La película de James L. Brooks cumple 25 años y se mantiene como una inoxidable comedia romántica, aunque detrás de escena no todo fue sencillo
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La comedia romántica es un género que, desde hace varios años, se encuentra en una triste decadencia. Con excepción de algunos exponentes que surgen para brindar una falsa ilusión de renacimiento (como El lado luminoso de la vida de David O. Russell, Un amor inseparable de Michael Showalter, y la más reciente Ni en tus sueños de Jonathan Levine), lo cierto es que muy pocos films terminan alcanzando el mote de película de culto como sí lo pudo lograr, allá por 1997, la extraordinaria Mejor... imposible.
Dirigida por James L. Brooks y coescrita por el cineasta junto a Mark Andrus, el largometraje retrataba la evolución del romance -con varios toques de screwball comedy- entre Carol Connelly (Helen Hunt), la mesera de un restaurante neoyorkino, y Melvin Udall (Jack Nicholson), un novelista misántropo, homofóbico, desagradable en su trato con las pocas personas que tiene vínculo, y quien además lidia con un trastorno obsesivo-compulsivo.
La jugada de Brooks y Andrus era arriesgada, pero ellos sabían que contaban con un as bajo la manga: un actor que podía “comprarse” a la audiencia con un personaje complejo, y generar empatía en un género que requiere imperiosamente de esto. Ese actor era Jack Nicholson, quien terminó inmortalizando frases como: “Tú me haces querer ser un mejor hombre”, “Debo ser la única persona en la faz de la Tierra en saber que tú eres la mejor mujer de la faz Tierra, y eso me hace sentir bien... conmigo mismo”, “¡Estoy ahogándome aquí y tú me describes el agua”, “Para escribir sobre mujeres pienso en un hombre, y le quito la razón y la responsabilidad” (frase textual del escritor John Updike); y monólogos que el actor dispara con una velocidad apabullante.
En el film se percibe rápidamente lo mucho que Nicholson trabajó en un personaje hecho a su medida, del que se adueña desde el primer momento en que aparece en pantalla, cuando camina salteando las líneas que unen las baldosas, cuando le toca el piano al perro Verdell o cuando simplemente mira a un grupo de pacientes en una sala de espera de un psicólogo y les arroja la pregunta que se tomó de base para el título: “¿Qué pasa si esto es lo mejor que podemos estar?”.
La imposibilidad de Melvin de salir de su zona de confort es lo que le hace tropezar varias veces con la misma piedra. Además de tener que reconstruir esa mentalidad retrógrada, también tiene que abrirse al peor de sus miedos: el mirar de frente a su trastorno y darle pelea.
La presencia de Carol lo sacude, y su necesidad de conocer más sobre la cotidianidad de esa madre soltera de un hijo con problemas de salud originalmente no va de la mano con la vida de Melvin, una en la que ese escritor de novelas románticas convive con su TOC y tiene pánico de salir al mundo y exponerse a sus escollos. Por lo tanto, cuando su vecino Simon (Greg Kinnear) necesita, tras padecer una golpiza y un robo, que alguien lo conduzca a la casa de sus padres, Melvin se ofrece sin ser motivado por el altruismo sino por sus ganas de ver a Carol -la película hace un gran trabajo en mostrar la evolución de su protagonista de manera paulatina- a llevarlo él mismo acompañado por esa mujer de quien se está enamorando.
Ese tramo del film, un road trip que les abre los ojos a los tres prersonajes, es la prueba piloto para Melvin para ver si puede interactuar normalmente con el objeto de su afecto y su nuevo amigo gay sin arruinar esos vínculos en el proceso. “Tengo tanto miedo de que vayas a decir algo horrible”, le dice Carol a Udall cuando él está a punto de verbalizar ese famoso cumplido, una de las citas más memorables de la comedia romántica.
Sin embargo, la frase de esa mujer que también se habituó a una vida de temores y preocupaciones, en cierto modo es una interpelación al espectador, quien disfruta y repele al mismo tiempo cualquier expresión del escritor. Allí, en esa disyuntiva, es donde reside su encanto. El propio Nicholson declaró que Mejor... imposible es su película favorita de su extensa filmografía, aquella que le dio su tercer y último Oscar y el primero para Hunt, toda una anomalía en una industria en el que las comedias románticas luchan incluso por obtener una nominación, y que pocas veces dominan la taquilla.
La película de Brooks ocupó el sexto puesto de la lista de diez producciones más vistas de 1997 a nivel mundial, recaudando 314 millones de dólares en el año en que Titanic de James Cameron monopolizó el interés del público. Dos puestos más abajo se ubicaba La boda de mi mejor amigo de P.J. Hogan, otro clásico de un género que ese año tuvo un merecido golpe de gracia que luego se sostuvo gracias a la figura de la inolvidable Nora Ephron.
Helen Hunt, rechazada para un casting que llevó meses
En el proceso de audición para el film, la actriz sufrió un revés: James L. Brooks no la quería para el casting. El director, quien la había visto en el film Twister y en la famosa sitcom Mad About You, estaba convencido de que Hunt no era la persona indicada para el personaje de Carol. Eventualmente, el director fue persuadido para ver a la actriz.
“Hice el casting sabiendo que él no quería que estuviera ahí, me había llegado el mensaje de una manera muy educada, pero el punto era que él pensaba que yo no iba a poder interpretar ese papel”, contó Hunt en diálogo con Variety, en una entrevista de la que también formaron parte Brooks y Kinnear. “La cantidad de actrices que vimos audicionar fue épica”, apuntó el realizador, quien se mostraba muy indeciso. “Todo cambió cuando en un momento Helen hizo el casting tantas veces que directamente me dijo: ‘No me importa volver otra vez, pero creo que tenés que elegir ahora’”. Y así fue.
De acuerdo a las palabras del director, el período de audición se extendió por meses, no solo por la cantidad de actores que se presentaban sino también por lo trabado que él estaba al momento de elegir. El cineasta dudaba tanto porque aspiraba a una perfección en un elenco que terminó contando con nombres como los de Cuba Gooding Jr., Shirley Knight, Lupe Ontiveros, Maya Rudolph en un cameo que fue su debut en la actuación, y los directores Harold Ramis y Lawrence Kasdan. Asimismo, se le ofreció un rol a Betty White, quien declinó la propuesta cuando leyó la secuencia en la que Melvin arroja al perro Verdell a un contenedor de basura.
"Es una comedia romántica, pero también es una película sobre el encuentro impensado de tres personas y la dinámica que generan"
Helen Hunt
En cuanto al papel de Simon, Kinnear estaba en una posición más complicada porque era uno de los roles más demandados y la competencia era feroz... Hasta que la persona menos pensada intercedió. Se trataba del fallecido director Garry Marshall, quien tenía un gran ojo para elegir a los protagonistas de sus propias comedias románticas, como sucedió con los de Mujer bonita. “Fue él quien me dijo que debía verlo a Greg porque tenía una apariencia muy querible, adorable, así que viajé a verlo yo mismo a San Francisco”, contó Brooks, quien previamente había considerado a Woody Harrelson. Para fortuna de Kinnear, Woody habría interpretado a Simon como un estereotipo que no convenció al cineasta y lo obligó a seguir en la búsqueda.
“Afortunadamente, solo me enteré de que todo el mundo quería el papel de Simon una vez que la película se estrenó, y eso fue clave porque no hubiese podido hacer el casting de otra manera”, reveló el actor, quien era una figura desconocida en Hollywood, al menos para quienes no habían visto la remake de Sabrina. “Me parece que ni Greg ni yo éramos las personas más cool para nuestros papeles, por lo cual fue muy arriesgado lo que hicieron al elegirnos y eso hay que destacarlo”, expresó Hunt, quien le brindó una humanidad al rol de Carol que hizo que éste no quede supeditado a la narrativa de Melvin. Cabe destacarse que la actriz también logró una gran química con Kinnear en el momento en que sus personajes se conocen y forjan una entrañable amistad. “Es una comedia romántica, pero también es una película sobre el encuentro impensado de tres personas y la dinámica que generan”, apuntó la ganadora del Oscar.
Greg Kinnear, preocupado y molesto
Al momento de revisionar el film, el actor de Little Miss Sunshine reveló que, antes del primer día de rodaje, estaba muy inquieto por conocer a Jack Nicholson y que incluso le preocupaba trabajar con él al sentir cierta intimidación. Dicha preocupación se incrementó al momento de filmar. “Jack era impredecible en el rodaje y por eso me costaba relajarme”, confesó y añadió: “Tampoco me llevaba muy bien con los perros”. En efecto, uno de los caninos que interpretó a Verdell, Jill, no tenía un gran vínculo con Kinnear, lo que hace que el gag de Melvin sintiendo, contra todos los pronósticos, afecto genuino por el animal se vuelva más divertido en retrospectiva. ¿Quién podrá olvidar cuando le canta “Always Look on the Bright Side of Life”?
Con el correr de los días, Kinnear logró relajarse y eventualmente terminó conociendo en profundidad la forma de actuar de Nicholson. “No se salía nunca del personaje”, contó. “Yo me sentía muy conmovido de interpretar a un papel gay tridimensional, una persona tan cálida, tan humana, y muchas veces estuve al borde del llanto, me tocaban escenas fuertes como la del hospital, hasta que un día me quebré y empecé a llorar”, expresó el actor, quien le pidió disculpas a Nicholson. “No te preocupes, usé eso para mi papel”, fue la respuesta de Jack. “Ahí advertí que nunca dejaba el personaje, fue extraordinario verlo actuar”.
Jack Nicholson, con muchas dudas al momento de rodar
De hecho, Nicholson, quien definió a Mejor... imposible como “una historia de amor en la que el protagonista tiene la posibilidad de irritar a todo el mundo”, también compartía el temor de su compañero, a pesar de su vasta trayectoria. “Un día apareció muy preocupado, preocupado de arruinar el personaje, como nos pasa a todos”, dijo Hunt. “Estábamos en la sala de maquillaje y dijo algo así como ‘Bueno, no importa’, hasta que se arrepintió de lo que había dicho y me confesó que en el mundo del arte no se puede hacer eso, ir a ese lugar de dudas constantes, eso se quedó conmigo para siempre, e intento aplicarlo cuando trabajo. No podemos rendirnos, tenemos que seguir intentando hasta dar con el tono justo”.
En relación al tono, Brooks confesó que fue lo más difícil al momento de trabajar el guion, y que eso también contribuyó a la preocupación de Nicholson. “Le parecía que nadie iba a querer a Melvin por las cosas horribles que decía”, declaró el director.
Los cambios que sufrió el final de la película
La secuencia final del film, en la que Melvin y Carol ingresan a una panadería y él advierte cómo pisó sin querer la separación entre baldosas pero le resta importancia, no estaba en el guion original.
“Cambiamos mucho texto también y locaciones, lo filmamos en distintas calles”, contó Brooks. Por otro lado, también se dudaba acerca de si era conveniente que la pareja termine feliz [en esa época mucho se habló sobre la diferencia de edad entre los personajes; Hunt tenía 34 años y Nicholson, 60]. “Había una cierta preocupación de que después de todo lo que pasó no fuera realista que formaran una pareja, por eso hubo que ganarse ese final”, sumó Hunt.
Asimismo, el beso fue improvisado en el momento cuando Brooks le dijo a Nicholson que lo haga. “No había beso en el final, se me ocurrió en una de las tomas, le dije a Jack y esa fue la toma que quedó”, reveló el realizador, quien había trabajado con el actor previamente en La fuerza del cariño en 1983, y luego en 2010 en ¿Cómo saber si es amor?, nada menos que el último film de Nicholson, quien se encuentra alejado de la actuación.
“Quiero darle crédito a Jack”, remarcó Brooks en su entrevista con Variety. “Parece que es una película improvisada y él vivió un infierno intentando encontrarle ese tono perfecto a Melvin, tuvimos muchísimas conversaciones al respecto, a veces se empantanaba, pero volvía al día siguiente con la forma justa de hacer una escena con un personaje tan difícil”.
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