María Álvarez, sobre Las cercanas: “Esta película narra también el fin de una manera de estar en el mundo”
La realizadora de Las cinéphilas y El tiempo perdido, pone ahora el foco en la vida de las gemelas Coca y Yinga Cavallini, en un documental crudo y emotivo; el film, que se estrena este jueves, se quedó con el premio a la mejor película argentina en el último Festival de Mar del Plata
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Desde su película debut, la celebrada Las cinéphilas (2017), en la que retrató a un puñado de mujeres cuyas vidas se articulaban en torno a su pasión por el cine, la directora María Álvarez volvió a filmar una y otra vez a adultos mayores con existencias signadas, de algún modo, por las artes. En su segundo trabajo, El tiempo perdido (2020), captó la dinámica de un grupo de lectores, la mayoría de entre 70 y 80 años, que se reunía desde hace casi dos décadas en un café de Buenos Aires a analizar la monumental novela En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. De esta forma, y a través de las animadas interacciones que incluyó en su documental, dejó en claro una vez más que si hay una utilidad en el arte esta reside en su doble cualidad de puente y espejo.
En Las cercanas, que ganó el premio a la mejor película argentina en el último Festival de Mar del Plata y se estrena este jueves en el complejo Gaumont de la ciudad de Buenos Aires, Álvarez vuelve su ojo siempre atento y sensible sobre Amelia (“Coca”) e Isabel (“Yinga”) Cavallini, dos gemelas nonagenarias que tuvieron un breve pero intenso periodo de fama como pianistas entre fines de la década de los 50 y principios de la del 60. Admiradas incluso por el famoso compositor e intérprete argentino Carlos Guastavino, viajaron a Estados Unidos becadas por el Instituto de Música de Cleveland y se presentaron tocando el piano a dúo en numerosos teatros del país del norte.
Estos datos, sin embargo, no deberían confundir al espectador: Las cercanas, que se detiene en la convivencia de esas dos hermanas de ya 91 años en un pequeño departamento de Buenos Aires, no es un documental acerca de dos pianistas. Es, más bien, un ensayo cinematográfico sobre el paso del tiempo, la memoria y esa intrincada red de rutinas, recuerdos y gestos comunes que tejen dos personas que comparten sus días desde hace años. En entrevista con LA NACION, la directora habló acerca de su relación con las gemelas y las búsquedas de su cine.
-¿Cómo conociste a Coca y Yinga?
-Escribo mucho sobre hermanas. Un día iba por la calle y vi a estas dos mujeres a través de la vidriera de un local de comidas rápidas. La imagen de una junto a la otra, claramente muy mayores y muy parecidas, era muy potente. Así que les saqué una foto como referencia para lo que estaba escribiendo y me fui. A los pocos meses me las crucé por la calle. Venían tomadas del brazo. Les conté que les había sacado una foto hace unos meses, les saqué otra y fuimos a tomar un café. Ahí me contaron que habían sido pianistas. No sé si ellas me encontraron a mí o yo las encontré a ellas, pero la vida nos unió y algo me dijo ‘esto lo tenés que hacer y lo tenés que hacer ya’.
-¿Qué te atrajo de las hermanas Cavallini?
-Me interpeló mucho personal y emocionalmente el vínculo entre ellas y también esa forma que tienen los mayores de estar en el mundo, muy en el presente, con las dos juntas en su casa, sin Internet, sin redes. Me pareció increíble. Es toda una generación que vive en el presente de una manera que nosotros ya no experimentamos; fuera de todo lo virtual. Creo que hacer estas películas tiene que ver en parte con que yo quiero estar ahí, en esos espacios, con esta gente que se está yendo del mundo. Me parece que esta película narra también el fin de una manera de estar en el mundo.
-¿Fue fácil acostumbrarlas a las cámaras?
- Re. De hecho Coca quería ser actriz y en la película está todo el tiempo haciendo cosas para la cámara. En ese sentido, me parece una vuelta muy linda de la película que alguien que siempre quiso ser actriz ahora protagonice una. Ella dice mucho ‘yo soy muy dramática’. Coca es muy dramática pero también muy cómica. Creo que la película también es así. Es un diálogo entre la comedia y la tragedia, la vida y la muerte, como las dos máscaras del teatro.
-Las mujeres de Las cinéphilas se aferraban al cine para darle sentido a su presente; los protagonistas de El tiempo perdido hacían lo mismo con la lectura. Sin embargo, las hermanas Cavallini parecen vivir atadas al pasado, y creo que eso vuelve esta película más melancólica. ¿Lo ves también así?
-No. Lo que pasa es que hay una diferencia enorme: Coca y Yinga tienen 91 años en la película, son mucho más grandes que las cinéfilas, que promediaban los 75. No es lo mismo. A los 91 años se está claramente en el final de la vida, algo a lo que la película no le escapa. El título, Las cercanas tiene que ver con el vínculo entre ellas, el mío con ellas, con que estoy muy cerca con la cámara y el espectador está muy cerca de ellas. Pero también con algo muy cercano a nosotros y es que todos nos vamos a morir. Me parece que ahí hay algo que moviliza, para bien y para mal. Todos tenemos cosas que querríamos haber hecho y no hicimos. Y llega un momento en la vida en que te das cuenta de que eso no va a poder ser. La historia de ellas habla un poco de esto. Es algo que parece excepcional en la película, pero que es muy cercano a todos: siempre hay sueños que se truncan y que van quedando en el camino. Más allá de esto, creo que ellas recuerdan su pasado con una entereza muy grande y con sentido del humor.
-Tengo entendido que mantenés el vínculo con tus retratadas en el tiempo, más allá del rodaje.
-Sí, el vínculo permanece y va a permanecer siempre. Tengo muy buena relación con todos los y las protagonistas de mis tres películas. Lamentablemente Yinga murió hace un año. Coca está ahora en un hogar, va a cumplir 95.
-Este compromiso afectivo, ¿te limita a veces a la hora de decidir qué escenas incluir en el montaje?
-Entiendo que manejo una línea delicada. Pero parte de mi respeto por ellas es darles lugar a ser, no edulcorar la película. El retrato de dos personas de 91 años tiene claroscuros. Porque tener 91 años tiene partes buenas, que tienen que ver con todo lo que viviste y con haber llegado a esa edad, y tiene partes malas, que son no poder moverte bien, no acordarte de determinadas cosas, todo lo que sabemos que traen los años. Entonces cuando retrato a alguien lo hago con esos claroscuros. Mi compromiso para con ellas es hacerles el retrato más profundo que yo pueda hacer. Que tenga cosas delicadas es parte de la profundidad del retrato. Es algo que además les comuniqué a ellas y a sus familiares también. Y luego está la sensibilidad de cada espectador. Hay quien quizá vea decadencia donde yo veo poesía.
-Muchas películas que abordan la vejez, como Amour, de Michael Haneke, o El padre, de Florian Zeller, lo hacen desde la enfermedad. Sin embargo, la enfermedad suele estar ausente en tus películas. ¿Es algo que buscás conscientemente?
-En El tiempo perdido había un par de integrantes del grupo que comentaban problemas de salud. Pero la gente que retrato no está enferma. Ninguna de las dos gemelas estaba enferma. Eran dos personas de 91 años sanas que vivían solas, que podían caminar, lo que para mí ya era increíble. De hecho, cuando comenzaron a desmejorar, no las filmé más. No me interesa retratar la enfermedad. Lo que me interesaba de Las cercanas era el vínculo entre ellas, su acumulación de memorias y su manera de relatarlas.
-¿Tenías en claro desde tu primera película que querías hacer una trilogía sobre la vejez, o fue algo que se fue dando?
-Se fue dando. De hecho Las cercanas surgió en un momento en el que tenía otros planes. Igual creo que mi interés no tiene que ver con la vejez sino con la acumulación de memoria y su relación con el arte. Las protagonistas de mis películas vivieron un montón de cosas: muchas perdieron seres muy cercanos, se enamoraron 20 veces, se separaron, hay gente que estuvo en la guerra... Lo vivieron todo. Me interesa cómo dialoga todo eso, por ejemplo, con un texto de Proust o una película en la que pueden reflejarse. Y como a la gente grande le pasaron más cosas, ese diálogo es aún mayor.
-Sin querer adelantar mucho, incluiste en la película material de archivo de cuando las gemelas eran jóvenes que valida lo que cuentan. ¿Sentiste la necesidad de reforzar su credibilidad?
-Para mí era obvio que todo era verdad. En ningún momento dudo de nada ni pongo en tela de juicio lo que dicen los personajes en mis películas. Me sumo a la propuesta de ellos y a partir de ahí sigo o no sigo. Ese material que mencionás apareció a último momento y más que como una validación de su carrera, lo incluí porque me pareció una linda manera de que pudieran despedirse juntas de sus años más felices. También creo que lo que hace eclosión en cada uno de nosotros en esa parte de la película es que en ese material vemos dos mujeres jóvenes, plenas y felices. Y cuando sos joven hay como una omnipotencia de creer que nunca vas a ser viejo.
Las cercanas se puede ver, a partir del viernes 25, todos los días, a las 17.30 y 19.30, en el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635, CABA).
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