Pese a ser reconocido por su carrera como músico, el Duque Blanco protagonizó varios títulos imprescindibles en el cine
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El último sábado, David Bowie hubiera cumplido 75 años. El Duque blanco murió el 10 de enero 2016, dejando a sus espaldas un ineludible legado artístico: a lo largo de cinco décadas, construyó un cuerpo musical perfecto, de épicas espaciales y camaleónicas melodías. Sin embargo (y de modo un poco injusto), no se suele destacar su faceta como actor. Porque Bowie no solo era un gran intérprete, sino que dotó de una mística única a muchos de los proyectos que lo tuvieron como invitado o figura central. Por ese motivo, a continuación un repaso por sus papeles más importantes.
La importancia de El hombre que cayó a la Tierra
Es innegable que Bowie tenía un talento natural para la actuación. Su fotogenia, la simetría de su rostro y su presencia en pantalla (que podía ir de una fragilidad notable a una contundencia feroz), le permitían mudar de personaje con notable facilidad. Su interés por la interpretación comenzó a finales de los sesenta, con algunas pequeñas participaciones en teatro, televisión y algunas piezas de cine experimental. En 1976, obtuvo su primer gran papel, como protagonista de El hombre que cayó a la Tierra, de Nicolas Roeg. El film cuenta la historia de Thomas Newtone, un extraterrestre que llega a nuestro planeta, con la intención de buscar agua. Bajo esa premisa, la historia muestra al alienígena adaptándose a varias costumbres terrícolas, descubriendo el mundo y a los humanos. El personaje establece distintas relaciones, y revela su verdadera naturaleza ante la sorpresa y el escepticismo de quienes lo rodean.
Para Bowie, interpretar a Newtone fue una experiencia única, que lo dejó explorar un proceso creativo de enorme riqueza y muy distinto al que suponía la composición de una canción. Por otra parte, también encontró una dinámica muy valiosa con el director de la película: “Trabajar con Nic fue bueno, porque no entendimos muy bien. Hubo una química maravillosa entre ambos. Él era muy sensible y perceptivo con respecto a lo que sucedía a su alrededor. Es alguien brillante”. De ese modo, El hombre que cayó en la Tierra demostró la gran capacidad actoral del artista, y marcó un promisorio debut en un rol protagónico.
Los maravillosos ochentas
Aunque Bowie nunca dejó de poner el acento en la música, su presencia en pantalla tenía una relativa frecuencia en títulos como Gigolo y El ansia, pero en 1983 llegó un segundo papel definitorio. Ese año, el realizador Nagisa Oshima lo convocó para Feliz Navidad Mr. Lawrence (disponible en Qubit), un relato ambientado en un campo japonés de prisioneros, durante la Segunda Guerra Mundial. Allí el músico era Jack Celliers, un mayor que es encarcelado en ese lugar, y que se convierte en la obsesión del Capitán Yonoi (interpretado por el enorme Ryuichi Sakamoto, en una de sus poquísimas actuaciones).
Oshima, que en los años previos había realizado la polémica El imperio de los sentidos, desarrollaba una lúcida reflexión sobre el choque de culturas, sumergiendo a Bowie en un papel muy duro, que no tenía ninguna de las excentricidades de sus personajes previos. Se trataba de una dramática historia de guerra, en la que el músico demostró una versatilidad que luego lo llevó a otros grandes roles, como el de Poncio Pilato en La última tentación de Cristo (disponible en Apple TV+).
Luego de una breve (pero brillante) participación en la comedia Cuando llega la noche, de John Landis, Bowie se suma al que probablemente sea el papel más representativo de su carrera. No porque sea el mejor (eso queda a juicio de cada espectador), pero sí porque que le significó darse a conocer a un público que, probablemente, jamás había oído ninguna de sus canciones. Estrenada en 1986 y dirigida por Jim Henson, Laberinto es un hipnótico cuento de hadas, cuyo encanto no pasa de moda.
Su representación como Jareth, el peligroso rey de los duendes y amo del laberinto en el que transcurre la historia le permitió a Bowie componer a un villano clásico, claro en su objetivo pero, sin embargo, dueño de inesperados matices y un profundo halo de ambigüedad. Y la construcción de ese lugar de fantasía, se ajustaba a la mística del artista, quien resultaba fascinante aún en el marco de un mundo inundado de detalles mágicos. Aun hoy, en el 2022, Laberinto (disponible en HBO Max y Movistar Play) conserva intacto su hechizo y produce el mismo entusiasmo que lograba hace 36 años, cuando llegó al cine por primer vez.
De Twin Peaks a Tesla
Los noventa comenzaron con el músico ingresando en un universo cinematográfico inclasificable y, en muchos aspectos, tan marciano como el de su obra musical. En 1992, David Lynch dirigió Twin Peaks: Fuego camina conmigo (disponible en MUBI y Movistar Play), un largometraje que complementaba la serie televisiva. En esa pieza, Bowie compuso al agente Phillip Jeffries, pero su participación fue muy breve, y en varias oportunidades lamentó no haber tenido un mayor protagonismo.
Durante ese período, Bowie no hizo demasiados films, aunque cada vez que aparecía en pantalla marcaba la diferencia. En Basquiat hizo de Andy Warhol, y entre 1998 y 1999 protagonizó Everybody Loves Sunshine, Il mio West y El secreto del señor Rice.
La llegada del nuevo siglo, encontró a Bowie en participaciones mayoritariamente breves, en una lista que no supera los diez proyectos. Algunas de ellas resaltaban por su originalidad (como prestar su voz en un episodio de Bob Esponja), y otras estaban al borde del cameo. Pero en ese período, tuvo dos apariciones memorables. En 2001, Bowie se interpretó a sí mismo en Zoolander (disponible en AppleTV+, Movistar Play y Google Play), como el árbitro de un duelo de modelos. Se trató de un momento terriblemente divertido, que dejó en evidencia la habilidad del artista para la comedia. Su otro rol destacable de esa época, fue en El gran truco; Christopher Nolan quería a Bowie para encarnar a Nikola Tesla, en un papel muy pequeño pero que debía desprender un gran carisma, y por eso el director aseguró en una nota que “David era la única persona que tenía en mente para ese rol”.
En sus últimos años, Bowie no encontró desafíos actorales a la altura de su capacidad. En 2016, su muerte marcó un profundo vacío en la música. A sus espaldas, dejó una discografía mutante, tremendamente rica, como también compleja y fascinante. Pero en lo referido a la actuación, el sentimiento de desolación es mayor, porque era evidente que aún le quedaba mucho camino por recorrer. El músico encontró pocos directores que supieron capitalizar su talento para la interpretación. Y ante la tragedia de saber que el Bowie actor daba para mucho más, queda el consuelo de ver sus mejores películas, y disfrutar de esos títulos que dejaron en evidencia su carisma y presencia única en pantalla.
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