Mayo Francés: cuando el cine estuvo en la primera fila de la revolución
Piedras, policías, corridas, y un hombre que cae al suelo. Es Jean-Luc Godard, el padre fundador de la Nueva ola francesa. Pero también es Louis Garrel, que con un sorprendente physique du rôle da vida al joven realizador francés en Godard mon amour, que actualmente se encuentra en cartel en los cines porteños. El Godard real –casi nonagenario, que deslumbró y se fue premiado del últimoFestival de Cannes con Le livre d'image– hace medio siglo se colgaba de las pantallas para que no se proyectaran películas y se cancelara el festival en solidaridad con la lucha estudiantil y obrera que la Historia llamo el "Mayo francés". Lo consiguió hace medio siglo. El 18 de mayo de 1968 culminaba abruptamente un evento programado para terminar seis días después y como consecuencia tampoco ese año se entregaron premios en el que aún es el encuentro cinematográfico más importante del mundo.
Favre Le Bret, entonces director del festival, tomó formalmente la decisión cuando las cartas ya estaban echadas: Louis Malle, Roman Polanski y Mónica Vitti habían renunciado como miembros del jurado. Alain Resnais retiró de concurso Je t’aime, je t’aime y lo propio hicieron el recientemente fallecido Milos Forman con ¡Al fuego, bomberos! y Carlos Saura con su Peppermint frappé, "Fuimos al cine, nos sentamos con Elías Querejeta, con Geraldine Chaplin , y de repente empezaron a proyectar la película. Fue entonces cuando saltamos para que no se proyectara la película y nos agarramos al telón", recuerda Saura sobre esos instantes en una entrevista con el diario El Mundo, aunque no fue tan sencillo e inmediato: volaron los anteojos de Godard por el aire cuando alguien le pegó una trompada, y la trifulca en la sala hablaba de una ecuación que repartía por igual detractores y fervorosos partidarios de la suspensión.
Las filmaciones de la época aportan lo suyo, como el siguiente intercambio entre Roman Polanski y Francois Truffaut: "Pero escúchame, esto me hace acordar mucho a las jornadas que pasé en Polonia durante el período que se llamó estalinista", dice allí molesto Polanski. "Sí, pero el estalinismo varía según el país",le respondió el realizador de Los 400 golpes. Si bien los estudiantes ingresaban en las salas para protestar desde el mismísimo comienzo de Cannes y ya habían provocado muchas suspensiones dentro de su grilla, fue el 13 de mayo de 1968, cuando se produjo en Francia la huelga general y Cannes no adhirió a la protesta, esa acción selló una adelantada capitulación de su entonces flamante 21° edición. La misma noche de la inauguración, en París, la policía reprimía una manifestación de 20.000 estudiantes en La Sorbona. Sintomáticamente, la película de apertura proyectada esa noche fue Lo que el viento se llevó.
El ámbito del cine vivía su "mayo francés" desde febrero de ese año, cuando la decisión del prominente escritor André Malraux, ministro de Cultura galo, de desplazar de la dirección de la Cinemateca Francesa a Henri Langlois, fundador de la institución que salvaguardaba el cine y ya por entonces un mito viviente, azuzó el fuego: los principales cineastas franceses, con Truffaut, Lelouch y Godard a la cabeza iniciaron una encendida protesta pidiendo su restitución al cargo. La solidaridad internacional llegaría con las firmas de Charles Chaplin, Orson Welles y Luis Buñuel, entre muchos otros, e incluso un desconocido que por entonces se manifiestaba por la vuelta de Langlois (tal como anota la investigación de Raymond Borde), era Daniel Cohn-Bendit, a quien París aún no conocía como Dany el Rojo, el encendido líder de las luchas estudiantiles de algunos meses después. La épica de esos días febriles la recoge con acierto el documental Citizen Langlois, de Edgardo Cozarinsky. Su restitución en el cargo convirtió a Langlois en toda una celebridad. La imaginación al poder era posible.
Pero se sabe, todo fue una fugaz ilusión y dejó abundante literatura, desde Regis Debray en Mayo 68, una contrarrevolución exitosa, donde el autor considera que nace la Francia Moderna, al filósofo Raymond Aron, que escribió: "No conozco ningún episodio de la historia de Francia con semejante grado de sentimentalismo irracional". Los hechos alimentaron las reflexiones de grandes intelectuales para explicar, incluso, si eso fue una revolución o no. "Estaba con mi amigo Luis que vivía en París «¡Tenemos que ir!», me decía. Todo el mundo hablaba donde pusieran un micrófono y un podio, y todo el mundo hablaba a los gritos. Este amigo mío Luis, que además era un mentiroso famoso, pegó un salto y empezó a hablar: «Yo soy sudamericano, conocí a Fidel Castro y al Che Guevara», y les hizo un gran discurso falso sobre la nada y la multitud estaba enardecida. Salimos de ahí y fuimos a tomar un café a cuatro cuadras, le pregunté sobre eso y me dijo: «¿No te divierte que la gente crea cualquier cosa?». Ese era el tono de la situación", confirma el director de arte Eugenio Zanetti, testigo privilegiado de esas tumultuosas jornadas, y agrega: "Si lo decís ahora es un anticlímax, porque todo el mundo dice «Ah, el gran momento», pero en realidad parte de esa energía fue la que se radicalizó en los 70. Pero todo suena poco interesante cuando no sostiene al mito", asegura. A la agencia Télam, el filósofo Tomás Abraham brindó su testimonio de cuando era estudiante de sociología en La Sorbona: "Me acerqué y vi un grupo de estudiantes. Había un tipo hablando con una oratoria muy encendida, muy rebelde. Bueno, era Cohn-Bendit, pero yo no sabía que era Cohn-Bendit".
Ese escenario fue vital para el cine, con una París convertida en inesperado escenario de agitación política pero no por eso menos romántica. Las películas en el Mayo Francés se vieron casi de inmediato, con cortos y mediometrajes que reflejaban las jornadas y reflexionaban sobre la lucha obrera, donde estaba también Phillippe Garrel quien filmó su corto Actua 1, y adonde volverá casi cuatro décadas después con Los amantes regulares, donde un joven poeta (personificado por su hijo Louis) conoce, entre el humo y la confusión a la bella Lilie, con quien vivirán la encendida pasión mientras las ilusiones se desmoronan. Su intempestivo blanco y negro contrasta con el color artificial que devuelve Los soñadores, de Bernardo Bertolucci, con tres jóvenes, asiduos espectadores de la Cinemateca, viven el amor libre en el imponente departamento que sus padres les han dejado en soledad por unos días. El film volvió a contar con Louis Garrel en el protagónico –quizás por su romántico parecido con el símbolo actoral de la Nouvelle Vague, Jean-Pierre Léaud– y catapultó a la fama a la bella Eva Green.
Olvidada pero magistral resulta la mirada de Louis Malle en Milou en mayo, donde se mezcla la clave política con el drama familiar, o el punto de partida que transita desde esos años de amor libre a las luchas LGTB de hoy que desenvuelve Nacido en el 68.
En el post Mayo francés también hizo foco el cine con esos recuerdos en Todo va bien, de Godard; La maman et la putain, de Jean Eustache, e incluso Después de mayo, de Olivier Assayas, cuando las aspiraciones personales chocan con el compromiso político. También el hermano menor de Walter Salles, Joao Moreira, en el bello documental En el intenso ahora (actualmente en cartel), rescata filmaciones amateur de un viaje familiar a la China de Mao registradas por la madre del director que permiten volver a reflexionar sobre los sucesos de ese año.
Quedan los ecos en documentales que van desde Bye Bye Shangai, de Jana Bokova, donde muestra no sólo el Mayo Francés, con tomas que habían quedado en Buenos Aires durante décadas, sino también la Primavera de Praga o la reciente My Generation, donde Michael Caine pasa revista a su influencia en la revolución cultural vivida en Inglaterra y que estuvo marcada en tiempos de rock. Con todo, uno de los primeros trabajos que reflexionó sobre esos días y sumó otros movimientos sociales alrededor del mundo fue El fondo del aire es rojo, de Chris Marker, pero nada tiene la estela romántica que rodeó al Mayo Francés con su aire de fracaso y redención que se resume en una frase de Lucía Álvarez en su libro Mayo 68, la revuelta francesa y sus huellas en la Argentina para explicar lo inexplicable: "es imposible acceder a la verdad del hecho más allá del mito".
Para descubrir más
- Ciclo Alrededor de mayo del 68, en la sala Leopoldo Lugones, hasta el domingo 27, con films de Chris Marker, Agnes Varda, Joris Ivens, Guy Debord, Völker Schlöndorff, Jean Luc Godard y otros.
- Insurgencias 68, con los afiches que circularon en aquellos días, curada por Thierry Grillet, director de difusión cultural de la Biblioteca Nacional de Francia, en la Biblioteca Nacional.
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