Los tres mosqueteros: Milady apuesta a la épica y cumple a medias
La segunda entrega del díptico de Martin Bourboulon, basado en la obra de Alejandro Dumas, llega este jueves a salas, con la villana compuesta por Eva Green como eje
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Los tres mosqueteros: Milady (Les trois mousquetaires: Milady, Francia, Alemania, España, Bélgica/2023). Dirección: Martin Bourboulon. Guion: Matthieu Delaporte y Alexandre De La Patellière, basado en Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas. Fotografía: Nicolás Bolduc. Edición: Stan Collet. Elenco: François Civil, Eva Green, Vincent Cassel, Romain Duris, Louis Garrel, Vicky Krieps. Duración: 115 minutos. Distribución: BF+Paris. Nuestra opinión: buena
Los tres mosqueteros: MIlady tiene un preámbulo un tanto fallido. Para quienes disfrutaron de la primera entrega de este díptico del realizador francés Martin Bourboulon (Los tres mosqueteros: D’Artagnan, estrenado en salas en abril de este año, y actualmente disponible en Netflix), las primeras secuencias quizá resulten un tanto irrelevantes. Para quienes se sumaron a este segundo capítulo sin el contexto de su predecesor, el compilado tiene su lógica, pero traiciona el objetivo de estas ambiciosas producciones: que sean vistas en conjunto, no a modo de historias autoconclusivas.
De esta forma, el recurso del repaso de la narrativa es un tanto tosco, y a grandes rasgos prescindible, sobre todo cuando en el resto del metraje se proseguirá con esa contextualización de los hechos que buscan ser “refrescados”. Basados en la obra de Alejandro Dumas, los largometrajes de Bourboulon se presentan como historias de aventuras de proporciones épicas –fueron coproducidos por Francia, Alemania, España y Bélgica– y tienen un despliegue visual abrumador que, en muchas ocasiones, equilibra las licencias poéticas que se toman los guionistas Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière. Son desvíos que no siempre benefician la narrativa.
Sin embargo, el compromiso del cineasta, cuyo padre, Frédéric Bourboulon, ofició de productor en el film de Bertrand Tavernier, La hija de D’Artagnan, se percibe ya desde la pasión que les imprime a los tramos donde la batalla impera por sobre los vínculos. Al igual que en la primera entrega, en Milady también hay una necesidad de homenajear la bravura del género que toma de base, aunque por momentos se le baje al tono a los enfrentamientos cruentos de la novela publicada en 1844.
En este caso, es Milady de Winter (interpretada por la siempre brillante Eva Green) quien toma las riendas de la historia, y el largometraje no siempre le hace justicia a la esencia de un personaje concebido por Dumas como una mujer capaz de enceguecer hasta al más incrédulo, una figura cargada de sensualidad que sabe cuándo valerse del aplomo suficiente como para recabar la información que necesita en su tablero de traiciones y avaricia. En el film, en cambio, su naturaleza demoníaca queda un tanto diluida y, por más esfuerzos que haga Green para lograr transmitir esa combinación de astucia y persuasión, el guion no está a la altura ni de su personaje ni de su talento.
Esa decisión de “lavar” al rol de Milady, de despojarlo de complejidad, es coincidente con cómo la película reinterpreta también a los mosqueteros, cuyos rasgos difieren notablemente de la novela original. Por lo tanto, esta megaproducción parece conformarse con llevar a buen puerto los tramos en los que las luchas se ponen por delante de sus actantes, como si el realizador se estuviera jactando de la proeza de concebir un díptico magnánimo y definitivo, con una energía que decae en el momento de entrecruzar a los personajes, cuyas escenas tête-à-tête no resultan tan inspiradas como las brutales batallas.
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