
–Crímenes de familia y Doble o nada plantean mundos siniestros. ¿Cuál es tu visión del mundo? ¿Sos una persona optimista?
-El mundo tiene su cara siniestra y también su cara hermosa. El teatro lo único que hace es festejar la vida. Incluso como el hijo, el padre o la madre de la película, todos hacemos lo que podemos. Algunos además tratamos de hacerlo bien o queremos hacerlo bien. Queremos diferenciarnos de aquellos que siguen galopando a cuatro patas. Todo está saliendo como el culo en el mundo.
–¿Creés en la justicia? ¿Creés en la justicia argentina?
-Hay que recrearla. Los hombres no somos hechos acabados ni la justicia lo es. Si no, no habría proceso para poder seguir adelante. Que me digas que la justicia está infiltrada de canallas, bueno, puede ser, pero tiene que haber una reacción de los no canallas, de la gente decente, para extinguir a esos canallas. No digo que los maten, pero que desaparezcan del ámbito donde tienen decisiones y poder. Porque, en cierto modo, son asesinos de la vida. Si esta justicia que tenemos no es suficiente, hay que crear una justicia que proteja a los justos, pero eso no es mi tema.
–¿Tenés planes o ganas de ir a trabajar a la Argentina?
-No, ojalá. Los últimos cuatro años que estuve allá me comí los mocos. No me llamó nadie. Era muy difícil vivir. En la Argentina te vas a comprar un chicle que ayer te costó 2 pesos y hoy cuesta 27. Hemos aceptado lo natural como antinatural. Esto es “Cambalache”.
–Pero en la TV tuviste participaciones…
-Sí, estuve en el programa de Virginia Lago. Fui porque me contrataron Pablo, Martín y Nancy [Echarri, Seefeld y Dupláa, respectivamente] para hacer La leona, un trabajo muy lindo, la pasé genial, e hice Germán, últimas viñetas.
–¿En España podés vivir bien de tu profesión?
-Bueno, nos cuesta mucho. No ahorramos. Podemos llegar a fin de mes y podemos pagarle el colegio a la niña. Dentro de todo, estoy bien, pero en la Argentina estuve cuatro años y medio y no me llamó ni el loro para trabajar.
–¿Por qué pensás que no te llamaron? ¿Sentís que hacer declaraciones polémicas, como las que hiciste la semana pasada sobre Marcelo Tinelli o sobre Susana Giménez, por ejemplo, quizá generan un efecto?
-No lo sé. El pueblo es muy condescendiente con sus señores. Sí, claro, pero qué me importa. El que quiera seguir en la ignorancia, seguirá en la ignorancia toda su vida. El que quiera seguir aceptando ser parte de experimentos de cómo doblar el lomo y hacerse una espalda de goma, va a seguir encorvado. Les van a decir: ¡Qué lindo vivir en Burzaco!”. Pero no van a ir a pasear a las 10 de la noche por Burzaco.
–Tampoco te desvela ser popular. ¿Qué personaje te gustaría hacer? ¿Con qué soñás profesionalmente?
-Estoy haciendo lo que quiero. Trabajo con quien quiero y todavía puedo darme ese pequeño lujo. Tengo los amigos que quiero. Y también están los otros, que no me quieren, y cuanto más lejos estén, mejor. No soy popular ni lo voy a ser nunca porque no soy un simpático de mierda.
–¿Y el prestigio? ¿Te interesa?
El prestigio no te da de comer ni te paga las cuentas del gas. Soy prestigioso porque se me da la gana, porque soy un buen actor y porque todo lo que hago lo hago hermosamente bien. Lo demás... es lo de menos.
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