Lejos del rol de galán y buscando nuevos desafíos actorales, el 6 de enero estrenará Yo, traidor, el film en el que comparte protagónico con Arturo Puig y Jorge Marrale
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“Queremos creer que la pandemia pasó, pero no es así. Lo que pasa es que fue tan duro todo que hay una necesidad de sentir que vamos hacia el final de la pesadilla”. Aplomado, así se lo percibe a Mariano Martínez. Con solo escucharlo unos minutos, rápidamente el interlocutor descubre al hombre de 43 años, trajeado en lino y con porte elegante y melena salvaje, con ganas de profundizar y pensar en ese oficio que lo convirtió en una figura popular siendo casi un adolescente.
Hoy, algo alejado de aquellos papeles de las comedias de televisión que le dieron fama, focaliza en una búsqueda que le permita expresarse diferente. Transitando ese camino lo encontró la propuesta para protagonizar el film Yo, traidor, dirigido por Rodrigo Fernández Engler, en el que comparte el rol protagónico con Arturo Puig y Jorge Marrale y que se estrenará el próximo 6 de enero en una importante cantidad de salas. “Es una versión libre de El hijo pródigo, pero está lejos de ser una película religiosa, es un thriller de suspenso”, asegura el actor a LA NACION.
Si en la parábola bíblica se resalta el valor de la misericordia, en el relato cinematográfico el foco está puesto en el vínculo de un padre y un hijo y la posibilidad de perdón como sanación. “Mi personaje es Máximo Ferradas, un empresario que va por la vida muy seguro y decidido, pero, detrás de esa imagen, esconde un dolor que tiene desde su nacimiento y que se convierte en un motor para todo lo que hace”, explica Martínez. Su criatura de ficción buscará un adelanto de la herencia paterna, buscando generar su propio imperio en la industria pesquera.
-¿Cómo conecta el ideario bíblico con lo terrenal de la ficción?
-La película es una historia profunda entre un padre y un hijo, que habla sobre lo importante que es saber darse cuenta de los errores, arrepentirse y pedir perdón, pero también dice mucho sobre lo valioso que es aceptar ese perdón. Muchas veces, por rencor, no se resuelven un montón de cosas.
-¿El perdón siempre implica a otro?
-Sí, pero primero hay que saber perdonarse a uno mismo.
-La película habla sobre la traición, en algún momento de tu vida, ¿has padecido una?
-He sufrido traiciones, pero no siempre hubo intencionalidad. Por eso creo que es importante el arrepentimiento y el perdón, se camina mucho más liviano. De lo contrario se perpetúa el enojo y el rencor, y eso hace muy mal.
De padres e hijos
“El rol de padre no solo implica el mantener económicamente a un hijo, sino la contención humana que se le puede dar, por lo tanto, la presencia es fundamental en esa relación”. Una vez más, las palabras de Mariano Martínez desnudan el aplomo de este hombre crecido, padre de Olivia y Milo, fruto de su relación con Juliana Giambroni, y Alma, la más pequeña de la familia, cuya madre es Camila Cavallo, de quien el actor se separó hace poco más de un año.
-¿Cómo te ha ido en el rol de padre?
-Es una tarea muy compleja. A veces, uno la confunde con la amistad y busca ser condescendiente, pero ese es un lugar incorrecto. Los límites son fundamentales y si el rol de padre es como el de un amigo, no se pueden poner en práctica.
-¿Te cuesta poner límites?
-Por momentos siento que no puedo, pero, rápidamente, me planto como padre. Pero, más allá de los errores, les di mucho amor a mis hijos. Tenemos mucha comunicación, aunque les pueda dar vergüenza o miedo contarme algo, como les sucede a todos los hijos. Los educo para que sean gente de bien, quiero que mis hijos le sumen a la sociedad.
Al momento de desarrollarse esta charla, faltaban pocas horas para que a su hija Olivia, quien ya tiene 12 años, le entregaran el diploma que acredita la finalización de sus estudios primarios: “Veo a mi hija y no puedo creer lo que creció en los últimos años”. En un rato, dejará sus compromisos laborales para estar en la primera fila del acto escolar. “Al estar separado, es más complejo ejercer el rol de padre, estoy de acá para allá todo el tiempo”, dice sin queja y hasta encontrándole humor a la vorágine cotidiana.
-¿Cómo fue tu vínculo con tus padres?
-Fue una situación muy diferente a la que yo vivo con los míos, pero debo reconocer que siempre tuvieron las mejores intenciones. Ellos vivieron otras circunstancias de la vida y a otra edad, diferente a la que mía cuando fui padre.
-¿A qué edad te tuvieron?
-Cuando yo nací, mis viejos tenían 15 o 16 años, eran muy chiquitos, me cuesta imaginarlo.
-Padres que parecerían hermanos.
-Totalmente, por eso yo busqué no repetir algunas cosas.
-Siendo tan chicos, ¿mantuvieron el vínculo o se separaron en poco tiempo?
-Estuvieron juntos hasta que yo cumplí 8 años.
-¿Siempre tuviste contacto con ambos?
-Sí, siempre estuvieron presentes y eso lo valoro mucho.
Decir “no”
“En el cine podés trabajar tu personaje durante varios meses y rodás dos escenas por día. En la televisión, sobre todo cuando se hace una tira diaria, aunque cada vez se produce menos, podés llegar a grabar veinte escenas en un día”, sostiene Martínez en torno a los tiempos diferenciados entre el medio que transitó desde muy joven y el nuevo ámbito en el que hoy siente que puede entregar mucho más.
-Para el actor, la televisión es un ejercicio enorme.
-Es un entrenamiento impresionante para la memoria, la espontaneidad y la improvisación. Te da training para poder resolver rápido.
-En televisión has compuesto varios personajes que apelaban al sex appeal físico. ¿Es una presión tener que responder a una expectativa sobre tu cuerpo?
-Para nada, todo lo que hago, lo hago porque me gusta. Me mantengo bien porque el deporte me encanta y me hace bien a la cabeza y, por supuesto, a la salud. Es una manera de canalizar y renovar energías.
-En tus redes se te ve muy deportista.
-Volví al taekwondo, un viejo amor que comparto con mis hijos. De hecho, con Olivia competimos en el club Estrella de Maldonado. El entrenamiento físico me permite responder en el deporte que amo desde chiquito. Más que nada, me interesa estar bien, en forma, para poder jugar con mis hijos. Si estoy bien físicamente, puedo disfrutar con más plenitud de mis seres queridos o de cada cosa que hago.
-Entonces, ¿no sentís una presión del medio con respecto al cuidado de tu cuerpo?
-Para nada. Es más, hasta recibo críticas. En las redes me han dicho que no estoy igual que antes.
-¿Cómo reaccionás?
-Esos comentarios no me interesan, creo que reflejan esa obsesión por no envejecer que existe en mucha gente. No me afecta.
-En la Argentina, es casi inexistente la presencia de personajes mayores en las ficciones.
-Acá hay un tema con la edad que hay que superar, tenemos que aprender mucho de otros países donde trabaja gente de todo tipo de edad. En los Estados Unidos, las ficciones cuentan con personajes mayores y hasta ancianos.
-Teniendo en cuenta una industria local que apela al edadismo, ¿te preocupa el futuro laboral y cómo reinventarte, según pasen los años?
-Trato de no pensar mucho en eso, prefiero focalizarme en estudiar, aprender cada día un poco más y en elegir los trabajos a conciencia, dejando un trabajo artístico que perdure. Mi objetivo es dejar algo.
-La película Yo, traidor va en sintonía con determinadas búsquedas que venís haciendo en los últimos años, saliendo de cierta zona de confort.
-Me alegro que se note. Busco mi camino a conciencia, con mucho trabajo y amor.
-¿Cuesta salir del encasillamiento al que, a veces, condena la industria?
-Un mes antes de hacer Yo, traidor me había llegado, una vez más, una propuesta de Marcelo (Tinelli), cosa que agradezco enormemente, para ir al “Bailando...” Era una oferta económica muy importante. A mí me divierte el show, cantar y bailar me encanta, no soy solemne ni nada que se le parezca, pero quiero hacer una carrera en cine y asumir compromisos como el de esta película que me desafía mucho.
-Imagino que te habrán llamado para participar en MasterChef Celebrity.
-Me llamaron para las tres ediciones de MasterChef Celebrity y siempre dije que no. Seguramente, aparecen propuestas a partir de lo que me ven haciendo en Tik Tok, pero son videos que hago en mi casa en dos minutos, mi carrera no es eso. A mí me gusta encerrarme a preparar un personaje y luego actuar. Esa es mi pasión y una construcción que debo ir haciendo en base a las oportunidades y a los “no”.
-Hay que tener mucha convicción para decirle que “no” a propuestas muy tentadoras desde lo económico y desde lo que significan a nivel de masividad.
-Es muy difícil decirle que no a Tinelli y a MasterChef Celebrity, tenés que luchar contra tus fantasmas y temores. Uno tiene hijos, vive en este país, no es fácil decir que “no”, pero es un mérito que me pone muy bien, es el camino que quiero recorrer.
-De todos modos, convengamos que no tiene nada de malo participar en los programas de Tinelli o en el reality de Telefe.
-Por supuesto que no, solo que no es mi camino. Si yo me meto en MasterChef Celebrity, desvío un poco lo que quiero hacer.
-¿Existe un sector del medio que, si te ve en un programa popular, luego no te convoca para un desafío actoral de otra envergadura?
-Puede ser que sea así... También hay que tener en cuenta que, si uno entra a un programa como MasterChef Celebrity, implica varios meses con nueve horas por día adentro del canal y que, de surgir un proyecto muy interesante, no se puede hacer. Por supuesto, todo es digno y todo es trabajo, pero sueño con poder llevar adelante a mi familia y a mi economía haciendo cine y proyectos que me gusten mucho.
Frivolidades
-Tengo que hacerte dos preguntas tan puntuales como banales.
-Adelante.
-¿Es verdad que te encontraste con Luciana Salazar en los Estados Unidos?
-No, no es cierto que me haya visto con Luciana Salazar en Miami. La vi cuando me invitaron a bailar con ella y con Jorgito (Moliniers), nada más. Tengo la mejor onda, es una divina y una compañera bárbara, pero nada más.
-Segunda banalidad, ¿es real que, cuando hacían la tira Son amores, con Nicolás Cabré contaban los planos de cámara de cada uno para ver quién tenía más?
-No, es tremendo eso que dijeron. He escuchado millones de cosas sobre mí. Que soy celoso con el laburo es totalmente falso. Me gusta ser generoso y me pongo re contento cuando a un compañero le va bien. Cuando trabajo, me gusta estar en un buen grupo, así que cero competencias.
-Conocés la fama con mayúscula, sos una figura popular, ¿cómo manejás tus zonas públicas y cómo administrás la privacidad?
-Es muy difícil. A veces, uno naturaliza cosas que no son normales o terminás al lado de gente que se te acerca por interés. En cambio, me encanta el contacto con el público, no me molesta ni me pesa que me reconozcan, sino todo lo contrario.
-Es un reconocimiento.
-Absolutamente. Que la gente se acuerde de mis personajes es un premio.
Por estas horas, Mariano Martínez está emprendiendo sus vacaciones en La Lucila del Mar, el pequeño poblado de la costa bonaerense. “Volveré a Buenos Aires para el estreno de Yo, traidor, así que dejaré a los chicos con mis viejos y con la mamá de la nena más chica que estará con ellos”.
En marzo, luego de la temporada de verano, disfrutará del estreno de Humo bajo el agua, otro film que lo cuenta protagonista. En este caso, se trata de una historia dirigida por los talentosos Julio Midú y Fabio Junco, creadores del proyecto Cine con vecinos.
Sin ofertas concretas para volver a la televisión, el actor se ilusiona con una obra de autor argentino, cuyos derechos adquirió un amigo suyo. “Me gustaría hacerla con Nico Cabré. Tenemos muchas ganas de trabajar juntos”.
-Ustedes conformarían un buen rubro para encabezar Extraña pareja, de Neil Simon.
-No lo había pensado...
La charla termina como comenzó, reflexionando sobre la pandemia, tema ineludible para cualquier mortal: “Fue duro para todos. En lo personal, pasé por todas las etapas. Después de los primeros cuatro meses de estar encerrados, uno salía con miedo, había una sensación de posguerra. Fue de terror, hubo gente que se fundió, muchos se fueron, otros se deprimieron. Y, ahora, es grave lo que está pasando”, concluye. Es hora de dejar el traje de actor y calzarse atuendos más reales. En minutos, en la colación de su hija, acaso estará Mariano Martínez ejerciendo su mejor papel, el de padre.
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