Furiosa, la nueva película que se estrena este jueves, es la quinta -y posiblemente penúltima- entrega dentro del universo creado por George Miller hace 45 años, en una sala de emergencias de Queensland, Australia
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Hace 45 años, un joven médico pasaba sus días, y sobre todo sus noches, de trabajo en un hospital de Queensland, Australia, intentando salvar, remendar y reparar a innumerables pacientes que llegaban a la guardia luego de haber sufrido accidentes viales graves. En la Australia rural de los años setenta, la laxitud en las leyes de tránsito dejaba como saldos montones de heridos -en el mejor de los casos- y vehículos convertidos en chatarra. A George Miller, médico y cineasta novel, se le ocurrió que tamaño desastre podía ser la premisa de su primer largometraje, un proyecto de presupuesto tan limitado que ni siquiera alcanzaba para cubrir el costo de utilizar una fotocopiadora. Por eso, Miller se vio obligado a escribir a mano la descripción de la puesta en escena y los movimientos de cámara del guion de 274 páginas para cada uno de los integrantes del equipo de producción.
La escasez de recursos también hizo que el relato pasara de ser un reflejo de la actualidad a un cuento postapocalíptico en el que los autos cochambrosos y las locaciones deslucidas que podían pagar no quedaban fuera de lugar. Así nació Mad Max, un experimento que en 1979 se convirtió en un suceso global, puso a Mel Gibson, su protagonista, en la mira de Hollywood y abrió el camino para el ahora tan transitado género distópico y las historias de desastres ecológicos que en algún momento pasaron de predicciones fantasiosas a espantosa realidad. Al menos así interpretarán algunos las imágenes y la historia de Furiosa, la quinta entrega de la saga Mad Max protagonizada por Anya Taylor-Joy y Chris Hemsworth que se estrena este jueves, un nuevo film en el que Miller vuelve a utilizar el sonido de los motores encendidos como la música perfecta para su sinfonía de carrocerías, llantas y metal tan retorcido como sus personajes centrales. Esta vez la acción gira en torno a la historia del pasado de Imperator Furiosa, la imponente conductora que Charlize interpretó en Mad Max: Furia en el camino, el film que sacó a la saga de una pausa que duró treinta años y aun así logró permanecer relevante para la cultura popular global.
Claro que ni siquiera su creador podría haber imaginado que, más de cuatro décadas después de sus inicios, el relato tuerca seguiría rodando, con cinco películas en su haber y una sexta en preparación. En un tiempo en que la veta tan explotada por Hollywood de las secuelas y precuelas de personajes y universos ya conocidos parece estar agotada, Miller sigue encontrando nuevas avenidas polvorientas para recorrer sin abandonar la esencia de aquel film que imaginó entre una emergencia hospitalaria y la otra.
“La película tiene poco interés en las idiosincracias humanas de sus personajes, que no son más que dobles de riesgo glorificados, figuras de relleno en autos de fondo. Pero está bien porque Mad Max no es una película sobre personas. Es un film de acción cuyo tema son las máquinas y cómo el hombre puede transformarse en un artefacto de destrucción. Los fierros son las estrellas: los Chevys reventados y las motocicletas demoníacas captadas por la cámara de Miller puestas a la altura del paragolpes, una máquina en perfecta sincronía con la otra”, decía la crítica de la revista Time al tiempo del estreno de la primera Mad Max, un texto que además pronosticaba con mucha puntería que el estilo de dirección de Miller sería estudiado desde ese momento en las escuelas de cine.
La celebración crítica del film estuvo acompañada en ese entonces por el suceso de taquilla que le aseguró una entrada en el libro de los récords Guinness como la película más rentable de todos los tiempos y le aseguró la continuidad con dos secuelas, una de 1981 y la siguiente cuatro años después, que aunque sus valores artísticos no fueran tan celebrados como los de la original, también lograron igual éxito en las salas. Con presupuestos mucho más elevados, nuevos personajes inolvidables -como el que interpretó Tina Turner en Mad Max 3, además de aportar el hitero tema musical “We Don’t Need Another Hero”- y la enorme popularidad de Gibson, todo indicaba que la saga tenía combustible para unas cuantas vueltas más. Sin embargo, el tercer film fue pensado como su despedida. Por un lado, su protagonista estaba más que listo para instalarse en Hollywood y, por el otro, Miller, según los reportes de la época, también mostraba signos de cansancio con su criatura. Lo que se hizo más evidente cuando el productor Byron Kennedy, su socio y amigo de toda la vida, falleció en un accidente de helicóptero mientras buscaba locaciones para el film y el director decidió sumar al realizador George Ogilvie detrás de las cámaras para compartir la responsabilidad con la película.
Lo cierto es que hasta que en 2015 se estrenó Mad Max: Furia en el camino, Mad Max 3 ofició como la última película de la serie. En los treinta años que pasaron entre uno y otro film, Miller se dedicó a ampliar su repertorio como director con películas como Las brujas de Eastwick, Un milagro para Lorenzo y Babe, un chanchito en la ciudad. Sí, el mismo realizador que pintó el desierto australiano con sangre y miseria retrofuturista, también fue el responsable de uno de los films familiares más exitosos de los años 90. Y eso mientras una idea para una posible continuación de su opus motorizado no dejaba de darle vueltas.
“Cuando creas personajes y un mundo como el de Mad Max se quedan viviendo en tu cabeza como amigos imaginarios que cada tanto aparecen a visitarte. Usualmente yo los ignoraba, pero hace unos 12 años la idea para este nuevo film se me apareció en un vuelo desde Los Ángeles a Sídney. Fue una revelación, así que al aterrizar me dije: ‘Esto puede ser algo interesante’, y comencé a planearla”, explicaba el director al tiempo del estreno de Furia en el camino. Claro que de aquella primera idea hasta la filmación pasaron más de diez años durante los que, más allá de las intenciones de Miller, el proyecto no lograba arrancar.
En principio parecía que todo iba sobre ruedas. Gibson había aceptado volver a ser Max y los estudios Fox habían invertido muchos millones para acondicionar vehículos y construir los escenarios para empezar a filmar en marzo de 2003. Sin embargo, ese plan se frustró cuando, luego del ataque a las Torres Gemelas, Hollywood ajustó sus presupuestos y la por entonces esposa de su protagonista empezó a averiguar cuál era la población musulmán en Namibia, donde se iba a realizar el rodaje. Así, el proyecto quedó en suspenso y Miller se concentró en dirigir el film animado Happy Feet. El sorpresivo éxito de la tierna película animada, curiosamente, reavivó las posibilidades de retomar la cuarta entrega de Mad Max con el apoyo de los estudios Warner a los que Miller había hecho ganar fortunas gracias al cuento del pingüino bailarín.
Claro que para ese momento Gibson ya tenía más de cincuenta años y no había forma que resultara creíble como la versión más joven de su personaje en la precuela centrada en él y la misteriosa Imperator Furiosa. Sin embargo, una vez que el actor británico Tom Hardy fue elegido para interpretar a Max y Charlize Theron se convirtió en Furiosa, el comienzo del rodaje se fijó para finales de 2010 en Broken Hill, un desértico poblado minero en Australia donde se habían filmado las dos primeras películas. Pero entonces, dos semanas antes de empezar a rodar todo se detuvo de nuevo por causas, literalmente, de fuerza mayor. Por primera vez desde que los locales tuvieran memoria, llovió tanto en la zona que el desierto se transformó en un jardín repleto de flores. Un paisaje imposible de justificar en el universo de tierra arrasada de Mad Max. La instrucción fue parar y esperar a que la naturaleza hiciera lo suyo y el páramo recuperara su espacio.
“Me negaba a cancelar definitivamente el rodaje. Entonces le dije al equipo: ‘Esperemos un año y veamos si se seca el terreno’. Pero nos dimos cuenta de que no iba a pasar y ahí fue cuando decidimos trasladarnos a Namibia”, contaba Miller en el libro Blood, Sweat & Chrome: The Wild and True Story of Mad Max: Fury Road, que reconstruye el proceso que llevó hacer la película, la ya conocida pelea entre Theron y Hardy que casi vuelve a hacer naufragar todo de nuevo y los asombrosos resultados finales que le consiguieron diez nominaciones al Oscar y seis estatuillas en las categorías técnicas. Una vuelta triunfal que además venía con una sorpresa: aquella historia que se le presentó a Miller en las más de quince horas de vuelo entre Los Ángeles y Sídney no era una sino tres. La primera era Furia en el camino, la segunda Furiosa, y la tercera, con el título tentativo de The Wasteland (El yermo), giraría en torno a la vida de Max antes de los sucesos retratados en la película de 2015. La posibilidad de que ese último film llegue a realizarse, dice Miller, depende de cómo le vaya a la película que se estrena hoy, cuarenta y cinco años después de que el joven médico de guardia transformara su pesadilla cotidiana en puro cine.
Para quienes quieran ponerse al día con la saga, la buena noticia es que las cuatro películas anteriores están disponibles para maratonear: los dos primeros films y Furia en el camino están disponibles en Max, mientras que Mad Max 3 está accesible para alquilar o comprar tanto en Google Play como en Apple TV+.
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