Marvel: los 80 años de los superhéroes que salvaron a Hollywood
"Si Miguel Ángel y Shakespeare estuvieran vivos e hicieran cómics ¿quién se atrevería a decirles que lo que hacen no es un arte?", aseguraba Stan Lee antes que Marvel Comics y su panteón de personajes fueran lo que son hoy: el imperio de franquicias interconectadas más valioso de Hollywood.
Marvel, adquirido por Disney en 2009, cumple hoy 80 años. Y lo hace en el preciso instante donde cada noticia sobre el llamado Universo Marvel –que actualmente se extiende al cine, las series y los cómics– sale publicado al instante en los principales medios. Algo inimaginable décadas atrás y que podría leerse como una expansión de la forma que, en los años 60, Lee impuso para comunicarse con sus fans: su legendario correo de lectores era una de las tácticas que lo mostraban siempre más cerca de un maestro de ceremonias circense, creando intencionalmente un fenómeno de culto y un sentido de pertenencia. Pero Marvel Comics posee una historia mucho más intrincada que la fantasía que implica a Stan Lee, a su método y a nombres como Jack Kirby o Steve Ditko conquistando, primero, el medio y, después, al mundo con sus superhéroes de pies de barro.
Los comienzos maravilla
La historia de Marvel es la de una industria cultural tan multimillonaria como cruel con sus creadores. Martin Goodman, quien se jactaba de haberse salvado de la tragedia del Hindenburg (no usó su pasaje), era un editor que publicaba y reciclaba ilegalmente historietas de crimen y westerns a fines de los años 40. Los títulos espectaculares, interiores con material original y destinado a un consumo rápido estaban a la orden del día. Goodman, buscando capturar algo del éxito del recién aparecido Superman, ordena a los veinteañeros Carl Burgos y Bill Everett que en menos de 72 horas creen Marvel Comics #1. Ese cómic –publicado el 31 de agosto de 1939, bajo el sello Timely– sería el involuntario comienzo oficial del MCU que, apenas dos años después mostraría al Capitán América golpeando a Hitler en el rostro. Pasarían décadas hasta que Spider-Man aprendiera que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, creando así al superhéroe torturado que permite desde su economía personal, su drama como descastado social y el trasfondo urbano de la ciudad de Nueva York, la identificación del público adolescente.
En aquel comienzo "mercachifle", en plena fiebre pre-serial de radio (el primero de las muchas némesis que los cómics enfrentarían en sus décadas de existencia), aparece otra clave de su estilo: sus autores eran mayormente hijos de inmigrantes, que creaban los grandes mitos norteamericanos en busca de su propia identidad. Art Spiegelman, el autor de Maus, escribía en un texto en The Guardian hace pocos días, que Marvel no quiso publicar, sobre el origen del superhéroe: "Los jóvenes judíos que crearon a los primeros superhéroes dieron forma a salvadores míticos (casi deidades) que convivían con las amenazas económicas de la Gran Depresión y que supieron conjurar sus premoniciones sobre la inminente guerra mundial. Los cómics permitían a sus lectores escapar hacía la fantasía proyectándose en héroes invulnerables".
La revolución de los nuevos mitos
El millonario Goodman nunca había confiado en los superhéroes. El historiador Mark Evainer lo deja claro: "Marvel Comics fue construido bajo la consigna del Veamos que venden otros y los imitamos’". Así, Timely cambió de nombre, abandonó los personajes en calzas y editó durante décadas historias de monstruos, romance, ciencia ficción, westerns y más. Después de estar al borde de la quiebra, echar a todo su staff de dibujantes y guionistas (menos a Stan Lee, que era pariente lejano de Goodman) y de coquetear con vender sus personajes más taquilleros a su archirrival DC Comics, Marvel necesitaba volver a imitar. DC y sus superhéroes volvían a estar de moda. Y la historia de Marvel Comics cambia para siempre en los años 60.
La leyenda habla de un Stan Lee harto que, con casi 40 años, debía crear un supergrupo que respondiera a un pedido nacido en una ronda de golf entre magnates editoriales. Lee narró mil y una veces que decidió –cual canto del cisne– poner aquello que reprimía como guionista dentro del primer número de Los cuatro fantásticos, publicado en 1961. El otro creador de ese éxito fundacional, Jack Kirby, dibujante y narrador que Disney sacó por estos días a la luz para usarlo como promoción de su film The Eternals, lo cuenta de otra forma: "Mientras sacaban los muebles, Stan Lee estaba en un rincón llorando. Les dije que dejaran todo como estaba, que yo haría los cómics que los mantendrían en el negocio". La permanente tensión Marvel se da en la amalgama de ambas versiones: la oficial y la enojada, la del hombre que sería el rostro del relato de Marvel (ahí están todos esos cameos de Lee en la veintena de películas realizadas hasta el momento) y la de Kirby, fallecido en 1994, y que aunque ignorado fuera del medio, supo definir en el poder de sus trazos y su diseño una de las dos formas que adquiere el superhéroe moderno. La otra pertenece a Steve Ditko, el cocreador de Spider-Man, dueño de un dibujo cuasiexperimental y desgarbado, fundandor de otra escuela del género, más lisérgica y tenebrosa.
Con personajes como los Cuatro Fantásticos, Spider-Man, Iron Man, Thor, Hulk, Doctor Strange, los X-Men, Pantera Negra, Daredevil y más, Marvel crea entonces al superhéroe moderno. Pero también –y aquí aparece Lee– se funda una forma de venderlos, de pensar la producción de relatos urgentes (el método Marvel), de crear una sensación de pertenencia (antes que de moda) en el lector y hasta una construcción ficcional sobre la felicidad de trabajar en Marvel (Lee vendía una realidad idílica, cuando sus dibujantes eran freelancers que no veían ni un centavo de regalías de la comercialización de sus criaturas).
El renacimiento en el cine
Desde aquel big-bang donde Marvel logró crear un nuevo superhéroe, menos idílico, menos "american way", y monstruosamente humano, todo fue distinto. Marvel era una marca que revitalizó el género, y por muchos años funcionó con esos tires y aflojes, esas exageraciones que siempre la definieron: una visita a sus oficinas del fan Federico Fellini, personajes cósmicos creados en trips de ácido por Central Park, intentos de llevar Marvel a Hollywood (una temprana obsesión de Lee), series, guerras internas, delirios (como la sangre mezclada con tinta de los integrantes de Kiss en su cómic de Marvel), juicios de varios creadores (hasta el mismo Lee) y cartas de lectores firmadas por nombres como George R. R. Martin (el autor de Game of Thrones tenía apenas 15 años cuando escribió a la revista Fantastic Four).
Una segunda quiebra de la compañía evitada por poco en los años 90 llevó a una crisis como nunca antes, que paradójicamente funcionó como trampolín para su renacimiento: desde 1998, medio centenar de películas se han filmado basadas en personajes de Marvel. Después de intentar lucrar sólo con el merchandising y los cómics surgidos de esos films, Marvel decidió recuperó los derechos de autor desparramados en diferentes estudios de algunos de sus personajes y tras crear Marvel Studios, decidió producir por sí misma Iron Man (2008). El éxito comercial y creativo del film dirigido por Jon Favreau y protagonizado por Robert Downey Jr. llevó a que al año siguiente Disney comprara por 4000 millones de dólares a la compañía (que acumula ganancias por 22.570 millones de dólares). La saga Infinita, como se conoce a las 23 películas (las primeras tres fases) del Universo Marvel que comenzó con Iron Man, concluyó este año con Spider-Man: lejos de casa. La fase cuatro está por comenzar.
La operación que nadie esperaba ocurrió: las películas ahora son el cánon. Los cómics, aunque siguen existiendo, son replicados en el cine, creando algo nuevo, distinto, nunca visto. Marvel es ahora lo que el fallecido Stan Lee siempre había querido que fuera: el perfecto arcón de juguetes para Hollywood. ¿Quién se atrevería a decirle que no es un arte?
¿Y ahora qué?
La revolución de Marvel Comics durante los años 60 fue estética, temática y de tono. Pero ¿cómo sorprender al público de una industria, la del cómic impreso, que no logra asomarse ni remotamente a los millones que genera, por ejemplo, Avengers: Endgame, la película más taquillera de la historia, protagonizada por una de sus franquicias más famosas?
La respuesta es: con personajes como Capitana Marvel, prácticamente reinventada por Kelly Sue DeConnick, y Ms. Marvel, la heroína musulmana escrita por G. Willow Wilson que tendrá su serie en Disney+, son una muestra de formas en que la editorial ha intentado mantener el legado vivo. Una Thor cuyo alter ego es una paciente de cáncer es otra muestra, como los anteriores personajes, de esa constante renovación que el cómic ha promovido en los últimos años (llegará de algún modo al cine de la mano de Thor: Love & Thunder, con Natalie Portman). Antes que nada, Marvel Comics busca siempre reflejar el mundo en que vive.
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