Martín Rejtman en el edén del cine
Presentó su nuevo largometraje, Dos disparos, en la muestra suiza
LOCARNO, Suiza.- Hay directores que encuentran en un determinado festival algo parecido a su lugar en el mundo y para Martín Rejtman ese edén personal parece ser Locarno. Tras casi una década de ausencia en el largometraje de ficción (en el medio hizo un par de notables "encargos" documentales de mediana duración como Copacabana y Entrenamiento elemental para actores), este pionero del Nuevo Cine Argentino regresó ayer a este bellísimo enclave del cantón italiano en Suiza para -en su cuarta participación en esta prestigiosa muestra- presentar en carácter de estreno mundial su notable tragicomedia Dos disparos, segunda película nacional que participa en la sección principal Concorzo Internazionale (la otra, ya presentada, es La princesa de Francia, de Matías Piñeiro).
Acompañado por dos de sus actrices (Susana Pampín y la joven estrella chilena Manuela Martelli) y sus productoras Violeta Bava y Rosa Martínez Rivero, el director de Rapado, Silvia Prieto y Los guantes mágicos sorprendió y sedujo a la crítica internacional con lo que en principio apunta a ser un melodrama asordinado, pero que luego va abandonando la tragedia y se va embebiendo de ese humor absurdo y agridulce tan particular que sólo admite un adjetivo calificativo: rejtmaniano.
El film arranca con la historia de Mariano, un muchacho de 16 años de clase media que encuentra un arma en el depósito de un quincho y, como impulso ante una insoportable ola de calor, se pega los dos disparos a los que alude el título. Sin embargo, no sólo no muere (un tiro le roza la cabeza y la otra bala queda incrustada en el estómago), sino que a los pocos días sale del hospital ante la perplejidad y el asombro de familiares, amigos y compañeros de su grupo de música.
Pero tras este inicio tan extremo ("traté de ir en contra de la comedia apostando a una situación trágica, pero el humor siempre me termina ganando", indicó Rejtman) la película se abre cual amplísimo abanico a múltiples subtramas y personajes: desde las desventuras afectivas de su hermano algo mayor hasta los miedos de su madre (Pampín), que entierra no sólo el arma, sino también todo elemento cortante que pudiera "tentar" al "suicida"; pasando por la llegada de Laura (Martelli) y su relación con los otros integrantes de un conjunto de flauta dulce que interpreta música barroca, o las andanzas de unos patéticos y en el fondo queribles personajes que terminan reuniéndose en balnearios grises como La Lucila del Mar o Aguas Claras. Y así podría seguir la descripción. Las historias, por momentos, se recuperan, los personajes reaparecen, pero Rejtman apuesta al esquema de muñecas rusas porque siempre hay alguna sorpresa (más pequeña o más grande) por agregar.
Tras un complejo proceso de financiación del proyecto que demandó más de lo esperado, Rejtman volvió a los sets de filmación: "Siempre que dirijo, e incluso también cuando escribo, vuelven los miedos, el desconcierto, las dudas… En algún sentido, es como empezar todo de nuevo. Dos disparos era una apuesta difícil por el despliegue de producción y por lo ambicioso y complejo del material. El engranaje industrial te genera un estrés inevitable. Antes solía trabajar con un grupo de amigos, con una mística compartida, era un poco la película de todos. Ahora el trabajo es más profesional, más frío, se cuida el tiempo. Pero está bien que sea así. Yo ya no puedo hacer más películas como antes, ya no puedo pedir favores", indicó en diálogo con LA NACION.
A la hora de comparar su obra literaria con la cinematográfica, Rejtman aseguró que hay muchas coincidencias: "Siempre estoy en busca de nuevas narraciones. Quiero que mis historias fluyan con libertad, no me interesa cerrar las historias, darles sentido, prefiero arriesgar y no buscar la empatía fácil. En cuanto al guión, también es muy literario, respeto siempre los diálogos y soy muy obsesivo con los encuadres".
Por su parte, Pampín –que trabajó por tercera vez con el director en Dos disparos– dijo en la conferencia de prensa: "Siempre es un placer filmar con Martín, un artista que encuentra música en las palabras, un tipo exquisito que sabe escuchar y que luego hace que los diálogos suenen de una manera única. Yo provengo del teatro, donde todos somos muy expansivos; Martín, en cambio, siempre quiere menos, una economía expresiva que a mí me encanta profundizar".
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