Este clásico del cine de acción tuvo que atravesar varios obstáculos para poder concretarse, pero una vez que lo logró se convirtió en una película de culto
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Nadie apostaba por una historia centrada en un colectivo que debía viajar a no menos de ochenta kilómetros por hora. Sin embargo, esa propuesta se convirtió en uno de los títulos más importantes del cine de acción de los noventa. Keanu Reeves, Sandra Bullock y el director Jan de Bont impulsaron una aventura en la que tenían todo para perder, pero de la que salieron como grandes triunfadores.
Reelaborar una idea
La historia de Máxima velocidad comienza con el guionista Graham Yost, un autor cuyo principal trabajo hasta ese momento era en una sitcom no muy popular llamada Hey Dude. En una oportunidad buscando alguna idea, Yost le preguntó a su padre (crítico de cine) si conocía alguna película que tuviera una gran premisa, pero que no hubiera sido explotada de la mejor manera. La respuesta fue Runaway Train, un título dirigido por Andrey Konchalovkiy, basado en un concepto de Akira Kurosawa. Dicha trama giraba alrededor de un tren que comienza a ganar velocidad, luego de que sus frenos se rompen producto del frío del entorno. El guionista vio el largometraje y pensó que la idea podía mejorarse si se cambiaba el tren por un colectivo, que llevaba en su piso una bomba. De este modo comenzó a escribir un boceto y en 1992, en Paramount se mostraron muy interesados por comprarlo.
Pero el estudio quería imponer algunas modificaciones con las que Yost no estaba muy de acuerdo. Ante todo, ellos consideraban que había “mucho colectivo en el guion”, un apreciación que iba en contra del espíritu del relato, cuyo principal atractivo era justamente ese, la cantidad de tiempo que la acción transcurría sobre el vehículo. Si bien el proyecto se empantanó, el guionista comenzó a realizar algunas modificaciones e incluyó una escena en un subte, que servía para cerrar la historia. En ese momento, Fox apareció en el mapa, con la intención de producir el film y luego de algunas negociaciones, Yost vendió su libreto.
Duro de matar en colectivo
Con Máxima velocidad en carpeta, en Fox comenzaron a evaluar qué director podía ser el indicado para llevar adelante la película. Algunos ejecutivos de la productora, insistieron con un nombre que estaba surgiendo con mucha fuerza dentro de la industria, un joven realizador cuyo único largometraje había sido uno de los grandes bombazos del 1992: Quentin Tarantino. Perros de la calle era una pieza de culto, y por ese motivo, le acercaron el guion de Máxima velocidad, pero él se negó, enfrascado en la producción de Tiempos violentos.
Luego de barajar otros nombres, finalmente decidieron acercarse a John McTiernan, responsable de Duro de matar (a fin de cuentas, en los pasillos de la industria, muchos productores se referían a Máxima velocidad como la “Duro de matar en colectivo”). McTiernan rechazó el trabajo y en ese momento surgió un nombre que, casualmente, también estaba muy vinculado al popular film de Bruce Willis.
“Cuando trabajaba para algún director, era frecuente que pensara cómo hubiera hecho las cosas yo en su lugar, y llegó un punto en el que eso se convirtió en motivo de frustración”, confesó Jan De Bont en una entrevista. El director de fotografía llevaba casi tres décadas en ese rubro cuando aceptó con entusiasmo la oferta de dirigir Máxima velocidad (como no podía ser de otra manera, De Bont era muy reconocido por haber realizado la fotografía de Duro de matar).
Mientras la producción del film avanzaba a gran velocidad, el director propuso hacerle varias modificaciones al guion original. Para esa tarea, el encargado fue un joven escritor llamado Joss Whedon. El futuro creador de Buffy la cazavampiros fue convocado para reescribir no tanto la estructura de la historia, sino los diálogos de los personajes. “Parte de mi trabajo consistió en compactar lo que ya estaba hecho, que tenía un tono más bien artificial. Todo lo que giraba alrededor de un protagonista que era un novato muy canchero, al que todo le salía bien. Entonces mi enfoque fue el de proponerlo como un tipo muy correcto, que simplemente intentaba que nadie fuera asesinado”, expresó Whedon, quien -se dice- modificó los diálogos en un 98 por ciento. Sin embargo, y si bien su trabajo fue crucial, por una cuestión vinculada al gremio de guionistas, él no pudo figurar en los créditos del largometraje.
Reeves, Bullock, y las batallas por la pareja central
Jan de Bont no tenía dudas sobre el actor ideal que debía encarnar a Jack Traven, el valiente policía sobre el que gira la historia. Luego de ver Punto límite, el director sabía que para su film quería a Keanu Reeves (sobre el que dijo interesarse porque en pantalla “resultaba alguien vulnerable”). Pero para los inversionistas, esa opción estaba lejos de ser la ideal, ya que consideraban que el proyecto necesitaba de un nombre mucho más importante. De Bont insistió con Reeves, pero cuando le acercó la primera versión del libreto, el actor lo rechazó porque coincidió con eso de que el film parecía una “Duro de matar en colectivo”. Ni lerdos ni perezosos, en Fox armaron una lista de posibles candidatos integrada por muchos (¡muchísimos!) intérpretes muy conocidos, entre los que se encontraban Kevin Bacon, Jeff Bridges, Nicolas Cage, George Clooney, Tom Cruise, Kevin Costner, Clint Eastwood, Harrison Ford, Mel Gibson, Richard Gere, Woody Harrelson, Dennis Quaid, Sylvester Stallone, Bruce Willis (que ya imaginarán por qué la rechazó), Kurt Russell, y hasta a tres de los hermanos Baldwin: Alec, Stephen y William. Sin embargo, ninguno terminó de interesarse. Una vez más, De Bont volvió al contraataque con Reeves.
Tras las modificaciones realizadas por Whedon, Keanu encontró al guion mucho más interesante y después de hablar largo y tendido con De Bont (que entre otras cosas, lo entusiasmó asegurándole que le dejaría hacer todas las escenas de riesgo), finalmente el actor firmó contrato. Sin perder un minuto, De Bont lo envió a realizar un entrenamiento con exagentes de SWAT y luego tomó otra decisión que estremeció al estudio Fox: mandó a su estrella a cortarse el pelo. De Bont creía que un agente especial, no podía llevar el cabello largo como solía utilizarlo Reeves y sobre eso opinó: “No quería que la gente tuviera la imagen de Keanu en Bill y Ted, quería demostrarles que él ya era un actor adulto”.
Sin lo que ellos consideraban una gran estrella al frente del film, la intención del estudio fue entonces buscar una actriz importante para el rol de Annie, pero ahí tampoco tuvieron suerte. El desfile de candidatas también resultó considerablemente extenso: Joan Cusack, Melanie Griffith, Michelle Pfeiffer, Madonna, Demi Moore, Geena Davis y hasta Gwyneth Paltrow estuvieron cerca de quedarse con el personaje, pero ninguna de esas opciones prosperó. Halle Berry rechazó la oferta porque opinó que en sus manos Annie hubiera quedado reducida a ser solo “una mujer negra manejando un colectivo”. De esta manera, el rol fue para Sandra Bullock, que venía de sorprender al público por su trabajo en El demoledor.
Y todavía faltaba decidir -¡y cerrar el contrato!- con el actor que se pondrían en la piel del villano del film. Luego de tantear a Robert De Niro y a Jack Nicholson, fueron por Dennis Hopper, quien finalmente se quedó con el papel de Howard Payne. A De Bont le gustaba esta opción porque “no parecía el típico villano, sino un tipo común al que de un día para el otro, la cabeza le hacía un clic”.
Popular y de culto
Llevar a cabo Máxima velocidad fue un gran desafío. Las complejidades que representaba la filmación le exigió a la producción utilizar más de diez colectivos, a los que les instalaron varias cámaras y hasta un volante en el techo para que lo manejara un conductor profesional. Por otra parte, De Bont quiso agregar una escena inicial en un ascensor, que se basó en una experiencia propia. Mientras filmaban Duro de matar, él se había quedado atrapado en un elevador y rescatarlo de ahí fue un operativo bastante complejo, que quiso trasladar al comienzo de su film.
Por otro lado, el transcurso del rodaje sufrió un parate obligatorio cuando Reeves debió tomarse unos días de duelo, ante la muerte de River Phoenix. Ambos habían trabajado juntos en Te amaré hasta que te mate y en Mi mundo privado, dos producciones que dieron pie a una entrañable amistad. Por este motivo, el fallecimiento de Phoenix impactó profundamente en Reeves, que en una nota de la época confesó: “Lo único que podía asegurar era que nunca había sentido algo como eso en toda mi vida, era una cosa que iba mucho más allá de estar simplemente triste. No sabría cómo explicarlo, solo que no podía dejar de llorar por horas”. Cuando volvió al set, Keanu se mostró más reservado y mientras no filmaba, pasaba sus horas encerrado en su trailer, sumergido en la lectura de Hamlet.
Con la película terminada, el pase de prueba recibió excelentes devoluciones. Fox no confiaba demasiado en el proyecto, pero el público que vio la primera versión del largometraje se mostró inesperadamente entusiasmado. Cuando la película llegó a las salas de los Estados Unidos, el 10 de junio de 1994, se convirtió en un verdadero fenómeno. La crítica aplaudió el film y el público lo convirtió en uno de los grandes éxito de ese año, que con un presupuesto de treinta millones, recaudó a nivel mundial la friolera de US$ 350 millones.
Con la intención de exprimir la fórmula, la productora ordenó rápidamente una secuela, que contó también con De Bont en la dirección y Bullock como protagonista, pero Keanu no quiso participar de esa continuación. El actor aseguró que no estaba “ni física ni emocionalmente preparado” y optó por trabajar en El abogado del diablo. Cuando Máxima velocidad 2, estrenada en 1997, se convirtió en un sonado fracaso, Fox cargó las tintas contra Reeves y durante catorce años el estudio se negó a incluirlo en cualquier otro proyecto.
Máxima velocidad es un título clave para comprender el cine de acción de los noventa, un momento de transición entre los héroes “forzudos” en la línea de Arnold Schwarzenegger, con ingredientes que mostraban un cinismo menor al de John McClane. Y aunque decir esto es un lugar común, es innegable que las dos horas de película “están cargadas de adrenalina”, pero esto no significó un descuido en la construcción de los personajes ni el de su crecimiento en el marco de una amenaza que parece incontenible. De Bont logró un maridaje perfecto reuniendo elementos de El salario del miedo con otros de largometrajes en la línea de Aeropuerto o la ya mencionadísima Duro de matar. El paso del tiempo convirtió a este en un título de culto y hasta Tarantino la considera una de las mayores obras maestras en la historia del cine. De este modo, y a casi treinta años de su estreno, Máxima velocidad no deja de ser una pieza imprescindible de la pantalla grande.
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