Maite Alberdi, la directora de El agente topo: “El documental es una forma de entender a la sociedad, de hacerse preguntas, de invitar al diálogo”
La realizadora chilena conversó con LA NACION acerca de la experiencia en la entrega de los Oscar, la forma en que descubrió el cine que quería hacer y el modo en que las plataformas de streaming difundieron el género documental
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El rumor empezó a correr entre los asistentes al festival de Sundance en 2020: El agente topo era uno de los títulos a los que había que prestarle atención. La noticia llegaba a este lado del mundo a través de las notas de los medios norteamericanos que señalaban al documental de Maite Alberdi como un posible candidato a los Oscar. Así, el film comenzaba su larga carrera hasta lograr una histórica nominación a mejor documental, convirtiéndose en la primera producción chilena en participar de esta categoría y la primera vez que una directora de ese país era nominada a un Oscar.
Entre esos primeros pasos en Sundance y los Oscar sucedió lo que nadie esperaba. La pandemia del Covid-19 puso al mundo en modo de supervivencia y muchas actividades quedaron en pausa, entre ellas la producción de películas y su exhibición en salas. Sin embargo, el 25 de abril de este año, Alberdi junto con la productora del documental, Marcela Santibañez, y el mismísimo “agente topo”, Sergio Chamy, pudieron asistir a la ceremonia de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.
“Fue un año extraño de Oscar, estuvimos encerrados y fuimos solo a la ceremonia -cuenta la directora, en una charla por Zoom con LA NACION-. Para Sergio fue salir de su departamento, del que no salía desde hacía un año, por las medidas para proteger a las personas de la tercera edad. Ya estar en un hotel después de no haber salido por la cuarentena era fascinante. Fue importante ir con él porque en la ceremonia era como haber llevado al actor, la gente nos reconocía a nosotros y se acercaban por Sergio. En una ceremonia más pequeña, donde los nominados compartían entre todos, porque estaban solo los nominados, creo que fue importante tenerlo ahí. Para él fue super importante sentir ese cariño y la fascinación de todos. Más allá de que él no supiera si quien lo estaba saludando era Laura Pausini o quien, le daba lo mismo”.
Mientras trabaja en el montaje de un nuevo proyecto del que no puede contar nada, Alberdi conversó con este medio a propósito de su participación en el FACIUNI Fest, organizado por DirecTV, que se realizará el jueves 26 de agosto, a las 17. En este evento que se llevará a cabo de forma virtual en faciuni.com, varios referentes del cine latinoamericano compartirán sus experiencias y reflexiones con quienes recién comienzan sus carreras en el séptimo arte. Alberdi conversará con Alfredo León León sobre cuál es la materia del cine y luego habrá otros paneles con diversos temas, en los que participarán Axel Kutchevasky, Natalia Oreiro, Claudia Sparrow, Juan Manuel Dominguez y Alejandro De Grazia.
La directora considera que los estudiantes que hoy comienzan una carrera en el cine tienen que lidiar con las dificultades de pasar por un proceso de auto-descubrimiento, para buscar su lugar dentro del campo audiovisual: “Para los cineastas que están empezando, el desafío es encontrar las áreas de interés, qué historias los movilizan y desde dónde se identifican narrando. Son procesos y no hay fórmula para descubrirlos”. Así fue para la directora, que durante sus estudios en la Pontificia Universidad Católica de Chile, encontró su lugar como cineasta dentro de la no-ficción.
“Cuando empecé mi carrera lo que tuve que ir descubriendo fue cuales eran mis espacios de comodidad, más que lo que yo naturalmente quisiera hacer -dice Alberdi-. Quizás en la escuela me di cuenta de que me gustaba filmar a personas y no me gustaba trabajar con actores. Me gustaba la excusa de la cámara para meterme en un lugar real, más que construir algo en un set. Uno empieza a estudiar cine, o por lo menos yo, con la idea de hacer ficción pero rápidamente esa idea se fue cayendo al entender dónde estaba mi zona de comfort, dónde sentía que podía ser más creativa. Es un descubrimiento importante en la escuela en los primeros años, que lo sigo teniendo al día de hoy. Hago no ficción desde un lugar muy específico. Podría hacer documentales de entrevistas pero, tal vez, si tengo que hacer eso me sentiría más cercana a la ficción. Hay lenguajes con los que me identifico y me quedan cómodos. Todos entramos a estudiar con una idea de lo que es el cine y cómo hacer carrera pero se va descubriendo en el camino escuchándose a uno mismo”.
Con una mirada aguda pero cariñosa, Alberdi retrató la vejez, desde una perspectiva singular, en La once, un documental centrado en la abuela de la directora y las amigas de toda la vida con las que se junta a tomar el té. Su siguiente largometraje, Los niños, se concentró en un grupo de adultos con síndrome de Down.
En El agente topo vuelve al tema de la vejez pero incorporando un elemento de ficción. El protagonista del film, Sergio, es un hombre mayor al que un investigador privado contrata para infiltrarse en un hogar de ancianos y descubrir si hay robos y maltratos. Viudo y con la necesidad de ocupar sus días, Sergio acepta irse a vivir ahí y reportar todo lo que sucede.
La curiosa premisa del documental, que puede verse por Netflix, distrae al espectador que se acerca al film de los temas difíciles que trata, como la soledad en la vejez. El encanto de Sergio y el humor que recorren la película son un condimento necesario para conectar al público con cuestiones que, en principio, no necesariamente estaría dispuesto a ver.
“En el fondo estás contando un drama desde un lugar en el que la vida no es solo eso -dice Alberdi sobre el uso del humor en el documental-. No es blanco o negro. Podés estar sufriendo pero tener una buena vida cotidiana. Uno carga con las penas y los duelos y aprende a vivir con esos dolores. Eso estaba en ese espacio y esos personajes. Mis otras películas también tienen algo de eso: elijo para filmar lugares y personas con las que me gusta estar, que me generan un sentimiento positivo o con los que me puedo conectar desde algún espacio de luz. Eso no carece de drama o de dolor pero yo necesito un equilibrio de ambas cosas en mi vida. Paso mucho tiempo filmando y me ha pasado de exponerme a dramas muy descarnados, en los que yo no estoy viendo esperanza. El humor nos permite conectarnos y, para mí, eso hace que el espectador entre a una temática dolorosa, hace que te movilice y te puedas preguntar sobre eso. Porque sino la evitas, te vas quedando afuera y no la ves. Es una manera de extender la mano. Yo misma estoy entrando a esos lugares porque me provocan distintas emociones. Me cuesta en el montaje encontrar el equilibrio”.
Ese equilibrio está logrado en El agente topo, que conmueve con el retrato de estas personas que pasan sus últimos años de vida en el hogar, en muchos casos con poco contacto con sus familiares y sufriendo enfermedades. Sin embargo, el film no se concentra solo en su dolor.
“Elijo personas que me enseñen a vivir esas experiencias dolorosas desde otros lugares. La información limpia solo como información suena terrible. Por eso es importante llevarla al cine, porque solo entendiendo esa experiencia desde adentro podés ver un hecho objetivo desde otro lugar”, reflexiona.
Tanto los habitantes del geriátrico como las personas que trabajan en él estaban al tanto de la producción del documental pero desconocían la misión detectivesca de Sergio, que finalmente no encontró ningún maltrato, ni delito, dentro de la institución. Este secreto plantea un dilema ético con respecto al documental y fue el centro de algunos cuestionamientos.
“Nunca les dijimos la sinopsis, el tema del agente topo, pero si pienso en mis tres películas anteriores nunca les dije las sinopsis a los personajes porque no sé en el montaje cómo va a quedar la historia. En este caso sí la tenía clara, pero el tema sí se los dije -aclara la realizadora-. Estaba muy asustada cuando les mostré la película y les tuve que decir que Sergio era un agente topo, pero fue súper claro que no se sintieron traicionados porque la película está mostrando de ellos lo que habíamos conversado. Al principio yo no sabía si en ese lugar había un delito, no sabía cómo los trataban, pero en nuestra cesión de derechos decía que si pasaba algo malo se iba a ver. Lo que me da más tranquilidad es que se sintieron bien representados, porque uno con el tiempo les tiene mucho cariño y me hubiese costado mucho que no les gustara la película. Podría haber pasado que encontráramos que era un lugar terrible, que los trataban mal y tendría otra aproximación a tener que contarles después que les mentí. También cuando voy a investigar a un lugar porque se supone que pasan cosas malas, entro con el prejuicio del bien mayor: tengo que entrar acá y no puedo contar ciertas cosas, porque sino van a empezar a portarse bien. Por supuesto que cuando pones una cámara todo el mundo se porta bien, pero estuvimos tanto tiempo y Sergio seguía viviendo ahí cuando sacábamos la cámara, que si él hubiese visto algo malo le habría saltado. Creo que al final el pacto fue claro”, explica la realizadora.
Para Alberdi, el documental como género es una forma de conocer la realidad desde una experiencia íntima. La potencia de la no-ficción radica, para ella, en la posibilidad de entender cierta información, no como datos fríos sino enfrentándose a esa experiencia a través de la pantalla.
“La gracia que tiene para mí el documental es que es una forma de entender a la sociedad, de hacerse preguntas, de invitar al diálogo -explica la directora-. Creo que los políticos han manoseado la palabra empatía. Sobre todo en Chile, después del estallido social todos hablan de la empatía, de ponerse en el lugar del otro. Lo dicen políticos de todos lados pero, ¿dónde ven ese lugar del otro? El documental es de los pocos espacios que te permiten entrar realmente en la vida del otro y es una forma de conocimiento. Yo entro llena de prejuicios a los lugares que voy a mirar y siento que no tengo una opinión hasta salir de ahí, después de mucho tiempo. Son procesos de tiempo, de observación, de paciencia. Están fuera de los tiempos de las redes sociales, de las reacciones, de la productividad. A veces grabo un año o 100 días y no apreté rec en 50 días. Si le llevas eso a un productor dice ‘¡pero no grabó!’. No, no grabé pero estoy mirando y esperando. Si no estoy ahí, igual no voy a tener el material. Es estar para reaccionar en el momento en el que sí hay que apretar rec. Ese aprendizaje de la realidad sólo lo tengo desde mi oficio. Lo podría tener un antropólogo o un sociólogo. Mi diferencia con ellos es que yo lo tengo que comunicar de forma masiva. La catarsis del teatro clásico acá se produce ante una experiencia real y esa emoción y empatía que te genera el personaje puede movilizar y llevar a una acción, a un cambio social o a hacerse las preguntas que nos tenemos que hacer”.
El género documental adquirió mayor popularidad en las últimas décadas, aunque la etiqueta sirva hoy para distintos tipos de películas y series de no-ficción, más cercanas o lejanas del tipo de trabajo que hace Alberdi. Las plataformas de streaming favorecieron la circulación de documentales de distintos orígenes, temáticas y formatos en todo el mundo, generando un gran menú en el que hay de todo.
“Lo que pasa con los documentales en el streaming, que están todos en la misma bolsa, también pasa con la ficción -dice la directora-. Igual le agradezco al streaming que la gente haya empezado a ver documentales, porque antes muchos los evitaban. Hay de todo y eso hace que la gente vea esa gama de posibilidades gracias al streaming. Quizás eso haga que, el día de mañana, alguien vaya a ver un documental al cine, cosa que jamás hubiera hecho. O tal vez el espacio del documental sea el streaming. Hace cinco años, me pasaba con alumnos de cine que llegaban a tercer año y les preguntaba qué documentales habían visto y no habían visto ninguno. Ahora haces esa pregunta y te dan una lista, y eso es por el streaming”.
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