Marvel: por qué la gran factoría de Hollywood permanece atrapada en su propia fórmula y sin un horizonte claro
Tras triunfar en la pantalla grande y dar el salto hacia las series, el estudio líder en materia de superhéroes puede que haya encontrado en sus éxitos su propia ancla
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Desde el estreno de la primera Iron Man, en 2008, el universo cinematográfico de Marvel se expande a paso acelerado. Actualmente, un estudio que comenzó con un estreno por año lanza no solo un promedio de tres largometrajes anuales, sino también múltiples series para televisión. Y eso que la productora comprende como su llave al éxito garantizado, también es la clara señal de una fórmula cada vez más hermética.
Una mirada visionaria
Los personajes de Marvel no habían dado grandes resultados en el cine durante los años setenta, ochenta y noventa. Prácticamente todas las películas (de las pocas estrenadas) basadas en héroes de esa editorial, eran poco más que productos mediocres. Pero el estreno de X-Men en el 2000, y de Spider-Man en el 2002, revirtieron esa tendencia, demostrando que directores talentosos y presupuestos acordes, podían convertir a esos héroes en franquicias imparables. Kevin Feige, que por esos años era un productor de bajo calibre, tuvo la posibilidad de trabajar en Spider-Man, y tomó nota de los grandes aciertos de ese largometraje. Y con la lección aprendida, puso en marcha Iron Man, piedra basal en el mito de eso que hoy se conoce como en Universo Cinematográfico de Marvel (MCU, por sus siglas en inglés).
La idea de Feige era clara: había que construir una familia de películas, y que todas transcurrieran dentro de una misma continuidad. El productor trazó un ambicioso plan, que trasladaba a la pantalla grande esa misma estructura que Stan Lee había concretado en las historietas Marvel de los años sesenta: los personajes debían tener sus títulos en solitario, y reunirse para aventuras en conjunto.
De esa manera, Feige comenzó a planear films de Iron Man (Robert Downey Jr.), el Capitán América (Chris Evans) y Thor (Chris Hemsworth), con el objetivo de reunirlos luego en Los Vengadores. De ese modo, todos esos héroes iban a compartir un universo, las referencias cruzadas serían habituales, los guiños para los expertos en cómics despertarían muecas cómplices y la familia Vengadora se ampliaría con el correr de las aventuras. Y mientras la industria miraba con escepticismo los planes de Feige, el tiempo le dio la razón.
Más allá de establecer a los superhéroes como la nueva moda en cine, el método Marvel funcionó por lo aceitado de su mecanismo. Las fases estaban claras, y a los espectadores no les costaba seguir el camino de escenas post créditos que apuntaban a un gran arco argumental que avanzaba milimétricamente. Con el estreno en 2019 de Avengers: Endgame, Feige le dio un punto y aparte a una serie de franquicias que concatenaban, reuniendo a casi cuarenta superhéroes en el marco de un título que, actualmente, es el segundo largometraje más visto en la historia del cine. Pero luego de eso, ¿qué sucedió?
Los fans en fuga
El cómic de superhéroes en Estados Unidos atraviesa uno de sus peores momentos en materia de ventas. El avance de las historietas japonesas, diversas en sus temáticas, inclusivas en su representación y mayormente breves en su duración, encierran universos que conquistaron a los lectores. Y es que justamente la mencionada lógica de Marvel y DC de cruzar personajes a lo largo de numerosas series, terminó complejizando de manera absurda continuidades a las que cada vez cuesta más seguirles el rastro.
Según un artículo publicado en la web Comicsbeat, durante el año 2021, el consumo de manga (como se llama a la historieta japonesa) aumentó en un 171 por ciento, mientras que el de superhéroes apenas trepó un 2.3 por ciento. Otro gráfico revela que de la torta de ventas anuales, un 76.71 por ciento corresponde a historietas japonesas, y un 6.45 por ciento a los cómics de superhéroes. La derrota fulminante de DC, Marvel y otras editoriales del rubro, es evidente.
La estrategia de las grandes editoriales dedicadas a los superhéroes, no parece buscar sumar a nuevos lectores, sino exprimir hasta lo indecible a quienes ya están rehenes de esos personajes, un público que compra más por hábito que por entusiasmo. Es una dinámica que claramente no está dando buenos resultados y que sumerge al género en un pantano del que difícilmente pueda salir. Y si bien las películas de Marvel venden millones de entradas, eso no necesariamente se traslada a una camada de nuevos lectores, que apenas buscan algún cómic del personaje de moda (Thor, por estos días), sin por eso desarrollar una fidelidad en la compra del mes a mes. Por su parte, en el cine Marvel Studios está dando peligrosos pasos hacia una mecánica similar de excesivas aventuras compartidas y héroes visitándose hasta el hartazgo en ficciones hermanas.
¿Hacia dónde va el MCU?
La fase tres de Marvel terminó en Avengers: Endgame. Hasta ese momento, las primeras dos etapas constaron de seis largometrajes cada una, y la fase tres sumó once títulos nuevos. Cada uno de esos arcos -integrado por varias piezas-, contaba con aventuras autoconclusivas que conducían a una trama mayor, que se resolvía con la reunión de Los Vengadores. Se trataba de pocas historias, con personajes que se cruzaban lo justo y necesario, sin obligar al espectador a ver absolutamente todo para estar al día con cada uno de los superhéroes. Pero hoy ese concepto se diluyó, y seguir los pasos de cada protagonista comienza a ser un tedio.
La fase cuatro de Marvel Studios inició en enero de 2021 con WandaVision, su primera ficción para Disney+. Con esa historia como puntapié inicial, la actual etapa lleva acumulada la friolera de doce títulos, más otros siete que se encuentran en camino, todos repartidos en la pantalla grande y chica. De ese modo, Marvel se convierte en un pulpo casi insoportable, en un cúmulo de sagas que cada vez más dependen unas de las otras. La relación simbiótica entre cine y televisión, los cruces de personajes y las historias que saltan de una a otra plataforma comienzan a ser motivo de agobio más que de festejo. Y de esa manera, Marvel se encierra en su propia lógica, convirtiendo en un ancla un recurso que fue su gran trampolín.
Mientras Marvel se ahoga en su universo compartido, su rival encontró en el fallar a esa fórmula su mejor escape. Cuando DC/ Warner fracasó en ensamblar continuidades en Liga de la justicia, emprendió un camino de historias independientes, con resultados mucho más interesantes, como sucedió con Shazam, Joker y The Batman. De esa forma, mientras DC se encuentra ante el desafío de la libertad, en Marvel están obligados a continuar expandiendo un universo que ya tiene una lógica de auriculares enredados, a los que toma demasiado tiempo desenredar para ver en dónde comienza y en dónde termina el asunto.
Hace pocas semanas, Kevin Feige comentó en una entrevista: “A medida que nos acercamos al final de la fase 4, creo que la gente comenzará a ver hacia dónde va la nueva saga. Ya hubo varias pistas, pero en los próximos meses seremos más directos, y quienes quieran ver el mapa completo, tendrán un pequeño vistazo”. Es evidente, Feige sabe que el público no comprende hacia dónde apunta la brújula actual de historias Marvel. A eso se suma también, que en las recientes nominaciones a los Premios Emmy, sus producciones televisivas sufrieron un ninguneo evidente. Repitiendo el vínculo de Marvel con los Oscar, los Emmy también se limitan a confinar a Marvel a rubros técnicos. Y si bien es cierto que la calidad de los títulos es dispar (como también pasa en las películas, desde luego), ignorar trabajos como el de Oscar Isaac en Moon Knight, no deja de ser llamativo. Hace apenas un año, WandaVision y sus 23 nominaciones a los Emmys (con Elizabeth Olsen como mejor actriz de drama, y Paul Bettany como mejor actor de drama), fue una verdadera sorpresa que, lamentablemente, hoy se revela como un caso aislado.
Thor: amor y trueno es un gran éxito. En la Argentina, la cuarta entrega solista del dios del trueno lleva una taquilla que promedia los 750 mil espectadores, y en Estados Unidos fue el título más visto en la semana de su estreno. Una suerte muy distinta corrieron otras franquicias recientes de Marvel como Shang Chi o Los Eternos, que estuvieron lejos de ser fenómenos de taquilla. Todo esto evidencia el amor que el público tiene por los héroes históricos, frente al desinterés por las nuevas propuestas que saturan aún más este viciado cosmos superheroico.
El MCU insiste en relatos con personajes que se cruzan cada vez más, en aventuras que comienzan en un título y terminan en otro, obligando al público a consumir una infinidad de historias para completar un rompecabezas al que siempre le falta una pieza. Y esto se traduce en el riesgo del público abandonando a estos personajes, sin hablar de la llegada de nuevas generaciones, que hoy necesitarían ver casi treinta películas para estar al día antes de ver los nuevos estrenos en sala. En las historietas, los lectores emigraron de los superhéroes hacia otros géneros. Y en el cine, los espectadores también puede que terminen emigrando hacia otro tipo de propuestas. Como indica su palabra, las modas tarde o temprano terminan, y puede que Marvel, en el exprimir esa fórmula que tanto les funcionó en el pasado, termine por lograr eso que Thanos no pudo: enterrar a los superhéroes para siempre.
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