Considerada una de las peores secuelas del cine de acción, la película de Jan de Bont fue un verdadero fracaso del que su protagonista se arrepiente hasta el día de hoy; “Un crucero marchando lento no tenía ningún sentido”, declaró la actriz
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El éxito rotundo de Máxima velocidad empujó al director Jan de Bont a poner en marcha, en 1996, la secuela de su popular film como si desconociera las razones detrás de su impacto. Si hubo un motivo por el que el largometraje de acción protagonizado por Sandra Bullock y Keanu Reeves funcionó (y sigue funcionando) como un relojito, era precisamente la química entre la dupla suscitada en un contexto puramente adrenalínico. Esa bomba a punto de explotar en un colectivo generaba la tensión necesaria para mantener al largometraje en pie, tensión que en la secuela se disuelve desde la premisa misma, con un lujoso crucero manipulado por una mente brillante de la informática que busca enfilarlo hacia un puerto turístico, aterrorizando a la tripulación... pero en cámara lenta. La idea, totalmente anticlimática para una saga que buscaba anclarse en lo irrefrenable, surgió del propio De Bont, quien les trasladó su borrador a los guionistas Randall McCormick y Jeff Nathanson.
El realizador de Twister había soñado recurrentemente con la imagen de un crucero destrozando una isla, y consideró que había una razón por la que esas imágenes que siempre permanecían indelebles durante la vigilia no cesaban de invadirlo mientras dormía. Sin embargo, cuando lo consultó con 20th Century Fox, el estudio encargado de distribuir su película, el concepto no fue recibido de manera entusiasta y se les encargó a diversos guionistas que enviaran sus ideas para poder llevar la secuela adelante y, según la visión de todos los involucrados, repetir el éxito que habían cosechado en 1994. El primer conflicto surgió cuando De Bont se encaprichó con traspolar la trama que había soñado y el estudio, creyendo que el título Máxima velocidad 2 sería el gancho que por sí solo atrajera al público, desistió de leer otras propuestas. Así, el cineasta se reunió con el guionista Randall McCormick para darle forma a su pesadilla y luego se sumó al equipo al experimentado Jeff Nathanson.
La extrema confianza que tenía De Bont en el proyecto se debía, en gran medida, a que creía que Keanu Reeves iba a estar interesado en volver al ruedo con su personaje de Jack Traven. Por lo tanto, su material de base no tenía un “plan B” en caso de que el actor no quisiera interpretar nuevamente a uno de sus roles más memorables. Ese error le costó caro al director, quien debió comunicarles a los guionistas que tenían que encontrar la manera de incorporar a Jack en la trama pero sin mostrarlo, y también sumar un nuevo héroe a la historia, el flamante partenaire de Annie Porter (Bullock). A medida que se iba trabajando el guion, el enojo del realizador con la negativa de Reeves fue in crescendo, ya que sus intentos por persuadirlo a sumarse a la secuela fracasaron de manera reiterada.
La insólita campaña sucia contra Keanu Reeves
Cuando le ofrecieron sumarse a la secuela y le confirmaron que su colega y amiga Sandra Bullock había aceptado la propuesta, Reeves no dio el brazo a torcer y explicó sus motivos con tacto, pero de manera contundente. Según informes de la época, al actor “no le gustó nada el guion”, y tenía como alternativa la posibilidad de protagonizar El abogado del diablo junto a Al Pacino. Como consecuencia, el período de vacilación fue corto. Reeves rechazó las ofertas millonarias que le hizo el estudio y explicó que quería alejarse momentáneamente del cine de acción (el actor venía de interpretar a Eddie Kasalivich en Reacción en cadena) para abocarse a la película de Taylor Hackford y a un tour que tenía planeado con su banda, Dogstar. Cuando pasó la tormenta, Keanu contaría que Fox inició “una campaña sucia” en su contra, que minimizaron su compromiso como actor, filtrando a la prensa “información falsa” sobre cómo sólo “quería salir de gira” con su grupo y no cumplir con sus responsabilidades como intérprete, intentando dañar su imagen en un momento en el que se encontraba en pleno ascenso al estrellato en Hollywood.
Por su parte, De Bont también se mostró enojado con Reeves y minimizó la importancia de su coprotagonismo en el film, declarando que “cualquier galán joven de la industria podía tener química con Sandra”, e intentando que la ausencia del actor de Matrix no se note en el guion que se empezó a reestructurar contrarreloj. Con poca inspiración, McCormick y Nathanson crearon un nuevo personaje, Alex Shaw, el nuevo novio de Annie que fue personificado por Jason Patric, el elegido de De Bont luego de haber visto su actuación en el extraordinario -y durísimo- drama de Barry Levinson, Los hijos de la calle.
Al comunicarse su incorporación al film, Patric brindó una llamativa entrevista en la que aseguró que nunca vio la primera entrega de Máxima velocidad y que tampoco “tenía ganas” de hacerlo. En tanto, y como forma de cerrar el ciclo con diplomacia, Reeves declaró que le deseaba “muchísima suerte” a su colega y que esperaba con ansias verlo en pantalla. Asimismo, se debió pensar en un actor que pudiera interpretar al villano de esta historia (Dennis Hopper había dejado la vara altísima con la primera entrega) y, tras el rechazo de Gary Oldman por “problemas de agenda”, se le ofreció el rol de John Geiger a Willem Dafoe. Una vez que los nombres fueron definidos, el rodaje comenzó en septiembre de 1996 y se prolongó hasta febrero de 1997, dándole al editor Alan Cody tan solo cuatro meses para trabajar el confuso material en la isla de edición, ya que el estreno estaba pautado para junio de ese mismo año en el que Titanic monopolizó el interés de la audiencia.
Una filmación que causó un “pánico generalizado”
Máxima velocidad 2 tuvo un presupuesto de 160 millones de dólares y el rodaje se llevó a cabo en la Isla de San Martín en el Caribe y en Florida, principalmente en la ciudad de Cayo Hueso. Como la amenaza de la historia era el crucero mismo, un personaje más del film, se buscó incansablemente hasta encontrar con el indicado, y finalmente se alquiló el barco de la línea Seabourn Legend que costaba nada menos que 38 mil dólares por jornada de rodaje. Como De Bont estaba tan involucrado en la historia -su terquedad fue uno de los motivos de la mala recepción que tendría su largometraje-, decidió que no era necesario contratar dobles de riesgo, ya que consideraba que tanto Bullock como Patric podían estar a la altura de sus demandas.
La preparación fue intensa, pero no del agrado de la actriz, quien debió superar su miedo al agua, temor que se agravó cuando algunas secuencias no salieron como lo esperaba. De acuerdo a su testimonio, Patric la rescató de una situación peligrosa en la que se golpeó la cabeza contra un sector del crucero, y el “pánico generalizado” fue inevitable cuando el actor también arriesgó su vida el segundo día de rodaje en una escena en la que caía de una moto. “Fue tan grave la caída que todos pensábamos que podía haber muerto”, aseguró entonces Bullock.
Del fracaso en taquilla al arrepentimiento de Sandra Bullock
La filmación se desarrolló con ese temor subyacente a que algo fallara y, cuando concluyó, De Bont hizo un mea culpa. “Filmar en el agua fue mucho más difícil de lo que hubiera imaginado”, se sinceró el director, quien se dejó llevar por sus propias ambiciones, poniendo en riesgo el proyecto desde el minuto uno, cuando se le aconsejó alterar varios pasajes de un guion al que se aferró de manera obstinada, la punta del iceberg de lo que sería un desastre comercial.
Máxima velocidad 2 se estrenó en junio de 1997 y si bien se posicionó en el primer lugar de taquilla en su semana debut, tuvo una notoria baja en la segunda. Cuando se dieron a conocer las cifras finales, el resultado fue calamitoso: 164 millones recaudados a nivel global, un número que le hizo perder millones a Fox, que tampoco pudo tapar el sol con la mano cuando se publicaron las críticas negativas y cuando el film fue nominado a ocho premios Razzie, obteniendo el galardón a “la peor secuela”.
En diálogo con TooFab años después de ese estreno para el olvido, Sandra Bullock mencionó a Máxima velocidad 2 como su mayor arrepentimiento como actriz. “No hubo forma de salvar esa película con el paso del tiempo, me da mucha vergüenza haberla protagonizado”, dijo sin filtro y añadió: “Nada tenía sentido en ese film, el barco iba lentamente hacia una isla, ojalá nunca la hubiese protagonizado y ojalá ninguno de mis fanáticos la hubiesen visto, ni siquiera ganó un público de nicho, no se convirtió en una película de culto, simplemente no tenía lógica”. En algunas ocasiones, Reeves también fue consultado por la secuela y su respuesta jamás varió. “No respondí al guion, y eso fue más fuerte que mi deseo de volver a trabajar con Sandra. Amo al personaje de Jack, amo Máxima velocidad, pero… ¿un crucero? No me parecía correcto”, manifestó el actor en una declaración que reflejó el consenso general.
El capricho de De Bont, esa pesadilla que quería ver reflejada en pantalla, le salió muy caro al neerlandés quien, a sus 80 años, se encuentra definitivamente alejado de la industria. El año pasado, el director reapareció para oponerse al relanzamiento de su clásico del cine catástrofe, Twister. Cuando le comunicaron que el director Lee Isaac Chung estaba trabajando en la relectura de su popular largometraje (que llegará a la Argentina el 18 de julio bajo el título de Tornados), De Bont fue categórico: “Otra persona deberá verla por mí, es una película que no puede volver a filmarse, simplemente no tiene que hacerse”, sentenció.
Máxima velocidad 2, de Jan de Bont, se encuentra disponible en Star+
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