Marcelo Subiotto, el premiado actor que brilla como ‘profe’ de filosofía en Puan: “La primera vez que tuve que dar una clase, me dio mucha vergüenza”
El jueves 5 llega a las salas el film de María Alché y Benjamín Naishtat; su protagonista, galardonado en San Sebastián, le contó a LA NACION cómo manejó el difícil tono de tragicomedia y cuál fue la relación con los alumnos de la película -estudiantes reales- que lo seguían llamando profesor incluso cuando se apagaba la cámara
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El sábado pasado fue una noche de festejo para el cine argentino. En el Festival de San Sebastián, la película Puan obtuvo dos de los premios más importantes de la muestra cinematográfica más importante del año para el mundo de habla hispana. El actor Marcelo Subiotto fue reconocido como mejor intérprete protagónico, y sus directores, y María Alché y Benjamín Naishtat, como ganadores del mejor guion, por el jurado oficial que presidió la cineasta francesa Claire Denis. La fiesta ahora se traslada a los cines locales, ya que el jueves 5 de octubre se estrenará esta comedia (o comedia dramática, o filosófica, como se desee) compuesta por infinitas capas que fluyen con suma organicidad.
En el film, Subiotto interpreta a Marcelo, un profesor de filosofía política de Facultad de Filosofía y Letras de la UBA cuyo ingreso es, justamente, por la calle Puan, y así se la conoce popularmente. El mentor, guía y amigo suyo de tantos años de estudio fallece en la primera escena. Así se inicia esta película que representará a la Academia de Cine de la Argentina en la entrega de los Premios Goya. En medio del duelo, reaparece un antiguo colega de estudio, un tal Rafael (papel a cargo de Leonardo Sbaraglia). El profesor en cuestión viene de los ámbitos académicos alemanes, paga vinos de alta gama, tiene su facha y suelta reflexiones de Heidegger en su idioma original generando la admiración de muchos. Para colmo, está en pareja con una joven famosa que todos conocen (detalle no menor: un personaje que aparece apenas en una escena, encarnado por Lali Espósito). Contra él -dato no menor- Marcelo deberá disputar la titularidad de la cátedra vacante.
Ante este escenario, el cotidiano del tal Marcelo, un padre de familia alejado del perfil de su rival, entra en eclosión. Las preguntas no formuladas estallan en la cara (hasta su hijo adolescente se lo dice con una claridad que él no tiene, más allá de títulos y formación). En una de las escenas, durante una clase le pregunta a sus alumnos [detalle: alumnos de verdad de la facultad]: “Si me hubieran conocido hace 30 años hubieran dicho: ‘Ahí va Marcelo, el estudiante de filosofía, el de pelo largo”. Me conocen ahora y dicen: ‘Ahí va Marcelo, el profe de filosofía, el pelado’. Bueno, ¿cuál de los dos Marcelos es Marcelo?“.
— Si trasladamos la pregunta de la película a tu realidad, hace más de 30 años se diría que ahí va el maestro mayor de obras y jugador de vóley. Pero si alguien te viera este año se podría referir a vos como el actor de la obra Los años, el que está filmando El Eternatura o el protagonista de Puan que ganó en el Festival del San Sebastián. ¿Cuál de los Marcelos es Marcelo Subiotto?
— Hay algo de movimiento en todos nosotros y, en partes, soy todo eso. Tan en movimiento que recién me recibí de maestro mayor de obra como 15 años después, cuando terminé el bachiller, que fue mi forma de saldar la deuda de tener el título de secundario. Y ese jugador de vóley de un club de la comunidad yugoslava, a los 50 años se enteró que su apellido, por mis abuelos paternos, era de Croacia.
- Y como parte de esa deriva, de esas fotos en movimiento, ¿qué impacto te causó enterarte que aquel Marcelo o el actual había ganado semejante premio en San Sebastián?
- En relación con todas aquellas diferencias que nos van conformando en determinados momentos de la vida, el premio ha sido un cimbronazo muy potente. En principio, no soy una persona que esté muy acostumbrado a la exposición en mi “rol social de actor”. Me gustó acompañar la película en todos los protocolos que pide un festival, hasta encuentro algo de ritual en eso. El premio fue algo muy lindo, pero inmediatamente conocida la noticia, empecé a recibir una gran cantidad de mensajes (hasta el día de hoy) de tanta gente, que me produjo una gran emoción; encontré en muchos de esos mensajes un “nosotros”. Hubo muchas personas que se pusieron felices de que haya recibido ese reconocimiento, por el afecto, por lo que representa que haya sido yo quien lo recibió. Y en esa ola tan amorosa sentí que, de alguna manera, mi cuerpo se transfiguraba en muchos y en un solo cuerpo, en ese nosotros. Quizás sea un delirio lo que digo, todavía estoy en esa experiencia y no tengo distancia para reflexionar con más detenimiento, pero esa sensación de comunidad, ese “nosotros”, me lo guardo para siempre...
En tono de tragicomedia
El primer acercamiento que el actor tuvo con el guion de Puan fue en tiempos de pandemia, cuando Subiotto leía el texto con los dos directores en la terraza de su casa porque eso establecía el protocolo sanitario. “Apenas lo leí me encantó -recuerda en diálogo con LA NACION-. Por un lado, porque me encantan ellos como directores y con María ya había tenido una experiencia anterior, en Familia sumergida. Por otro lado, me parecía que trabajan el género de la comedia de una forma muy personal, muy cercana, y que en todo ese registro se desarrolla un hilo interno que es la muerte del titular de la cátedra, su mentor, que pone a Marcelo en una situación de inevitable angustia. Una vez, ensayando con el director de teatro Robert Sturua en La resistible ascensión de Arturo UI nos propuso trabajar bajo el código de la tragicomedia, un género que a los actores argentinos nos cuesta un huevo. Había algo de ese código que entendí que Puan me pedía, que era un límite actoral interesante para indagar”.
— En este juego de categorías, Puan tiene mucho de comedia política; como si hubiera sido escrita y filmada con el diario del lunes post elecciones de las PASO.
— Totalmente. Es una película que sucede en Buenos Aires, en un ámbito académico que enfrenta una disputa de poder dentro de la misma academia en medio de un entorno que está eclosionando. Indudablemente, lo político aparece. Pero se trabajó mucho en mostrar el lado humano de ese personaje y cómo ese contexto que se le va iluminado lo confronta con la realidad de que ya no es un alumno brillante, que se quedó dormido en esa. Su vida, su carrera eclosiona; para colmo, aparece otro postulante llegado de Alemania que tiene otra mirada sobre la filosofía política.
- Y en medio de esa eclosión, la UBA que se queda sin presupuesto.
— Todo eso va apareciendo y quienes hayan pasado por la universidad pública saben que eso está siempre latente. Yo he estudiado ahí y esa capa estaba ya instalada.
— ¿Contame de tu experiencia en Puan?
— Cuando terminé el secundario sentí que me debía un poco de universidad, algo me había quedado pendiente porque no podía aprobar cálculo de hormigón armado del secundario. A los cuarenta y tantos hice el CBC, mientras estaba de gira con una obra de Daniel Veronese. Cursé algunas materias en Puan, pero no pude avanzar mucho porque me aparecía una película, una obra, y fue imposible. Mi llegada a la facultad fue como saldar una deuda con el saber.
— ¿Cómo fue recordar a aquel Marcelo durante la filmación? ¿Te encontraste con algún antiguo docente?
— No llegué a cursar filosofía política, que es la cátedra troncal de la película Puan, por lo cual no me encontré con ningún profesor. Durante la filmación, la primera vez que tuve que dar una clase me dio mucha vergüenza, me costaba hacerme el profesor en un lugar que respeto tanto…
— ¿Te costaba creértela?
— Creérmela, no [se ríe]. Pero fue muy fuerte porque esas escenas fueron filmadas con chicos y chicas que son estudiantes de Puan. Lo mismo sucede cuando este tal Marcelo se va a una escuela en Lugano, en la que los alumnos son también reales. Por momentos, toda la ficción se transformaba en algo del orden de los documental. Pero una vez superado esas vergüenzas, me largué…
— ¿Los alumnos te corrigieron algún texto?
— ¡No, porque ya estaba escrito! Lo que sí sucedió, que me generó mucho sorpresa, es que se apagaba la cámara y los alumnos seguían llamándome profe.
De Heidegger al show filosófico, sin escala
La directora María Alché cursó también algunas materias en Puan. Y para Benjamín Naishtat el tema no lo es ajeno ya que su padre es filósofo y hasta les dio algunas clases sobre Heidegger. “Yo no manejo estos textos, pero sentíamos que era necesario estudiarlos para que se vea realmente al profesor -explica este brillante actor de tantas obras de la escena alternativa y pública-. Porque esos tipos tienen un conocimiento y una pasión que suele contar con muy poco reconocimiento, como pasa con todo lo educativo. Recuerdo que lo último que cursé en Puan fue cerca del 2016, en medio de otro momento bravo de la UBA. En medio de esa incertidumbre, una profesora nos dijo: ‘Pase lo que pase, sigan leyendo’. Aquello me impactó. Si yo tenía que hacer de un profesor que, como se dice en la peli, el único lugar en donde siente que es algo es en Puan, me tenía que hacer cargo de eso”.
— Y hacerse cargo de escuchar el texto de Alejandra Flechner, que interpreta a la viuda del docente fallecido y reprocha esa pulsión de quedarse en el micromundo académico sin salir de ahí.
— Tal cual. Esa conversación es un momento de una interpelación muy fuerte porque, en el derrotero, mi personaje se da cuenta de que hay cosas que no pensó. El profesor fallecido fue su mentor, su amigo, el que iba a su casa a comer; ahora Marcelo siente que debe seguir su legado sin haberse preguntado si realmente lo desea.
— Así como tu personaje tuvo un maestro que lo marcó, ¿vos tuviste algún director de teatro que te haya tenido una influencia similar en tu trayectoria como actor?
— No. En verdad, me costó siempre el término “maestro”, me resulta desmedido. No tuve esa suerte. Tuve relaciones muy fuertes y muy buenas en medio de todo esto. Por otro lado, este es un tiempo en el cual pareciera que no tenemos pertenencia a las tradiciones. En la actuación, hasta fines de los 90, los actores tenían pertenencia a ciertas tradiciones, así hubieran estudiado con Augusto Fernandes o con Ricardo Bartis. Ese mundo, a mi juicio, terminó. No diré que no siento cierta nostalgia por la pérdida de todo eso, pero es una nostalgia de viejo, que habrá que despabilar. Siempre fui nómade, antes de saber que lo era.
Puro instinto
— De eso justamente hablaste en una extensa y atrapante charla que diste en Sagai...
— Si, me lo tomé muy en serio porque fue una interpelación absoluta. Me convocaron porque entendieron que era una especie de referente y tomé ese guante, me hice responsable. Me costó porque un actor tiene algo de profano, de animal; no se pregunta qué es esto eso, lo olfatea. Después verá qué hace con eso.
— ¿Cuál fue el texto filosófico que más te costó olfatear de la película?
— Bueno…, la clase de Heidegger tuvo lo suyo. Me bajé un curso de introducción a su pensamiento para entender algo, o intentarlo. Pero más que un texto, lo que más me costó fue entender cómo me iba a meter en el cuerpo de este tipo, en una comedia, con el contenido que tenía que transmitir y la cantidad de mundos en conflictos que tiene alrededor: su familia, Puan o sus compañeros de cátedra que, cuando empieza esa especie de lucha palaciega por ver quien se queda con el cargo, algunos se inclinan hacia el personaje de Sbaraglia. O cómo este profesor académico y formal termina animando la fiesta de una señora que le paga por clases de filosofía y que lo enfrenta casi con lo humillante. Armar todo eso fue muy complejo. Ese Marcelo viene de un lugar académico, de la filosofía; yo no había visto nada de eso. Al comienzo de la charla hablamos de ese texto de los dos Marcelos, tomado a partir de una reflexión de Sócrates. Este tipo se empieza a preguntar todas esas cuestiones en ese momento; por eso es troncal la escena con Flechner, que lo confronta con todos esos planteos.
— Todas esas capas en conflicto conviven con la fluidez actoral entre cada uno de los actores y actrices de Puan sean Sbargalia o Flechner, como Andrea Frigerio, Julieta Zylberberg, Cristina Banegas, Andrea Frigerio, Mara Bestelli…
— Trabajamos arduamente para lograr eso. Ensayamos mucho, cosa que no es muy común. Y, por otro lado, fue trabajar con la gente del lugar. No es lo mismo dar una clase en Puan y tener enfrente a alumnos de verdad. En medio de la filmación pasaban cosas y se trató siempre de incorporar lo que los chicos decían. Actoralmente fue un ejercicio maravilloso.
— ¿Cómo fue trabajar por primera vez con Leonardo Sbaraglia?
— Fue otro de los lujos de Puan. Venimos de lugares muy diferentes y él es como un pedazo del cine nacional. Es un tipo muy generoso. incluso nos juntamos a leer las escenas porque había que armar ese dúo. Tuvimos mucho trabajo previo antes de llegar al set.
— La escena de la manifestación en la puerta de Puan también debe haber tenido lo suyo…
— Esa escena fue tremenda. Porque, otra vez, fue con la gente de la facultad. La ficción se colaba con la realidad hasta el punto de tal que el rector recibió un llamado para consultarle por la toma.
Lo independiente se vuelve mainstream
— En San Sebastián te encontraste con Esteban Bigliardi, protagonista de Los delincuentes, la candidata para representar a la Argentina los Oscar. Son dos actores nacidos y criados en la escena indie, que terminan compartiendo la alfombra roja y el glamour de un festival internacional clase A.
— Sí. Creo que eso habla de un mundo de categorías, como la de la escena alternativa, que también han cambiado. Por eso, un actor como yo puede estar en este ámbito, En los 90 era algo impensable, porque el mundo audiovisual no había ido a buscar actores en la escena alternativa.
— ¿Por qué habría que ver Puan?
— Creo que cumple varios requisitos. Primero, es una película en la que la vas a pasar bien. Y mientras la pasás bien te puede pasar algo muy cercano. Y cuando termina, después de haberla pasado bien, te vas a topar con preguntas, con las que no sé si la vas pasar tan bien... Es una película que te conmueve, palabra que hace mucho que no usaba.
Cuando María Alché y Benjamín Naishtat recibieron el premio en San Sebastián, el director de Historia del miedo y Rojo, le dedicó el galardón “a las personas que nos enseñaron a escribir y pensar en el marco de la educación pública de Argentina”. Marcelo Subiotto no pudo subir al escenario ese sábado a recibir su premio porque había tenido que volar a Buenos Aires, donde tenía otros compromisos laborales. “Me enteré de la noticia cuando ya estaba acá -cuenta, mientras muestra en su celular una cantidad de mensajes que lo superan-. No podía quedarme hasta el final del festival. El jueves ya estaba en mi casa y no recuerdo si fue el viernes a la mañana (todavía tengo jet lag) cuando Federico, uno de los productores, me dijo que me habían premiado. Hubo unos intentos de volver, pero fue imposible. María Alche me dijo que pidieron que les permitieran recibir a ellos el premio en mi nombre; parece que no se acostumbra a hacer eso allá. Así que, en la madrugada del sábado, cuando volví de filmar El eternauta, me senté en la compu a escribir unas palabras que ella leyó maravillosamente. Seguí la premiación por el canal de YouYube del festival y, como decía antes, aún no termino de bajar esa ola tan movilizante...”.
El 2023 de Marcelo Subiotto se inició con el estreno local de la obra Los años, en el Teatro San Martín. El estreno de Puan coincide con la filmación de El eternauta. El cierre de la temporada será con unas funciones pendientes de Los años, en Japón; y otras en España, con una obra de Daniel Veronese; una despedida de 2023 con sushi y jamón serrano, mientras en las salas el profesor de Puan reflexiona sobre Heidegger. Todas fotos sueltas de los tantos rostros de Marcelo Subiotto.
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