Luis Ortega y Rodolfo Palacios: una sociedad basada en el arte de deconstruir monstruos
Buscar al hombre detrás del monstruo, imaginarlo en el momento de su primer disparo, visualizarlo también en sus momentos de soledad, moviéndose para un par de ojos imaginarios que lo eligieron como bailarín y protagonista de su propia tragedia. Eso quería Luis Ortega para El ángel, la película inspirada en el año de mayor actividad criminal de Carlos Robledo Puch, el rubio hijo de una familia de clase media de Vicente López que, entre 1971 y 1972, asesinó a 11 personas por la espalda.
Inspirado en la biografía que el periodista Rodolfo Palacios escribió sobre el asesino serial -El ángel negro: La feroz vida de Carlos Robledo Puch, de 2010- el director decidió volver a meterse con esos personajes que conviven entre nosotros hasta que, descubiertos y apresados, son clasificados y separados definitivamente de "la familia humana". Ya lo hizo con los infames Puccio en la minisierie de 2015 Historia de un clan; ahora, Ortega entendió que era momento de regresar al cine, su gran amor, para deconstruir a otro "monstruo" que supo alimentar durante años la crónica policial argentina, y también el morbo, el miedo y la fascinación de nosotros, "los comunes".
Ortega nunca se planteó El angel como una biopic, ni tampoco como una pieza truculenta que recorriera los crímenes de "Carlitos". Lo aclara él al comienzo de esta entrevista con LA NACION y también lo hace Palacios, que coescribió con él y con Sergio Olguín, el guion de la película que estrena hoy. "Es un film libremente inspirado en ese año en la vida de Robledo, pero no es su historia ni su biografía, ni un documental. No sé si Robledo va a ver la película, y si lo hace, es posible que no se encuentre ahí. Ni siquiera en mi libro creo que él pueda verse del todo identificado".
Encuentro con el diablo
Para escribir su biografía, Palacios consiguió algo extraordinario: que Robledo Puch lo recibiera en su celda de Sierra Chica en varias oportunidades. "Le mandé una carta, y cuando le mandás una carta a un preso es como que le abrís un mundo. Yo quería conocerlo porque había leído las crónicas de Osvaldo Soriano, había hablado con un perito que lo había entrevistado", cuenta el periodista. "No se por qué me recibió, creo que había cierta empatía, que él creía que yo era un mensajero de la sociedad. Pero un día dejó de recibirme. No sé si leyó el libro, porque perdí todo tipo de contacto".
¿Quedaba algo de "el ángel" en ese hombre taciturno y repleto de delirios persecutorios que lo recibía en la prisión? "No, yo encontré un Robledo oscuro, más moldeado por la cárcel y su historia misma", señala Palacios. "El Robledo real robaba casas, andaba en moto, era bello y hasta comparado con Marilyn Monroe, pero el que yo conocí era totalmente distinto. Era como estar cara a cara con alguien totalmente destrozado, un hombre siniestro, aún cuando lo vi llorar al recordar su infancia. Luis buscó belleza en todo su horror y la encontró".
Ortega dice que él también intentó contactarse con Robledo Puch, aunque sin éxito: "Si alguien está vivo y vos te vas a inspirar en algunos hechos de su vida, lo más lógico es tratar de ver qué tiene para decir esa persona. Escribí unas cartas con la ingenuidad de creer que iba a poder manipularlo o inducirlo a un encuentro. Y digo ingenuo porque es mucho más inteligente de lo que uno cree, y con esa astucia especial que suele forjarse dentro de una cárcel".
Según Palacios, Puch le hizo saber en uno de sus encuentros su deseo de escribir una película sobre su vida, dando a conocer su "verdad". Se imaginaba interpretado por actores como Leonardo Dicaprio o Matt Damon, en un film que contaría con la dirección de Martin Scorsese o Francis Ford Coppola y lo llevaría directo a Hollywood. Llegó a fantasear así con su libertad, con vestir un esmoquin y caminar por una alfombra roja como una estrella más. Su sueño no se cumplió, pero El ángel, la primer aproximación del cine argentino a su historia, tuvo un arranque promisorio: fue elegida para participar en la sección Un Certain Regard, en la última edición del festival Internacional de Cannes . El criminal más temido de la historia policial argentina, que lleva 46 años encarcelado y no tiene perspectiva alguna de recuperar la libertad, no pudo estar presente en la Riviera francesa para verse en pantalla y escuchar los aplausos.
El corazón del monstruo
Ortega, director de películas como Caja Negra o Los santos sucios, dice haber encontrado en la biografía de Puch una historia con la "generosidad" suficiente como para hablar de amor, de amistad, de la existencia de un dios que nos observa y que, por momentos, se ríe de nuestra inocencia. "En un punto, es como una trinchera a la cual podés ir y gritar lo que tenés para gritar; hay historias que te permiten abordar todas esas emociones que te están acosando, y esta es una de ellas", dice.
No resulta extraño, entonces, que "Carlitos" tenga tanto del director en su esencia. Hay algo en su forma de moverse que revela la energía vital que Ortega puso para que el debutante Lorenzo Ferro no compusiera al personaje en el sentido tradicional, sino que se convirtiera esa criatura de 19 años que vive, desea, roba y acribilla con sensualidad, serenidad y despreocupación.
"Yo tenía esta idea de trabajar con un personaje que vivía más en un mundo de fantasía, que todavía no había sido traicionado por la vida o por otro humano, que nunca había tocado el frío de un cadáver, que no le hubiesen roto el corazón", explica. "El cree que Dios lo está mirando, lo está filmando y se mueve de una manera en la que piensa que si es realmente protagonista de una película quiere quedar bien parado, no va a hacer el papel de boludo. Esa ingenuidad lo lleva a comportarse como un psicópata sin serlo, a no pensar que con sus actos puede ocasionarle dolor a un tercero".
En ese sentido, Ortega dice haber puesto mucho de su propia historia en el personaje. "A esa edad estamos descubriendo la vida. Yo tampoco creía en la muerte y empujaba los límites, hasta que me di cuenta que la muerte sí existe, que ocurre", recuerda. "Para mí, en ningún momento 'Carlitos' está tratando de hacer sufrir a alguien. Está disparando contra un automatismo que lo rodea, con la idea de que le dejen de tomar el pelo. Eso le quita maldad, pero también lo vuelve más perturbador".
El padre de la criatura
Ferro parece haber nacido para interpretar a "Carlitos", y la cámara no hace más que enamorarse de su rostro. "Para mí era una condición que no tuviera formación actoral. No sólo me interesaba que no fuera conocido, sino el hecho de que no tuviera ideas preconcebidas y que todavía no estuviera completamente formado como adulto", apunta Ortega. "Con Lorenzo entablamos una relación en la que casi que nos encarnamos el uno con el otro, hablamos tanto de la vida, de la muerte y de todas las cosas que hay en el medio que nos entendíamos perfectamente en el rodaje. Fue un proceso único, casi imposible y mágico y dudo que se vuelva a repetir".
El director cuenta que conoció a su protagonista -que es hijo del actor Rafael Ferro- un año antes de comenzar con el rodaje de El ángel. Lo preparó personalmente durante meses, y lo hizo participar de los castings como uno más aunque sabía que tenía que ser él quien interpretara al ya legendario asesino. "Sólo puedo decir que fue el destino que me marcaba que era él", asegura.
Durante cuatro meses se vieron a diario, ensayaron, bailaron, crearon, acompañados por el maestro de actores Alejandro Catalán. También Luis le pedía que entrara a robar en su departamento mientras él lo filmaba. "El entrenamiento fue peor que la colimba", bromea el cineasta. Así construyeron a la criatura, que llegó al set caracterizado como Robledo Puch: pelo rubio y enrulado, labios carnosos, contextura delgada y frágil, mirada inquietante. Tan verdaderamente humano que asusta.
El angel
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