Yo solo estoy tratando de encontrar un equilibrio, man", dice Mahershala Ali, actor, esposo, padre y estrella de la nueva película Green Book: una amistad sin fronteras, mientras camina por el estacionamiento del Observatorio Griffith, ubicado en las colinas de Los Ángeles. "Estoy tratando de ser responsable con mis elecciones, hacer un trabajo significativo. Manejar el influjo de oportunidades de trabajo, y lo demandante que es que te vaya bien. Después está lo familiar: luchar para asegurarte de que se satisfagan las necesidades, las de tu esposa y tu hija. ¡Y después asegurarme de tener tiempo para mí! Porque yo siempre fui un poco solitario. Pero mi hipótesis es: si todo está alineado, todo sale mejor. Creo que hay un lugar mágico en el que todo se retroalimenta, hasta que todo es más rico. Así que sí", agrega. "Me estoy acercando."
Llevamos cinco minutos caminando, y Ali recién termina de contestar la primera pregunta que le hice. La pregunta es: "¿Cómo andás?".
Ali, 44 años, es un pensador expansivo y un individuo extremadamente sensible. Podés ver todo esto en Moonlight, de 2016, donde hizo de un dealer extrañamente tierno y ganó un Óscar. Podés verlo en su discurso en los SAG Awards, 48 horas después de que Trump ordenara la prohibición de ingreso de musulmanes a Estados Unidos, un negro de piel oscura con un esmoquin inmaculadamente blanco, declarando orgullosamente que él también era musulmán. También podés verlo en Green Book, un drama de la época de la lucha por los derechos civiles en el que hace de un pianista que enfrenta al racismo en el Sur. Y podés verlo hoy, cuando, aun rodeado de turistas en la segunda atracción principal de Los Ángeles según TripAdvisor, no puede evitar hablar con profundidad e inteligencia.
"Es un tipo elevado", dice Peter Farrelly, director de Green Book. "Es como un hombre sagrado. Tiene luz, un corazón y un espíritu muy abiertos, y te alegra estar en su presencia."
Si Ali tiene la mente puesta en la búsqueda del equilibrio, probablemente se deba a que estuvo trabajando sin parar. Luego de filmar Green Book a principios de 2018, se tomó unas gigantes vacaciones de siete días antes de meterse en la tercera temporada de True Detective, la serie policial de HBO de la que estará a cargo este año. Siete agotadores meses después, volvió directo al circuito de festivales para promocionar Green Book, una temprana candidata a los Óscar. Mientras tanto, él y su esposa, Amatus Karim-Ali, están viviendo en una casa que está "75 por ciento renovada", todo mientras intentan seguirle el ritmo a su hija de 20 meses. "Así que, sí, no tengo mucho tiempo libre", dice Ali. "Hace poco vi un par de fotos mías y pensé: ‘Dios, ¡cuánto sueño que tenía!’."
Ali recorre la plataforma de observación, disfrutando de la vista majestuosa. Un par de docenas de turistas deambulan a nuestro alrededor, sacando fotos de la ciudad abajo, y también del propio observatorio, un hito de art déco que se volvió famoso gracias a películas como Rebelde sin causa y, más recientemente, La La Land.
¿Te acordás de La La Land, el film que ganó, y después perdió, el Óscar a la Mejor Película a manos de Moonlight en el momento más confuso de la historia de los Óscar? Lo cual exige la pregunta: ¿es Mahershala Ali un troll?
Nah. Es demasiado agradable para eso. La verdad es que él quería venir al Parque Griffith porque solía andar en bicicleta por acá de manera obsesiva, y hace poco estuvo pensando en volver al ciclismo. "Era adicto, pero después empecé a estar muy ocupado, y perdí el ritmo", dice. "Pero hoy que vine pensé: ‘OK, voy a volver a la bicicleta’."
Dicho esto, no creas que te vas a cruzar a Mahershala Ali acá en calzas de spandex. "No hago toda esa cosa de la lycra", dice. "¿Y si querés parar a tomar un café? ¿Pedir un capuchino con el short con el bulto todo apretado? No, man." Prefiere andar con remera blanca y jeans Levi’s cortados. "Intento mantener el estilo", dice.
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El nombre completo de Ali es Mahershalalhashbaz, una profecía bíblica que se podría traducir del hebreo como "Date prisa al despojo" o "Apresúrate al botín".
Ali no se apresuró al botín. Llegar al botín le llevó 40 años, de hecho.
Nació como Mahershala Gilmore en Oakland. (Se cambió el nombre tras convertirse al islam en 2000.) Su mamá tenía 16, su papá 17; no estuvieron juntos mucho tiempo. "Mi evaluación es que, si seguían juntos, no iban a poder ser quienes necesitaban ser", dice Ali. "Mi mamá terminó haciéndose pastora, y mi papá se fue a hacer lo suyo. Esas dos personas no iban bien juntas, creeme."
Cuando Hershal, como le decían, tenía tres años, su papá, Phillip Gilmore, ganó 2.500 dólares en un concurso de baile de Soul Train y se mudó a Nueva York, donde estudió ballet en el Dance Theatre en Harlem y luego trabajó en teatro. Apareció en Broadway en una producción de Dreamgirls y como bailarín de jitterbug en la película Malcolm X. Ali viajaba en avión una vez al año para verlo, pero nunca era suficiente. Y cuando volvía, su ciudad le parecía chica.
Mientras tanto, su mamá se ganaba la vida cortando el pelo. Eventualmente se volvió a casar con un arenador de una base naval que trató de imponer algo de disciplina, pero Ali y su mamá no se llevaban bien. Así que, a los 16 años, se mudó con sus abuelos. Su mamá y él casi no se hablaron durante 15 años. (Ahora está todo bien entre ellos.)
En la secundaria, Ali era una estrella de básquet incipiente. Ayudó a que su equipo ganara el campeonato de su estado, y jugó en un equipo con Jason Kidd, futuro miembro del Hall of Fame de la NBA. Aun así, él no sentía que encajara. Se pasó gran parte de su adolescencia triste y solo, sin encontrar su tribu.
En 1994, Gilmore falleció tras una larga enfermedad. No llegó a ver actuar a su hijo, pero sabía que había empezado a hacerlo. "Creo que lo alegró", dice Ali. "Pudimos vibrar en otro nivel. Él no era un tipo al que le gustara el deporte, pero esto era algo con lo que podía conectar."
Un par de años atrás, Ali estaba limpiando un depósito cuando encontró una vieja tarjeta postal de su papá. Era una tarjeta con su información, que él les daba a los agentes en los castings, con una foto de él posando en cueros en un gimnasio, "y con unos pantalones hermosos", dice Ali, "como de terciopelo o pana o algo así, medio desabrochado, mirando para arriba, y le veías la base del mentón. Era genial. Y atrás decía: ‘Hey, Ma. Sigo tratando de ser una estrella’".
Cuando Ali encontró la postal, su padre había muerto hacía 20 años. "Pero me pegó", dice. "Para muchos padres, sus hijos son el foco. Yo estaba más en su periferia. Pero cuando lo pienso, me doy cuenta de que tuve todo lo que necesitaba de él. No tengo ningún resentimiento. Siento que, de hecho, al tratar de hacer lo suyo, me dio más. De algún modo, siento que yo tomé la posta."
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Una noche de otoño, Ali se pasea por un pasillo del Saint Mary’s College, la pequeña universidad católica en los suburbios del este de Oakland de donde se egresó en 1996. Está en el campus para conducir una proyección de Green Book para juntar dinero para becas, al igual que para visitar a estudiantes del programa High Potential, muchos de los cuales son primera generación en ir a la universidad en sus familias. Ali, un estudiante de primera generación, también estuvo en el programa, y todavía hoy significa mucho para él. En el Centro Intercultural del campus, entre murales de Malcolm X y banderas del orgullo, Ali les cuenta a los chicos acerca de su viaje. "Créase o no", dice, "yo tomé mi primera clase de actuación porque no quería tomar otro semestre de español".
Ali entró a Saint Mary’s con una beca de básquet, pero al poco tiempo se desilusionó al ver cómo maltrataban a los jugadores. Lo habían reclutado con un discurso sobre la educación y la familia, "pero cuando llegamos ahí", dice, "de repente me sentí descartable, como un producto. Me pareció cruel. Especialmente como un chico negro, sentí que nos habían traicionado".
Al mismo tiempo que se alejaba del básquet, empezó a actuar. Una profesora de teatro, Rebecca Engle, lo había visto hablar en la universidad en un panel sobre diversidad, y lo había animado a anotarse en su clase; Ali, pensando que tenía más chances de mantener un buen promedio con una clase de teatro que con una de español, aceptó. ("Me puso una B", dice, riéndose. "Y todavía estoy enojado.")
En cualquier caso, le picó el bichito, y tras un par de obras estudiantiles terminó yendo al casting del programa graduado de NYU. Tres años después tuvo su primer gran trabajo: protagonista en un revival de la obra ganadora de un Pulitzer La gran esperanza blanca, en el papel originado por James Earl Jones. El New York Times dijo que su interpretación fue "conmovedora"; Variety lo declaró "un talento enorme". Ese fue su último protagónico en 18 años.
Al principio tuvo un par de castings buenos: para Antwone Fisher (como Antwone Fisher) y para Ali (en el papel de Bundini Brown, que finalmente fue para Jamie Foxx). "Y después", dice, "era puro silencio. Tenía energía, y sentía que tenía el talento para esos trabajos, pero no se movía nada. Estaba totalmente deprimido." Vivía en un departamento subalquilado ilegalmente en Brooklyn con un techo que se caía a pedazos y sin televisor, sobreviviendo con avena y Top Ramen. El fin de semana del Día de Gracias, cuando fue a su casa en la Bay Area para visitar a su abuela, el manager del edificio puso sus cosas en bolsas de basura y las encerró en el sótano. No volvió.
En su lugar, se fue a Los Ángeles, donde consiguió un papel secundario en un programa de televisión, y después más papeles secundarios en más programas de televisión, y después papeles secundarios en películas. Su primera verdadera revelación ocurrió en 2013 como un lobbista audaz de Washington D.C. en House of Cards. Pero aun así, la vida trabajando como actor no era lucrativa. "Quizás Kevin Spacey gane un millón de dólares por capítulo, pero vos hacés 25.000", dice Ali. "Después de impuestos, agentes, abogados, managers, te quedan, no sé, ocho. Y no podés trabajar en nada más, así que tenés un período de cuatro meses en el que no ganás nada y no podés hacer otros trabajos. Si querés comprarte una casa, tener un hijo, pagar la deuda de la universidad, no podés, a menos que subas un poco más."
Lo peor de todo era que estaba insatisfecho creativamente. "Me agotaba... no quiero decir la falta de oportunidades, pero sin dudas el tipo de oportunidades", dice Ali. "Recibía ofertas para hacer dos o tres escenas, con una linda nota del director. Pero sentía que tenía más para decir."
Estaba confiado en que su destino era algo más grande. "En el básquet, había entrenadores que me ponían de ala-pivot, y yo sabía que mi posición natural era escolta." Así que le pidió a House of Cards que lo dejaran ir. "Creo que los sorprendió. La mayoría de los actores no diría: ‘Me quiero ir de tu programa exitoso’." Pero él dice: "Yo sentía que tenía que ser protagónico".
Ese mismo año le dieron Moonlight.
***
De vuelta en el observatorio, a Ali le preocupa que se le acabe el tiempo del parquímetro, así que nos trasladamos a un café, donde la charla deriva hacia Green Book. En la película, basada en una historia real, Ali hace de Don Shirley, un pianista virtuoso en una gira por el Sur en 1962. Para protegerse, contrata a un duro chofer del Bronx, Tony Lip (Viggo Mortensen), y el extraño dúo sale a la ruta. Hay risas, lágrimas, racistas que reciben su merecido: el tipo de película feliz que les encanta al público y a la academia. Pero Ali insistió en que no hicieran otra película en la que un tipo blanco ayuda a un tipo negro a vencer el racismo.
"Había tanto que no sabíamos", dice Farrelly, quien, como sus otros coguionistas, es blanco. "Mahershala fue el que realmente... No quiero decir que me educó, pero es el tipo en el que más me apoyé", dice Farrelly. "Recorrimos el guión línea por línea. Él fue extremadamente fundamental para armarlo."
"Para mí, lo más importante era la cosa del ‘salvador blanco’", dice Ali. "Dejar en claro que Don estaba igualmente empoderado. De otro modo, es algo que vimos demasiado, ¿no? Estamos en 2018, man. La gente tiene una aversión: ‘¿Estás hablando de derechos civiles y racismo y ponés a un tipo blanco en el medio? No sé...’."
Ali estudió piano durante meses para el papel (aunque también hay algo de magia digital). Pero lo que más lo ponía nervioso era dar con el tono. Asegurarse de que este genio orgulloso, excéntrico, hiperelocuente y silenciosamente atormentado pareciera familiar y creíble. "Es casi como un esgrimista. Tenés que hacerlo con esa delicadeza, con pies livianos", dice. "A diferencia de Wayne en True Detective, que es más como tener un sable."
En la nueva temporada de la serie, Ali hace de un detective de la policía de Arkansas que investiga la desaparición de dos niños en los Ozarks en 1980, y después, décadas más tarde, revisa el caso cuando es un hombre mayor y atormentado. "Fue intenso", dice Ali acerca del rodaje de siete meses, que requirió que envejeciera para tres momentos de la vida diferentes. "Pero lo haría de nuevo, porque me sentí desafiado como actor."
Los productores se le acercaron para ofrecerle el trabajo luego de que ganara el Óscar; a Ali lo entusiasmaba llevar adelante una franquicia, y homenajear a su abuelo, Willie Goines, un policía del estado de California en los 60. Las cosas claramente salieron bien con HBO, porque Ali hace poco firmó un acuerdo con la cadena para producir y protagonizar sus propias series. "Siento que finalmente estoy trabajando desde una posición más empoderada", dice. "True Detective era exactamente lo que quería hacer en ese momento, no solo lo mejor que había a mi disposición."
Como parte de la renovación de su casa, Ali está construyendo una oficina para su productora, Know Wonder, que va a supervisar con su esposa. (Probablemente el Óscar vaya a parar ahí, siempre y cuando lo encuentre. "Está envuelto con papel de burbujas en alguna parte", dice riéndose.)
La esposa de Ali es una artista que conoció en la Universidad de Nueva York, cuando ambos estudiaban teatro en los 90. (Hija de un imán, es quien lo introdujo al islam, cuando lo llevó a rezar a una mezquita una Nochebuena en 1999.) Eventualmente, se separaron y perdieron contacto. "Pero siempre, en algún lado de mi cabeza", dice Ali, "yo pensaba: ‘Es ella’". A fines de 2012, sintió que estaba en una posición estable, y le escribió un mensaje de texto de la nada. Volvieron, y menos de un año después estaban casados.
Ahora, dice Ali, su esposa tiene una regla para cuando él viaja a rodar afuera durante semanas o meses. "Si vas a irte así", le dijo, "no podés salir a hacer basura. Mejor que sea bueno".
Hablando de su esposa: le acaba de mandar un mensaje. "¿Cuál es tu hora aproximada de llegada?" Hay un tipo yendo a su casa a colgar unos cuadros, y él tiene que estar ahí. Ya que sacó el teléfono, aprovecha para mostrarme fotos de su hija (adorable). Después se despide, camina hacia su auto y se va, en busca de algo de equilibrio.
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