Marcelo Piñeyro: “Es un film sobre la dificultad del afecto”
Los nuevos modos de constituir una familia y el drama de la inmigración en España son el centro de Ismael
Ha pasado mucho tiempo desde aquella aparición explosiva de Marcelo Piñeyro en el panorama del cine argentino con la taquillera Tango feroz (1993). Fueron dos décadas en las que este director, que en marzo cumplió 61 años, desarrolló una carrera cinematográfica que decantó en un fuerte vínculo con España, país que coprodujo sus films Kamchatka (2002) y El método (2005) y en el que ahora desarrolló por completo Ismael, largometraje que se estrenará mañana en la Argentina y que cuenta la historia de un niño que se escapa de Madrid, donde vive con su madre y su padrastro, para salir al encuentro de su padre biológico, un profesor de escuela secundaria afincado en un pueblo de la Costa Brava. Los vínculos familiares, sobre todo paternidad y maternidad, están en primer plano. Pero también aparecen en la película temas como la inmigración -de candente actualidad en España-, la amistad y las segundas oportunidades. "Casi todos son personajes que están cristalizados, congelados en su miedo al compromiso y al fracaso", dice Piñeyro luego de prender otro cigarrillo en su oficina y quejarse amargamente por la persecución que hoy sufren los fumadores en casi todo el mundo: "¡Ya me siento un yonqui!", exclama, con una sonrisa cómplice.
Los protagonistas de Ismael son Mario Casas, Belén Rueda, Juan Diego Botto (actor nacido en la Argentina que vive en España desde los tres años), Ella Kweku y el pequeño Larsson do Amaral, un morenito que es toda una revelación. "Sí, la verdad es que Larsson fue un gran hallazgo –reafirma el director argentino–. Se necesita mucha suerte para encontrar a un chico negro de ocho años que pueda hacer una película en España. Él vive en Madrid, pero nació en Angola y estuvo unos cuantos años en Portugal. Buscamos mucho en castings que se hacían en distintos colegios de España, pero cuando lo vi me di cuenta enseguida de que era él, la diferencia con los demás era abismal. Hay que tener en cuenta que así como un actor adulto puede asumir un compromiso, con un chico las cosas son diferentes: puede aburrirse y dejarte en banda. Pero Larsson estuvo muy metido en todo el proceso. Hacía preguntas muy inteligentes, aunque su comprensión de la historia y de su personaje no era necesariamente la mía. Eran preguntas tan raras, tan inesperadas, que muchas veces me descolocaban."
Kamchatka también tenía a un chico en el centro de la escena. ¿Encontrás puntos de contacto entre ambas películas?
Kamchatka está totalmente centrada en la estructura familiar, pero se entiende desde la sublimación. El protagonista es un chico que evoca los últimos días con su padre, la mirada que construye es la suya. Es una película en primera persona: el chico recuerda y selecciona, sublima. En Ismael, el chico es el que motoriza, el que pone la historia en marcha. Y las transformaciones ocurren en los adultos. Es una película narrada en tercera persona, con un relator omnisciente, y en la que no prima la mirada de ninguno de los personajes, que además son contradictorias. Si Kamchatka es la postal familiar que heredamos de los años 50 –padre, madre y dos hijos–, Ismael refleja cómo son las cosas hoy: la familia se arma como se puede.
–Pero la idea de familia como lugar de refugio persiste.
Sí, porque más allá de la crisis de la familia como institución, sigue apareciendo la necesidad del nido. Cada uno construye ese nido como puede. Y creo que Ismael es también una película sobre la dificultad del afecto, sobre los encuentros y desencuentros que se producen a partir de esa dificultad y sobre una paradoja: muchas veces a quien más dañamos es al que más queremos. No por maldad, sino por torpeza.
–Otro tema importante de la película es la inmigración, muy actual en España.
Pasé unas temporadas en Barcelona y estuve observando detenidamente cómo funciona la sociedad catalana, todo lo que tiene que ver con lo migratorio, lo social. Y eso está muy presente en la película. El hecho de que la mamá de Ismael sea una inmigrante sin papeles es determinante. Si no, la historia hubiera sido otra.
–Ese personaje es interpretado por una debutante. ¿Costó encontrarla?
Estoy muy contento con el trabajo de Ella Kweku. Ella nació en Las Canarias, pero hoy vive en Los Ángeles. Trabaja desde hace años como modelo. No tenía experiencia actoral previa, pero eso no me interesó mucho, porque lo que buscaba era algo muy concreto que en ella se nota de movida, cuando la conocés. Lo que más me importa cuando entrevisto a alguien en un casting es percibir que hay una persona detrás de esos ojos, eso es definitivo para mí. Y cuando me encontré con ella, percibí muy pronto una vida interior que tenía mucho que ver con mi mirada sobre el personaje. Hicimos algunas pruebas de actuación y salieron muy bien. Y después se dio un vínculo muy lindo entre ella y Larsson. Trabajó muy bien la ira contenida, el dolor, el pánico que necesitaba el personaje. Y también mostró ternura en los pasajes que hacía falta eso.
Al rescate de Tango feroz
Nadie imaginaba en 1993 que Tango feroz, la película que rescataba la figura de uno de los pioneros del rock nacional, José Alberto Iglesias Correa, alias "Tanguito", iba a transformarse en un boom. Ópera prima de Marcelo Piñeyro protagonizada por los entonces jovencitos Fernán Mirás y Cecilia Dopazo, logró vender un millón y medio de entradas, una cifra muy importante en el ámbito local. El año pasado, cuando se cumplían los veinte años de aquel estreno, Piñeyro empezó a recibir pedidos de copias para exhibir en distintos homenajes. "Entonces empecé a rastrear y no había –cuenta el director ahora–. Cuando encontré alguna, estaba en un estado lamentable. Finalmente di con una que tenía la Filmoteca española. Llevamos el negativo a un laboratorio y vimos que estaba bastante dañado. Ahí ya entré a preocuparme mucho: corríamos el riesgo de que se perdiera una película que nos cambió la vida a muchos. Decidí remasterizarla digitalmente en España y hacer después una restauración cuadro por cuadro en París. Y quedó muy bien, por suerte, porque ni siquiera estaba editada en DVD. En todo ese proceso, también redescubrí la película, me sorprendió gratamente." Esa copia restaurada es la que se reestrenará en septiembre próximo en Argentina.
"Todo esto me sirvió para tomar conciencia sobre el tema del deterioro de los materiales y lo que eso implica para nuestro acervo cultural –dice Piñeyro–. Debe estar pasando lo mismo con cientos de películas argentinas, hay que tomar cartas en este asunto con urgencia. Yo, por lo pronto, ya hice el mismo proceso con mi segunda película, Caballos salvajes."
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