Michelle Pfeiffer: "Me queda mucho por decir, no soy de las que se jubilan"
Tras años de esporádicas apariciones, la actriz fue la esposa del Bernie Madoff de Robert De Niro; Eva en la polémica ¡Madre!, de Darren Aronofsky, y ahora regresa en Asesinato en el Expreso de Oriente, de Kenneth Branagh
A Michelle Pfeiffer se la extrañaba. En los últimos años, mientras criaba a sus hijos, producto de su matrimonio con el guionista y productor de televisión David E. Kelly, sus actuaciones en cine fueron espaciándose. Pero a los 59 años, con sus hijos ya grandes, Pfeiffer volvió con todo a la pantalla: en el telefilm de HBO The Wizard of Lies, encarna a la esposa de Bernie Madoff, interpretado por Robert de Niro; en el thriller alegórico¡Madre!, de Darren Aronofsky, es la aterradora contrafigura de Jennifer Lawrence; y en la remake de Asesinato en el Expreso de Oriente dirigida por Kenneth Branagh -que se estrenó ayer en los cines locales-, encarna a la sensual Caroline Hubbard.
Descalza y con las piernas cruzadas sobre el sofá de su suite en el hotel Beverly Hills, Pfeiffer habla con voz tranquila, sólo interrumpida por alguna carcajada. Fuera de la pantalla, es una experta del bricolaje, de esas que tienen hasta cinturón de herramientas, y señala que fue parte de su infancia. "Mi papá se dedicaba a la construcción -dice-. Me daba un martillo y clavos, un par de tablones de madera, y yo me ponía a fabricar algo."
Tras su memorable Gatúbela en Batman regresa (1992), el año que viene Pfeiffer volverá al universo del cómic con Ant-Man and the Wasp, donde interpretará a la Avispa original, Janet van Dyne, madre del personaje de Evangeline Lilly. Y también volvió a cantar: es su voz la que se escucha durante los créditos finales de la película de Branagh.
El único rol que no ha vuelto a ocupar es el de productora. Aunque supo tener una exitosa compañía, Pfeiffer dice que por ahora está satisfecha con actuar. Y, aunque nunca trabajó con Harvey Weinstein, dice tener la esperanza de que las denuncias de acoso ayuden a generar un cambio en Hollywood. "Tiene que ser así", dice.
-Su personaje en ¡Madre! fue concebido como una especie de Eva ¿entendió así a su personaje?
-Darren Aronofsky, el director, se cuidó mucho de no darnos ese tipo de referencias. Yo interpretaba a una mujer que después de todos esos años, seguía locamente enamorada de su esposo, y que tiene muchos problemas familiares. Me mantuve en un lugar muy, muy humano. Y cada tanto miraba a Jennifer con una mirada de loca, sólo porque sí (suelta una carcajada).
-¿Le tienen que caer bien los personajes que interpreta?
-Tengo que encontrar el modo de que me gusten. El personaje que más me costó en ese sentido fue la madre asesina de Déjame vivir. Era malísima. No encontraba manera de identificarme con ella. Recuerdo que contaba los días que faltaban para abandonarla. En algún sentido, Ruth Madoff es una sobreviviente. Entendí su amor por su familia y su devoción hacia sus hijos, hacia su esposo. El punto crucial del personaje era ése. No podíamos contar toda su historia porque la película es sobre Bernie Madoff, y un día hasta la alenté personalmente a contar su vida. Pero entiendo por qué no quiere hacerlo.
-¿Los personajes que le resultan difíciles tienen alguna característica física que los distinga?
-Por supuesto. No vuelvo a ponerme el catsuit de Gatúbela en mi vida. Después de Stardust: el misterio de la estrella, nunca más usaré prótesis en la cara. Durante el rodaje, tenía la cara totalmente encapsulada, y era claustrofóbico. Nunca estuve más incómoda en mi vida.
-¿Hubiese hecho una película de Gatúbela?
-¿Me estás cargando? ¡Habría aceptado sin pestañear! Me encanta ese papel. Ya me había acostumbrado a las garras y la máscara, y había descubierto la forma de moverse del personaje. Hubo un par de conversaciones sobre el tema por ese entonces, pero al final no se concretó.
-¿Le resultó fácil volver a actuar o tuvo que hacer un poco de precalentamiento?
-Después de haber estado unos cinco años sin actuar, en 2007 hice El novio de mi madre, con Paul Rudd, y me sentí bastante oxidada. Me sorprendió, porque nunca me había pasado. Así que desde entonces, nunca pasé tanto tiempo sin actuar. Hoy por hoy disfruto de actuar como nunca en mi vida. Será porque ya no miro mis escenas en el rodaje ni me desespero por verme en la película. Por lo general, veo el film completo una sola vez y nunca más. Es mejor así, porque si no me pongo hipercrítica conmigo misma.
-Hay actores que siempre se guardan algo en la pantalla, para que el público se quede con ganas de más.
-Tal vez debería intentarlo. No siento que lo haga, pero como de hecho soy una persona bastante contenida en la vida real, puede ser que me cueste darme cuenta. Yo, al actuar, siento que transmito todo tipo de cosas. Pero quizá no es así: mi marido, que es guionista, tiene un mundo interior muy rico, y muchas veces siento que él cree que se está comunicando, pero en realidad está todo en su cabeza. Eso me pone loca (se ríe).
-Dijo que nada la pone más feliz que actuar, ¿cómo hace para no perder el eje cuando no lo hace?
-Hago carpintería. Pinto al óleo, por lo general, cuadros figurativos o retratos. Construyo cosas. Cuando mis hijos eran chicos, les construí una casita en el jardín. También restauré el frente de una de las chimeneas de la casa.
-Hizo una pausa en su carrera porque los roles que le ofrecían eran malos?
-Me costaba cada vez más decir que sí. Eran personajes que no justificaban dejar a mi familia sola. No quería alterar una y otra vez la rutina de todos, así que empecé a ponerme muy exigente sobre cuándo, dónde y durante cuánto tiempo iba a estar fuera de casa, y eso limitaba mis opciones. También puede ser que inconscientemente no quisiera trabajar. Después de cinco años, realmente empecé a extrañar el trabajo, y hasta mis hijos me preguntaban si no pensaba volver a actuar. Eso hasta me ofendió un poco. Para la época en que empezamos a buscar universidades, me di cuenta de lo mucho que iba a afectarme el síndrome del nido vacío, así que era mejor ponerse a trabajar. Realmente siento la necesidad de crear y de que mi vida tenga un propósito. De lo contrario, ¿qué me quedaba? ¿Aprender a jugar al bridge?
-Dijo que siempre tuvo el valor de actuar porque no le teme al fracaso. ¿Sigue sintiendo lo mismo?
-Claro que sí. Pero siempre tengo miedo. Con cada papel nuevo siento que puedo fracasar. Temo decepcionar al director y que piense que debería haber llamado a otra actriz. Cuando empezamos el rodaje de Asesinato en el Expreso de Oriente le dije a Steve Kloves, el guionista y director de Los fabulosos Baker Boys: "Estoy arruinando la película". (se ríe)
-¿Por qué sintió eso?
-Es muy difícil hacer una película de época como esa. Mi personaje es mucho más extrovertido de lo que soy yo, así que tenía que esforzarme mucho para salir de mi zona de confort. Había que zambullirse hasta el fondo, pero al principio es difícil confiar en que una podrá hacerlo. Y ahí estaba yo, actuando frente a Judi Dench, y pensé: "No podés fallar justo delante de Judi Dench . No te puede pasar".
-¿Frente a Judi Dench?
-Me puse a llorar ahí mismo de la emoción por conocerla.
- ¿Tuvieron que convencerla para que aceptara cantar?
-No hizo falta, pero no me dieron demasiado tiempo para prepararme. Recibí un mail de Ken donde me decía, "Tengo esta idea loca: ¿Te gustaría cantar la canción?". Yo no cantaba desde Hairspray, y mis cuerdas vocales están oxidadas. Le dije: "Lo intento, pero mejor que tengas un plan B". No me considero una cantante, sino una actriz que puede cantar lo suficientemente bien para una película. Si realmente entrenara mi voz, sería mucho mejor.
-¿Cree que los artistas deben reflejar lo que ocurre en la sociedad o impulsar a través del arte sus ideas? ¿Siente alguna responsabilidad en cuanto a eso?
-Sí, me siento responsable. Y es justamente por esa responsabilidad que tuve que dejar pasar algunos proyectos difíciles de rechazar. No estoy dispuesta a sumar más cosas tóxicas a las que ya existen. No acepté ni aceptaré hacer nada, por ejemplo, con tintes misóginos. Elvira, mi personaje en Caracortada, estaba en una relación profundamente misógina y el personaje era claramente patético. No era más que un adorno para el brazo de su hombre. Pero al interpretar ese tipo de papeles, a veces uno puede comunicar más que subiéndose a una tarima a despotricar. Pienso que todo depende de cómo se trate el tema, pero estoy siempre pendiente de eso.
-¿Le creó inquietud volver al ruedo ahora, con todo este escrutinio permanente de las redes sociales?
-La única inquietud es que me había acostumbrado mucho a lo lindo que es no estar en el candelero y tener una vida normal. "¿Realmente quiero volver a eso?". Pero me di cuenta de que me queda mucho por hacer y por decir. No soy de esas actrices que se jubilan.
Traducción de Jaime Arrambide
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