El film Amor y cine, que se estrena en el Festival de Cine de Mar del Plata, completa la trilogía iniciada con Merello x Carreras e Hijas de la comedia, y se centra especialmente en la obra llevada adelante por el prolífico Enrique Carreras
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“No spoileés”, le dice una y otra vez Victoria Carreras a su mamá Mercedes Carreras, que se sale de la vaina por contar detalles y adelantar escenas de Amor y cine, el nuevo documental que dirigió su hija y que este viernes y domingo se presentará oficialmente en el marco del 38° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
El film redondea la trilogía conformada por los documentales Merello x Carreras e Hijas de la comedia, con los que la realizadora -la menor del “clan” Carreras- buscó trazar una historiografía, que, si bien tiene a su familia de artistas como eje, va en busca de la posibilidad de entender un tiempo histórico en el arte y reivindicar algunas poéticas populares. “Como un attrezzo, hay elementos que se repiten en las tres películas. La cocina, como confesionario y lugar de intimidad, es uno de esos espacios que aparecen una y otra vez”, manifiesta Victoria Carreras, pensando en voz alta esa obra tripartita que le tomó quince años de trabajo intensivo, aunque sin descuidar su labor como actriz.
En Amor y cine, el eje está puesto en la obra de Enrique Carreras -director que rodó un récord de 95 películas- y en cómo su mujer -la actriz Mercedes Carreras- no sólo fue protagonista de muchos de sus films, sino que también se erigió como una mano derecha insoslayable que apuntaló la figura de su esposo en las sombras. Victoria Carreras, hija menor del matrimonio, realiza algunas hipótesis entre ese trabajo extra, y ad honorem, que su madre asumía y una industria patriarcal.
La charla con LA NACION se lleva a cabo en el departamento de Victoria, ubicado en el corazón del barrio de Las Cañitas. “¿Té común o de manzanilla?”, ofrece la anfitriona antes de la charla. Su madre será la encargada de testear varias veces que las tazas estén rebosantes de infusión. La hija no le dice “mamá”, prefiere el profesional “Mercedes”, aunque sobre el final de la charla se le escapará el “Memé” con el que los Carreras bautizaron a la matriarca de vitales 83 años. A coquetería no les gana nadie, peinado de peluquería y maquillaje profesional para ambas, antes de la sesión de fotos que acompañan esta entrevista.
“Cada documental fue un viaje hacia mi interior”, reconoce Victoria Carreras. No es para menos, Amor y cine va al hueso de la intimidad de los suyos. “Victoria es una mujer muy rigurosa, ha estudiado, entonces estos materiales exceden su amor por la familia, van más allá”, sostiene Mercedes Carreras, una exquisita actriz que maneja el tempo de la comedia con gran maestría y cuya extensa trayectoria en el género incluye títulos como Matrimonio a la Argentina, Frutilla y Aquellos años locos, films dirigidos por su esposo.
-Si bien las películas son un testimonio tangible, Amor y cine apuesta a un registro conceptual de una vida y una obra.
Victoria Carreras (VC): -Se trata de construir conocimiento con respecto al legado de la familia Carreras con respecto al teatro y la cinematografía iberoamericanas. No había bibliografía y la que existía narraba la historia del cine argentino desde el canon que propone la academia y pone bajo sospecha al cine industrial y popular y a la cultura de masas. Entiendo que una historia se construye con todo, con las películas de culto y con las otras.
-Mercedes, ¿usted ha sentido menoscabo de la crítica intelectual y de los sectores académicos?
Mercedes Carreras (MC): -No, para nada, fui una mujer afortunada. Hice lo que pude, pero lo hice porque quise, logrado o no logrado, apelando al entretenimiento y al cine que entendíamos testimonial.
Si de cine testimonial se trata, en 1977 Mercedes Carreras fue laureada como mejor cctriz en el Festival Internacional de Cine de Moscú por su labor en el film Las locas; casi una década después se metió con una problemática aún actual en la película Las barras bravas y, en 1991, encabezó el elenco de Delito de corrupción, en todos los casos bajo las directivas de su esposo.
Madre e hija reconocen que fue muy movilizador revolver archivos, encontrar imágenes y libretos y no quedar atrapados en la nostalgia. “Para poder lograr las películas me tuve que ´desfamiliarizar´”, explica Victoria, quien reconoce que en los tres documentales contó con el trabajo de investigación de su madre, pero también con el aporte financiero que ella hizo para que los proyectos se pudieran concretar.
La paleta de colores de Enrique Carreras fue bien amplia. Del suspenso y el drama testimonial a los musicales y las comedias rosa. Amor y cine rescata ese canon de la multiplicidad y lo grafica con secuencias donde aparecen desde Tita Merello y Narciso Ibáñez Menta, hasta Luis Sandrini, Malvina Pastorino, Libertad Lamarque, los payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki y un jovencísimo Ricardo Darín. “Cuando me dicen ´tu papá hizo las de (Jorge) Porcel y (Alberto) Olmedo´, yo respondo que esas son las que vio el público de una generación cercana, pero hay que ir para atrás y mirar todo lo demás”, indica la actriz y directora.
Enrique Carreras formaba parte de una troupe que también integraban Luis César Amadori, Hugo del Carril, Leopoldo Torre Nilsson, Armando Bo, entre tantos otros. “Esos cruces completan una mirada sobre la obra de Carreras”, dice la directora del documental que recién se verá en cines el año entrante.
Amenazas
-Mercedes, ¿alguna vez le dijo que “no” a alguna idea de Enrique Carreras?
MC: -No…
VC: -Le dijiste que no filmara La maffia.
MC: -Tenés razón, eso no lo contamos en el documental.
-¿Por qué se negó?
MC: -Fue en la época en la que Leopoldo Torre Nilsson, que era tan respetado y querido como Enrique y tantos otros, era un director de culto. El libro de La maffia lo había escrito José Dominiani (junto con Osvaldo Bayer), quien era un gran colaborador de muchas películas de Enrique, así que se había generado una puja por ver quién la dirigía.
-Finalmente, no la filmó Enrique Carreras.
VC: -Lo que sucedió es que llegó un anónimo, una amenaza para que él no la filmara. ¿Recordás qué decía?
MC: -No, pero sí recuerdo que le dije que si hacía ese proyecto los chicos no iban a poder salir solos, no íbamos a vivir tranquilos, que pensara en otra película. Lo convencí.
-¿A qué atribuye el anónimo?
MC: -No lo sé, pero se transformó en un mito, en una humorada, porque se decía que quien había mandado la nota era (Leopoldo)Torre Nilsson para poder hacer él la película, algo que finalmente sucedió. Cosas que se decían, bromas de café.
VC: -Es todo un mito popular, porque la familia Torre Nilsson lo quería mucho a Enrique, quien ya que había trabajado con su padre Leopoldo Torres Ríos.
Un cine androcéntrico
“Una entra en contradicción, porque los cambios históricos y sociales te plantan en una manera de hacer muy distinta. Yo pienso los equipos de una manera diferente, pero el cine de mi padre pertenece a una industria androcéntrica y dominada por los varones”, sostiene Victoria Carreras, mientras que su madre remarca que “las mujeres eran sólo maquilladoras y vestidoras”.
-Aunque, aún en esos roles, no tenían un lugar de mando.
VC: -No eran cabeza de área, por eso entro en tensión con ciertas narrativas que hoy me parecen machistas, pero que, en su momento, eran el divertimento popular genuino. Quise mucho a (Alberto) Olmedo y me encantaría poder tomarme hoy un vino con él y observar qué pensaría y qué trabajos elegiría. Quizás hubiese pegado la vuelta como Guillermo Francella en El secreto de sus ojos.
-¿Cómo accionaba el trabajo de Mercedes Carreras, dirigida por su marido y en una industria dominada por varones?
VC: -Fue dueña de un trabajo invisible, porque, además de ser madre de cinco hijos y ocuparse de las tareas de la casa, como les sucedía a las mujeres, debía brillar como actriz en un escenario o frente a una cámara -con todo lo que ello implica- y respondiendo a los estereotipos de belleza de esa época.
MC: - La salud me vino de mis ancestros y tuve la suerte que mi físico me respondiera luego de cada embarazo, ya que me recuperaba rápidamente para poder filmar. Fui una afortunada, amé tener a mis cuatro hijos, y, por otra parte, también fue un privilegio que Enrique me pudiera acomodar los rodajes de acuerdo a mis posibilidades, algo que no les sucedía a las mayorías de las actrices que trabajaban con otros directores.
La actriz recuerda cuando su esposo le dictaba los guiones de los films y ella los transcribía a mano, como sucedió con Nubes de humo, protagonizada por Alberto Castillo. “Mi marido tenía un gran sentido de lo popular”, afirma.
Charlar con dos integrantes de la familia Carreras es sumergirse en un viaje en el tiempo, donde aparecen los nombres de esos próceres de la escena nacional, pero sin nostalgias ni olor a naftalina. “Siempre miro para adelante, estoy llena de proyectos”, dice la querida actriz, quien se encuentra preparando un espectáculo de atmósfera tanguera, junto a su hija Marisa y uno de sus nietos. Casi como una jugarreta del destino, el apellido de soltera de la actriz es el mismo que el de casada: Mercedes Carreras de Carreras es su nombre completo.
Entre la vida y el trabajo
“Vacaciones con mi papá sólo recuerdo dos, porque los veranos eran trabajando en Mar del Plata, esa es la forma en la que lo recuerdo a él. Lo lúdico estaba puesto en el teatro y en el cine. De hecho, mi formación fue de campo, tuve el privilegio de formarme en los sets”, reconoce la directora de Amor y cine, mientras que su madre reconoce que tuvieron “una vida de trabajo”.
-Mercedes, ¿algún reproche de los hijos?
MC: -Los chicos tuvieron ausencias, ya que sus padres se la pasaban filmando o haciendo teatro por las noches en Buenos Aires, Mar del Plata o en giras por todo el país.
-¿Qué pasaba con la crianza?
MC: -Cuando nos íbamos de gira, los chicos se quedaban con su abuela, la mamá de Enrique. Nuestras actividades eran fuertes los fines de semana, justo cuando los chicos desean estar con sus padres. Mi hijo varón seguramente habrá querido estar con su papá en un partido de fútbol y, quizás, eso no sucedió. No todo fue rosa.
-¿Cómo es como abuela?
MC: -Me encanta ese rol, disfruto que los chicos invadan mi casa, no soy de esas abuelas que no quieren que le toquen nada, amo que revuelvan todo.
Veranos y pudores
“Durante las temporadas en Mar del Plata, éramos Los Campanelli, vivíamos todos en una misma casa y, además, los amigos y los periodistas se solían quedar y hasta pasaban las navidades con nosotros”, rememora Victoria. Su madre, en igual sintonía, agrega: “Era una casa de puertas abiertas”.
Además de Victoria, Mercedes y Enrique Carreras fueron padres de Enrique (h) -quien no siguió el legado artístico- y de María, actriz y destacada directora y formadora de actores de Mar del Plata, y de Marisa, dedicada a la producción de espectáculos de tango.
Los Carreras siempre fueron una presencia insoslayable en la ciudad de Mar del Plata, donde tenían su propio teatro, el Odeón, hoy denominado Enrique Carreras y cuyo propietario es el cómico y político Nito Artaza. En aquella sala del centro de “La Feliz”, la familia proponía espectáculos con tono de music hall, cuyas temporadas eran las más extensas de cada verano, con un repertorio de títulos como Humor a plazo fijo, La casa por la ventana, Para alquilar balcones, Brindis, Reír es formidable, entre muchos otros que poblaron ese escenario durante décadas.
“Se armaban parejas en esa casa”, lanza con picardía Victoria Carreras, recordando lo que sucedía en el chalet del barrio Los Troncos donde la familia recibía a colegas y amigos.
-¿No era celoso Enrique?
VC: -Sí, por supuesto. La moral de las películas, la padecimos, pero sobrevivimos; la psicoterapia da buenos resultados.
-¿Mercedes era igual?
VC: -Sí, la moral decimonónica venía de ambos lados.
Ética
-En el documental se muestra el compromiso de Enrique Carreras con su gente y el pensamiento de una nueva producción antes de terminar la anterior.
MC: -Él invertía todo lo que tenía en su cine, creía en la sinergia arte-industria e industria-arte.
VC: -Y tenía un gran respeto por su equipo. Con varias producciones por año buscaba conservar las fuentes de trabajo, era su obsesión. No lo detuvieron los golpes de estado, las censuras de las dictaduras, ni las políticas neoliberales de los noventa, siempre siguió adelante.
-¿Cómo era esa vida familiar dónde lo que se ganaba se invertía en cine?
MC: -Cuando me casé, no lo hice con un hombre adinerado, sino con alguien de quien me había enamorado. Nuestro primer departamento fue en la calle San José, en el barrio de Constitución.
Madre e hija se ríen cuando se les recuerda si hubo hipotecas y tiempos de vacas flacas donde el presupuesto familiar se veía resentido por la inversión cinematográfica. De azares financieros también está hecha la vida del artista. “Cuando nació nuestro primer hijo nos vino a visitar Narciso Ibáñez Menta, nos trajo un ramo de flores tan inmenso que no entraba en el living del departamento, no éramos potentados”, aclara con amor por esos tiempos de esfuerzos y pasiones.
“Cuando Enrique Carreras describía a las clases populares, como lo hizo en películas como Los muchachos de mi barrio, estaba mostrando su propia infancia y juventud”, analiza Victoria Carreras, quien actualmente se encuentra abocada a la realización de un nuevo documental, esta vez sobre la tarea de una compañía de radioteatro trashumante que lideran Nora Cárpena y Víctor Agú y de la que ella misma forma parte como actriz.
El archivo de Mercedes
“Hay gente que no soporta mirar documentos, fotos, materiales y eso es muy respetable, pero yo no me desprendí de nada, soy una gran archivista que guardo todo”, sentencia la actriz que también homenajeó a su marido en el unipersonal Mis amores y yo. En Amor y cine se puede ver una escena donde la madre junto a sus hijas Victoria y Marisa observan las copias de innumerables libretos.
Victoria le vuelve a rogar a su madre que no adelante escenas del flamante documental. Son mutuas las ganas de contar el film donde la propia voz de archivo de Enrique Carreras -registradas en cinco casetes- es parte del relato. La hija distrae la atención y le pide a Mercedes que cuente otro anecdotario.
Escuchar a Mercedes Carreras rememorar situaciones es tan conmovedor como desopilante. Una tertulia imperdible. Así aparece aquella vez en la que, filmando Había una vez un circo, se escapó una pantera de su jaula y todo el elenco y los técnicos debieron treparse a los caños de la carpa o cuando, en medio del silencio sepulcral del rodaje de una escena, se escuchó un sonido agudo que no era otra cosa que la caída al suelo de un ojo postizo que se había colocado Narciso Ibáñez Menta. También recuerda cuando fue ella misma quien les sugirió a su marido y al productor Atilio Mentasti filmar Del brazo y por la calle, material que Mercedes no pudo protagonizar por encontrarse embarazada, siendo reemplazada por Evangelina Salazar.
“Enrique amaba al público, por eso se paraba en la puerta de los cines y teatros”, dice Mercedes con indisimulable amor por quien fuera su marido, fallecido en 1995, a los 70 años. “Se había iniciado en la publicidad, entonces siempre estaba con el termómetro a mano para saber qué les pasaba a los espectadores, con quienes establecía una relación muy personal y directa, trabajaba para ellos”, argumenta su hija.
Sobre el último sorbo de té, la matriarca de la familia afirma: “Después de Enrique, no me enamoré de nadie más”. Su amor por el hombre y la admiración por el director es indisimulable. Tal fue el idilio de Mercedes Carreras con su esposo que hasta prefirió encontrarse poco con Amelita Vargas, la encantadora cubana del cha cha cha y el mambo, que había sido noviecita de su marido. “La vi en un festival de cine y la saludé”, dice aún incómoda.
Antes de finalizar la charla, Mercedes Carreras cuenta que finalizó el libro de Qué hacemos con el piano, un unipersonal autorreferencial que piensa montar en teatro. Su hija adelanta que también está trabajando en un proyecto documental sobre María Elena Walsh y que comenzó a ensayar como actriz una obra de Florencia Aroldi que, en el mes de febrero, ofrecerá en el espacio Microteatro.
“Siento alivio. Me parece que la trilogía que dirigí es un material para ser consultado por todos los que aman el cine y por los estudiantes de este arte. Antes no había información, con lo cual es una deuda que se paga”, finaliza Victoria Carreras, con honesto orgullo.
-Mercedes, ¿cuál es el saldo de la historia de los Carreras?
MC: -Tuvimos una vida maravillosa, con sus dolores y tristezas, pero apasionante y con entrega y amor por el público.
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