Michael Cimino: adiós al director de El francotirador
Hasta el anuncio de su muerte fue un símbolo del lugar que ocupaba en el mundo que lo consagró a fines de la década del 70 como una de las figuras más creativas de su tiempo. Fue Thierry Fremaux, el director artístico del Festival de Cannes, el primero en anunciar anteayer por la tarde el fallecimiento de Michael Cimino, el laureado director de El francotirador. Los medios de Hollywood demoraron muchísimo en confirmar la noticia, como si no le prestaran la atención debida a un artista que jamás pudo sacarse de encima el calificativo de realizador maldito que le impusieron desde la década del 80.
Los datos más confiables indican que Cimino murió a los 77 años, pero todo en su vida (hasta la fecha del nacimiento) estuvo envuelto en misterios y enigmas. Lo único que no arroja dudas tiene que ver con su consagración y su caída, separadas apenas por un par de años. En 1978 ganó cinco Oscar (sobre nueve nominaciones) con El francotirador, una de las más extraordinarias películas jamás hechas sobre la Guerra de Vietnam, rodada en condiciones muy complicadas.
Después de ese enorme triunfo llegó la caída: quiso filmar con lujo de detalles y presupuesto monumental La puerta del cielo, un western inspirado en la masacre de Johnson, donde 100 inmigrantes murieron a manos de los terratenientes del lugar. Cimino nunca logró estrenar la película con la duración que imaginó (recién en 2012 pudo verse completa, con el corte del director, de 219 minutos, en el Festival de Venecia) y sucesivas disputas con United Artists, que prefirió lanzar una versión mucho más corta, hicieron fracasar el lanzamiento. La película se convirtió en uno de los más resonantes fracasos de toda la historia de Hollywood y llevó a la quiebra al estudio.
Hasta allí, todos miraban a Cimino como un creador sin techo, con un admirable talento visual (había estudiado pintura, arquitectura e historia del arte en Yale), enorme capacidad de observación y talento para narrar situaciones de gran intensidad emotiva. Pero el desastre de La puerta del cielo (obra injustamente desvalorizada) hundió sus aspiraciones y casi todo Hollywood desde entonces le dio la espalda, pese a los méritos de su siguiente película, Manhattan Sur, con un magnífico Mickey Rourke.
Después llegaron obras sin relevancia, como El siciliano y una pálida remake de Horas desesperadas. Sunchaser (1996) fue su último largometraje, y Cimino pasó las últimas dos décadas entre proyectos truncos (desde una adaptación de Crimen y castigo, de Dostoievsky, hasta el relato del descubrimiento de Brasil). Los últimos 20 años de Cimino tuvieron poco cine y más del gran misterio que rodeó su vida. En el final ya era una figura irreconocible, entre otras cosas por las desastrosas cirugías estéticas a las que sometió su rostro.
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