Mel Gibson, un actor al que Hollywood parece perdonarle todo
Mil veces se cae y mil veces siempre consigue levantarse. A Mel Gibson , como a ninguna otra estrella del firmamento hollywoodense, se le concede el don de la indulgencia. Tal vez por su condición de artífice del éxito más colosal de la historia del cine religioso obtuvo la misericordia de sus pares y el perdón por sus pecados. De haber hecho lo mismo, cualquier otra personalidad de su estatura seguramente hubiese recibido una condena irreversible de sus pares.
Al viejo Mel, en cambio, los medios de la capital del entretenimiento le vienen dedicando por lo menos desde hace una década notas que giran siempre alrededor del mismo título: "Cómo logró Mel Gibson que Hollywood lo redimiera". Pero el indulto (o la gracia, en el lenguaje que un hombre de fe católica como Gibson entiende mejor que nadie) exige el reconocimiento de las culpas y el más sincero arrepentimiento. Y Gibson no suele ser claro al respecto. Por eso, Hollywood siempre lo perdona, pero no a cualquier costo.
El último episodio de esta historia que parece irrepetible tiene forma de remake. A fines del año pasado se anunció que Gibson escribiría y dirigiría una nueva versión de La pandilla salvaje para los estudios Warner. Esto significa, conociendo los antecedentes del actor, productor y realizador, un presupuesto considerable, un elenco presumiblemente cargado de nombres reconocidos y la potencial controversia que implica poner en manos de Gibson una historia en clave de western que en su célebre expresión original, dirigida por Sam Peckinpah en 1969, ya incluía una considerable carga de violencia, sangre y comportamientos desbordados. Materiales que ya forman parte de la identidad de un animal de cine como Gibson.
El anuncio dejó en evidencia esa doble condición que compromete e interpela a Gibson entre sus pares. La mayoría tiene una actitud piadosa, como lo comprueba su presencia o participación en estos momentos en al menos cinco proyectos de alto perfil, incluyendo el de La pandilla salvaje, como se explica más adelante. Pero están también los que aparecen para recordarle al mundo que Gibson hizo cosas para las cuales no alcanza un acto de contrición que para muchos sigue resultando poco convincente. La actriz Sarah Silverman recordó que Gibson había dicho que los judíos "eran los responsables de todas las guerras de este planeta". Melissa Silverstein, fundadora del movimiento Women in Hollywood, lo calificó de "abusador". Y el escritor Yashar Ali reseñó los hechos que terminaron desacreditándolo: "Gibson admitió haber cometido actos de violencia doméstica, usó repetidamente insultos raciales que quedaron grabados y tiene una larga historia de declaraciones antisemitas".
En su reiterada vocación absolutoria, el mundo Hollywood parece haberle dado menos importancia a estas acusaciones, algunas de ellas muy graves, frente a otro hecho indiscutido: Gibson fue el responsable de algunas películas con altísimos méritos artísticos como Apocalypto y Hasta el último hombre, que hizo después de haber quedado en evidencia como protagonista de todos los escándalos citados y recibió varias nominaciones al Oscar, entre ellos como película y como director. Otra resurrección.
También concibió y dirigió a partir de sus propias corazonadas la obra más comentada y seguida del cine religioso reciente, La pasión de Cristo, en cuya secuela trabaja desde hace tiempo. Dejó además su sello en largometrajes de inmensa popularidad que van desde la aventurera saga policial de Arma mortal hasta Corazón valiente, con cuya legendaria impronta logró una excepcional repercusión y el gran triunfo en la noche del Oscar.
Desacuerdos
Pasó mucho tiempo pero todavía Hollywood no se pone de acuerdo a la hora de retratar a Mel Gibson. Por un lado siempre aparece la imagen del hombre reconcentrado e interiormente muy dolorido, con un rostro cada vez más surcado de arrugas y marcas que funcionan como testimonios de una vida cargada de episodios poco agradables. Por el otro está el Gibson que no renuncia a sus ideas y a sus proyectos, decidido a luchar por aquello que cree y transformarlo en proyectos artísticos. Puede pasar el tiempo, pero el actor que el 3 de enero cumplió 63 años todavía muestra en sus ojos celestes signos del brillo de siempre.
Una de las últimas apariciones de Gibson como actor, que está por estrenarse en la Argentina, puede verse como testimonio y ejemplo de esa tensión. Entre la razón y la locura(The Professor and the Madman), cuyo lanzamiento local anuncia Digicine en principio para el próximo jueves, está inspirada en una historia real que resultó tan intensa como las circunstancias extracinematográficas que llegaron a poner en cuestionamiento todo el proyecto.
Basada en un reconocido libro de Simon Winchester, la película narra la gesta de James Murray (Gibson), el hombre al que se le encomendó en la Inglaterra de mediados del siglo XIX el armado del primer diccionario del que se tiene registro en la historia (el Diccionario Oxford de la lengua Inglesa). En pleno trabajo, Murray descubre la ayuda esencial que le brinda a la iniciativa un alto militar estadounidense llamado W. C. Minor (Sean Penn), confinado en un asilo para enfermos mentales.
El proyecto estuvo envuelto desde el mismo momento del rodaje en discusiones arduas y frontales entre Gibson y Voltage Pictures, la productora que financió la película. En enero de 2017, Voltage denunció que el actor y el director iraní Farhad Safinia (que había escrito y coproducido Apocalypto) abandonaron el rodaje luego de que el CEO de la productora, Nicolas Chartier, vetara el uso de la Universidad de Oxford como escenario de algunas de las escenas. El ejecutivo prefería llevar la filmación a Dublín porque alegaba que los costos se le habían ido de las manos. Gibson contraatacó y acusó a Chartier de inflar los gastos de producción para aprovecharse de las ventajas de un programa de incentivos fiscales que ofrecía Irlanda.
Gibson se enfrentó frontalmente desde ese momento con Chartier (quien negó todas las acusaciones en su contra) y trató en la Justicia de reclamar los derechos de la película, pero un juez se los negó. Lo mismo ocurrió por separado con Safinia, que había invocado una invasión a sus derechos como autor del guion por parte de la productora.
El conflicto avanzó hasta el punto de poner el riesgo el lanzamiento de la película. El proyecto sufrió una demora de casi dos años para su lanzamiento y, de hecho, todavía hay incógnitas sobre la posibilidad de estrenarla en algunas plazas importantes. Sin embargo, en vísperas de una nueva cita en los tribunales superiores de Los Ángeles, el sitio Deadline informó que ambas partes llegaron a un acuerdo en todos los puntos de conflicto y que la película finalmente obtuvo luz verde para estrenarse en los Estados Unidos.
Los detalles de ese acuerdo no trascendieron, pero Gibson le dijo a Deadline que la mayoría de los hechos que le imputaron eran falsos, como el abandono del set y sus supuestas responsabilidades en el aumento de los costos de producción. "Soy un fanático del libro de Winchester y estuve trabajando los últimos 20 años para llevar al cine esta historia", señaló. Y dijo que no estaba de acuerdo con la versión final de la película aprobada por Voltage. "Es una amarga decepción para mí porque la película no está hecha tal cual había sido escrita", sintetizó el actor, que había pedido participar del corte final. Entre la razón y la locura se estrenará en algunos cines de los Estados Unidos y bajo el sistema on demand el próximo viernes, un día después de su previsto hasta aquí lanzamiento en la Argentina, y ya inició su recorrido con críticas dispares por diversos territorios europeos, asiáticos y latinoamericanos.
Varios proyectos
Más allá de lo que ocurra con Entre la razón y la locura, no hay todavía señales de las eventuales fechas de estreno en la Argentina del resto de los proyectos que giran alrededor de la figura de Gibson. Y se descuenta que el único de ellos que ya vio la luz en los Estados Unidos, el thriller Dragged Across Concrete, ya no llegará a los cines locales. En este nuevo film de S. Craig Zahler, Gibson y Vince Vaughn interpretan a una pareja de policías cuyo comportamiento los lleva inexorablemente a codearse con el peor submundo criminal. Lo primero que la crítica destacó fue el perfil racista y de pocas pulgas del personaje encarnado por Gibson.
Nada para sorprenderse demasiado. Tampoco que Gibson haya sido mencionado como potencial protagonista de otro thriller, Waldo, en compañía de Charlie Hunnam y Eiza Gonzalez. Y que otro de los proyectos firmes que lo involucra, en este caso junto a Colin Farrell, sea una historia también imaginada en clave de thriller, pero ambientada en tiempos de la Segunda Guerra Mundial llamada War Pigs.
En ese mismo escenario bélico, pero en el teatro de operaciones del Pacífico, se ubica a Gibson como potencial director de Destroyer, la historia real de un grupo de integrantes de un buque de guerra que se convierte en blanco del ataque de temibles kamikazes japoneses.
Pero nada despierta más expectativas que La Resurrección de Cristo, título aun tentativo de la secuela largamente anunciada de La pasión de Cristo que viene postergándose desde hace algunos años y que narrará los tres días de angustia y preocupación que viven los discípulos de Jesús luego de su crucifixión y antes de resucitar. En un mundo mucho más profano, Gibson tiene motivos como ningún otro astro de Hollywood para hablar de castigos y resurrecciones.
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